La organización del Primavera Club ha anunciado ya sus ciudades para la edición del 2013. Ni Madrid ni Barcelona están entre las elegidas. En esta crónica, contamos y lamentamos el desarrollo de la última edición del festival en el Matadero de Madrid. Pasen y pónganse una rebequita, que refresca.
Embarcando en el Matadero
Las medidas de seguridad para acceder a las naves, dignas del embarque de una aerolínea militar, fueron la rutina que ralentizó el ritmo del festival. Esta era la receta: enseña el DNI, enseña el bolso, abre la mochila, deja aquí la comida, allí la bebida, un cacheo por aquí y otro cacheo por allá, enseña tu pulsera 3 veces y… ¡ya estás dentro! ¿A qué se te han pasado rápido estos 10 minutos? Repite estos sencillos pasos con cada recinto y si sales a fumar, a buscar a un amigo o sacas un poco la patita… ¡volvemos a empezar!
Dentro de este festival de esperas patrocinado por el Ayuntamiento de Madrid, la primera que sufrí fue la espera previa a la apertura de la Nave 16 para el concierto de Toy. Para cuando abrieron las puertas, pasadas las 18:30, ya tenía los pies fríos.
Una vez superadas las medidas de seguridad de la entrada a la Nave, y mientras hacíamos cola para comprar tickets de bebida, Toy empezó su concierto. Con pausas mínimas entre canción y canción tocaron casi al completo su álbum homónimo. Un directo muy disfrutable el de esta banda de Londres (cuya teclista Alejandra Díez es mitad española y mitad colombiana).
Tanto el álbum como el directo de la banda han cosechado muy buenas críticas en Reino Unido y los que estuvieron en la Nave 16 el viernes pudieron comprobar por qué. Aunque resulte inevitable acordarse de The Horrors consiguen que su sonido resulte particular. Completamente justificada la etiqueta de representantes del shoegaze, porque casi no se les vio la cara; eso sí, unos flequillos y unas puntas muy bien cortadas.
Muchos temíamos la acústica de la Nave 16, pero el rock psicodélico de Toy le sacó partido. Sonaron especialmente bien ‘My Heart Skips A Beat’ y ‘Dead And Gone’. ‘Motoring’ sonó alargado e intensísimo y nos hizo entrar en calor.
El rock experimental de Deerhoof me dejó un poco fría (también pudo ser la temperatura de la sala, a la que le hubiera subido unos 4 graditos para poder quitarme el abrigo). Llegué a pensar que pasaban unos de otros y cada uno tocaba lo que le salía. Pues no, las coreografías de Satomi Matsuzaki, que coincidían milimétricamente con los parones y arreones del resto, dejaban claro que estaba todo muy ensayado, lo cual no sé si le suma o le resta mérito. Poco más puedo decirles de este grupo, a parte de que chapurrearon unas frases en español y ahí sí tuvieron cierta gracia. Greg Saunier, el batería, dijo algo así: Aquí está fría, aquí está calvo, yo soy feliz”. Después de haber escuchado su concierto, que la frase fuera un poco inconexa no me pareció raro, es más, estoy deseando comprobar si la cuelan en algún tema.
Del concierto de The Mark Lanegan Band saqué dos conclusiones sobre los miembros de su banda: les gusta el color negro y en el escenario tienen dos estados de ánimo: medio de bajón, o de bajón entero. Todo ello muy en línea con el estilo del último álbum Blues Funeral. Con un sonido algo más opaco que en Capital el pasado abril (la voz de Lanegan se oía regular en algunos temas), creo que no llegaron al público, que permítanme la osadía, parecía aburrirse un poquillo. Con la esperanza de que hubieran dejado lo mejor para el final esperamos a que acabase y cuando quisimos entrar en la Nave de la Música para ver a Swans ya se había completado el aforo. Una pena, porque debió ser espectacular.
El concierto de Ariel Pink’s Haunted Graffiti comenzó como si estuvieran recién levantados y de resaca: Ariel Pink con botellín de cerveza en mano y el bajista Tim Koh, que parecía que iba en pijama. Aunque Pink no estaba tan irreverente como se le ha visto otras veces, empezó fuerte con ‘Mature Themes’ y siguió con ‘Symphony of the Nymph’, dos de los temas más carismáticos de su último álbum Mature Themes. En el segundo y tercer tema el sonido fue un poco irregular pero los gritos, el drama y los bailes aniñados de Pink eclipsaron esas deficencias. ‘Only in My Dreams’ que sonó en cuarto lugar y ‘Driftwood’, que sonó la séptima, sí sonaron muy bien. Aunque hubo un par de temas al final del concierto que tal vez se alargaron demasiado (tanto que a Pink le daba tiempo a fumar un cigarrillo entre uno y otro) me pareció un directo muy entretenido y divertido.
Por fin llegaron The Vaccines y para mí (que no ví a Swans) fueron lo mejor de la jornada. Comenzaron con ‘Wreckin’ Bar (Ra Ra Ra)’ y a partir de ahí todo fue baile. ‘Wetsuit’ y su “go easy on me” fue muy coreada, sobre todo por las jóvenes de la primera fila que ya se habían vuelto locas y hubieran repetido una misa en latín si Justin Young (voz y guitarra) se lo hubiera pedido. Y a propósito de Young (y sus greñas, más propias de un geek que de un rockstar), me gustó mucho su puesta en escena, su acercamiento al público y seguridad con la que afrontaba cada tema.
‘Teenage Icon’ sonó en tercer lugar y, como era de esperar, el público, sobre todo el femenino, enloqueció. Algo a lo que The Vaccines deben haberse acostumbrado por que la tocaron como si estuvieran recitando la lista de la compra. Algo más de show me esperaba yo en este temazo que sonó muy correctamente pero con menos contundencia de la que hubiera sido deseable. ‘Post Break-up Sex’ sonó un tanto acelerada pero teniendo en cuenta la temática de la canción, cuanto más rápida más coherente, digo yo. Acabaron por todo lo alto con ‘Norgaard’ y dejaron al exquisito público del Primavera Club con ganas de más.
Crónica: H.
Fotos: Señor Lobo
Más fotos del concierto de The Vaccines aquí.