Jake Bugg es el último gran fenómeno del rock británico. El pasado año, su álbum de debut le convirtió en el solista masculino más joven en alcanzar el número uno en ventas (con la tierna edad de 18 años). Su irrupción en el panorama tiene rasgos similares a la fiebre Arctic Monkeys, allá por 2005. Ahora queda ver cuál será su verdadero alcance.
Salido de un barrio obrero de Nottingham, como bien subrayaban las letras y vídeos de su primer álbum, parece que en lo personal el éxito no ha cambiado a Jake. Pero él sí deseaba cambiar algo en lo musical, ya que para su segundo disco se ha ido a grabar con el legendario barbacas Rick Rubin en su estudio de Malibu, en California. Tan importante parece haber sido este salto para Bugg, que ha puesto el nombre del estudio a su nuevo álbum: Shangri La.
Shangri La – Crítica pista por pista
Cuando Bugg sacó su primer álbum (que él mismo define como «una lista de canciones», entre las que incluso había algunas demos), nunca había salido de Inglatera. Ahora ha girado por medio mundo. Para Shangri La, ha co-escrito algunos de los músicos de Memphis como Brendan Benson, y para la grabación ha contado con gente de primera fila, como el batería Chad Smith, de Red Hot Chili Peppers.
Pero, ¿tanto ha cambiado el sonido y la música de Jake Bugg en un solo año? Hagamos un examen tema a tema:
There’s A Beast And We All Feed It
En los 50, mientras que en EEUU florecían el rock’n’roll y el rockabilly, en Reino Unido se ponía de moda un estilo más arcaico y directamente arraigado en el folk y el blues: el skiffle (lo que hacían los Beatles en sus años de instituto). Esto es lo que revive Bugg para abrir su nuevo disco. Y lo hace como un pepino, con un tema de minuto y medio que no da un respiro.
¿Hasta qué punto se parece al verdadero skiffle? Buscad un oscuro cover de los primeros Beatles, cantado por George Harrison: ‘Nothin Shakin But The Leaves On The Trees’.
Pero no todo es vintage: la letra es una crítica a los medios actuales, e incluye una mención a Twitter.
Slumville sunrise
Un efectivo riff nos mete de lleno en el primer tema redondo del disco. Compositivamente no se aleja mucho de ‘Taste It’, uno de los más movidos de su álbum de debut. Lo que cambia es el envoltorio: rockero, sin medias tintas. Si grabas en casa de Rick Rubin, más vale aprovechar todas sus guitarras, amplis y juguetes. Tanto comparar a Jake Bugg con Bob Dylan y, ante temas como este, yo pienso que él quiere ser Chuck Berry o Keith Richards. Dato curioso: el estribillo recuerda un poco al tema de Grease.
El vídeo (de Shane Meadows) es sencillamente genial.
What Doesn’t Kill You
Llevamos tres temas, y tres pelotazos. Bugg no baja el ritmo; su voz dispara a toda velocidad. Influencias salidas del garage clásico y el proto-punk. ‘Train Kept A Rollin‘ de The Yardbirds es la más obvia. Pero no se queda ahí, porque Bugg se saca de la manga un estribillo ganador; de los mejores escritos hasta ahora por el chaval.
You and Me
Por fin, un leve respiro. Aunque Bugg no baja el nivel. Vuelve a su registro más lírico, másDylan; el que más abundaba en su debut. Con ese «They won’t catch you and me» no puedo evitar pensar en ‘Riot Van’ de Arctic Monkeys.
Messed Up Kids
Una melodía que tira de trucos que ya usó, por ejemplo, en ‘Two Fingers’, pero con una vestimenta diferente. Una historia de personajes callejeros convertida en muy probable himno de festival, a la manera que lo podrían haber hecho Oasis en los 90. Todas las papeletas para ser un hit.
A Song About Love
Una balada que empieza tímida y suave, pero que cuando arranca se convierte en algo épico y casi me atrevo a decir grandioso. En el clímax me pone la carne de gallina como pocas cosas que haya escuchado este año. Confirmo que la sombra de Oasis sobre este disco es alargada.
All Your Reasons
Jake cuenta que la primera vez que habló con Rick Rubin, le dijo que se escuchase los diez primeros discos de Neil Young, y que luego volviese. Esas enseñanzas no han caído en saco roto. El tema más bluesy y americano del disco podría pasar desapercibido, si no fuera por un estribillo y un gancho marca Jake Bugg. La facilidad de este tío para las buenas melodías debe cabrear mucho a un gran número de compositores veteranos.
Kingpin
Un sonido que es 100% ese R&B que hacían las bandas británicas a principios de los 60. Es lo mismo que también han resucitado ahora The Strypes. Que ellos me perdonen, pero me he escuchado su disco de cabo a rabo y no he encontrado ningún tema tan inmediato y pegadizo como este ‘Kingpin’. Espero que en directo Jake la toque con una Gretsch Falcon, como debe ser.
Kitchen Table
La prueba de que Bugg no ha querido privarse de experimentar. La esmerada producción recubre de capas la melodía. Una especie de jam, sofisticada y serena, que haría sonar más maduro a cualquiera. Sin ser una maravilla, aporta clase y sobre todo variedad de registro, algo que se echaba en falta en el primer álbum.
Pine Trees
Tras la experimentación, el regreso a la esencia. Aquí Rick Rubin apagó los juguetes. Podría ser una de esas demos que se colaron en el primer disco. Jake Bugg sigue siendo Jake Bugg.
Simple Pleasures
Otro gran paso en la esperada evolución y madurez de ese jovencito que emulaba a Dylan, guitarra acústica bajo el brazo. Un tema inmenso, que lo tiene todo. En la línea de lo que amagó Noel Gallagher con sus HIgh Flying Birds, pero bien conseguido, y con sólo 19 años. Me descubro.
Storm Passes Away
Yo habría cerrado con el anterior tema. Pero quizá a Bugg no se le quedaba buen sabor de boca, si no volvía a ese folk-blues acústico con el que irrumpió en escena. Y esta vez, con todo lujo de arreglos. El tema es menor, pero cuando se hace una música así de americana, debe de ser una satisfacción bestial grabar allí y tener a tu disposición a los mejores.
Conclusión
Jake Bugg no sólo sigue creciendo, sino que en el trascurso de un año, ha pegado un estirón considerable. Sin renunciar a esa esencia retro, que no se fijaba en nada sucedido antes de 1966, Bugg va ampliando miras, al mismo tiempo que pule de manera impecable su sonido.
Shangri La no es una revolución, pero tampoco uno de esos segundos discos que se sacan a toda prisa y sin madurar, para exprimir sin más el éxito del debut. Si fuera un programa informático, sería Jake Bugg 2.0, y merecería mucho la pena comprar y disfrutar de la segunda versión.
¿Hasta dónde llegará el fenómeno Bugg? No lo sé, pero sí sé que el chaval todavía está en edad de crecer. Volvemos a hablar tras su tercer disco.