Dean Wareham – Postales Negras [Libro]

No he podido dejar de escribir sobre Postales Negras (título original Black Postcards: a Rock & Roll Romance). Era hacer esta reseña o asediar a mis amigos hasta que lo leyeran. He tenido piedad.

Postales Negras son casi 400 páginas de música en las que Dean Wareham, (guitarrista y vocalista de Galaxie 500 y Luna) va desgranando los detalles de su vida.

Lo que me decidió a leerlo fue este comentario que Wareham hizo en una entrevista: “solo me dieron el 1% de lo que se ha llevado Keith Richards por su autobiografía. Al tipo que dio 7,5 millones de dólares a Keith Richards lo tomaban por loco, pero el libro ha vendido tanto que ahora Pete Townshend también quiere escribir el suyo. La diferencia con mi libro es que yo sí lo escribí…

He leído otras biografías y autobiografías de músicos y este libro es distinto, de verdad. Como dice el propio Wareham, no tienes que ser un fan de Galaxie 500 o de Luna para disfrutar el libro. Y así es, basta con que te guste la música.

En la entrevista de presentación del libro en el programa Hoy Empieza Todo de Radio3, (con Gustavo Iglesias), Wareham afirmaba que no había escrito antes de escribir Postales Negras (aunque sí había hecho anotaciones a modo de diario desde sus comienzos en Galaxie 500). Creo que precisamente es el estilo natural y cotidiano de Wareham lo que hace que el libro sea tan entretenido. Es un libro autobiográfico, pero se deja leer como una novela histórica. Una novela de la historia del rock.

No ha sido una lectura pacífica, no se crean. He tenido que parar de leer unas cuantas veces para buscar los grupos o las personas de las que habla Wareham. A continuación tienen un párrafo que hizo que me detuviera, buscara en Internet y bueno… dejara de buscar.

GG Allin había conseguido que algunos lo considerasen la verdadera esencia del rock and roll, la nueva encarnación de Hank Williams. Pero Hank Williams no tomaba laxantes antes de sus conciertos para después desnudarse y cagar en el escenario.

Wareham no tiene pelos en la lengua, como quien dice. Habla con la misma claridad de temas puramente financieros que de drogas y juergas. No escatima en miserias ni en victorias y lo cuenta todo desde una (fingida) imparcialidad que resulta inquietante.

En el Pyramid hacía un calor infernal y dimos un concierto lento y rockero. El Village Voice dijo que nuestra actuación era como follar colocado y sin prisas.

He tenido la sensación en algunos capítulos de que Postales Negras es, esencialmente, la oportunidad de Wareham de dar su versión sobre lo sucedido con Galaxie 500 y con su vida sentimental, que tienen un protagonismo evidente en el libro. Tal vez se trate de un recurso literario para mantener un hilo argumental. La verdad es que ambas historias enganchan y se queda una con ganas de saber más, maldita curiosidad.

Además de unos cuantos detalles morbosos de alguna que otra estrella del rock (evitemos el spoiler), y de sus propias aventuras y tesoros, Wareham analiza la industria musical desde un prisma, para mi, bastante novedoso. Wareham no se ha hecho de oro (según parece, más bien al contrario). Ese poso de humildad hace que el enfoque del libro resulte refrescante.

Me encanta como desmiente mitos y arremete contra instituciones.

¿Mejoraron las cosas con la aparición de Nirvana? ¿No se llenaron las ondas de estupendo rock alternativo? No, todo empeoró, porque las radios alternativas de rock moderno se convirtieron en un negocio mucho más grande. Podría decirse que Nirvana arruinaron todo.

Arriesga cuando defiende el fichaje por una discográfica internacional en lugar de un sello independiente.

Tú decides qué es menos malo en la industria de la música. Hay una diferencia entre que te prometan un royalty generoso y que realmente lo recibas. Mi opinión es que hay que aceptar el dinero cuando te lo ofrezcan, a ser posible por adelantado.

Le resta importancia a lo evidente y no se vende a la anécdota fácil.

En Athens, Georgia, tocamos en el 40 Watt Club. Peter Buck de R.E.M. vino a vernos y nos invitó a su casa. Nos organizó una pequeña fiesta. Allí estaba también Mike Mills y otra gente que no conocía. Pero empezaba a hacerse tarde y yo estaba derrotado. ¿De dónde sacaba esa gente tanta energía?

En Londres grabamos tres canciones y una entrevista para MTV. Paul King, que cantaba en un grupo llamado King y había salido en el Top of the Pops, fue el entrevistador. Había sido una estrella pop y ahora era un presentador de MTV, la forma de vida más despreciable que se conoce.

Su cantante Mark Lanegan, tenía una voz grave y rockera no muy alejada de la Jim Morrison. Al igual que Morrison, Lanegan era apuesto y carismático, tenía el pelo largo y castaño y bebía en exceso.

Me ha enganchado lo surrealista de algunas anécdotas que, al menos, para una oficinista como yo, resultan apasionantes.

Sudsy Malone’s era un bar, una sala de conciertos y una lavandería. Si lavabas allí tu ropa, obtenías un descuento en la entrada del concierto; aprovechamos para hacer allí la colada. La sala estaba abarrotada pero tocar en una lavandería es un poco deprimente por muy punk que parezca. Nos llegaba el olor a suavizante desde el escenario; un olor muy poco rockero.

Y más allá de la anécdota, me maravilla como detalla cada hecho y como permite que el lector se haga una imagen genial de lo que debió ser telonear a The Velvet Underground o conocer a Lou Reed.

Lean a Wareham (disfruten del prólogo de Ignacio Juliá) y estén atentos, sacará disco con Britta Philips (su actual mujer y compañera en Dean & Britta) próximamente y está grabando con el cantante de My Morning Jacket. Y en el próximo FIB (crucen los dedos) aprovechen para fardar y contar la anécdota de aquel grupo que no pudo actuar por el mal tiempo en el 97…

Les dejo con unas durísimas declaraciones de Wareham (que comparto y considero extrapolables a lo que ocurre aquí) y con un par de regalitos acústicos: el cover de ‘Ceremony’, el tema de New Order que Galaxie 500 desgastó con tanto arte, y la actuación de Dean & Britta en el Primavera Sound del 2011.

La radio americana se parece a una máquina gigantesca ideada para que la gente apenas tenga que enfrentarse a música que no le guste de antemano. El miedo principal de los programadores es la volubilidad de sus oyentes, el temor a que cambien de emisora si escuchan algo que les ofenda


Galaxie 500 – Ceremony (1990) por heydrich

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