El pasado viernes la sala Charada, repleta hasta la bandera, fue testigo de la primera visita a Madrid de La Luz, una de las bandas más prometedoras dentro del tumultuoso panorama de girl groups aparecidas en los últimos años (lee nuestra entrevista con La Luz).
Los encargados de abrir la noche fueron los madrileños Terrier. Se nota que sus cuatro jóvenes miembros han mamado del sonido primitivo y lisérgico de la Costa Oeste estadounidense, y así lo demostraron enérgicamente en los 45 minutos aproximadamente que se mantuvieron sobre el escenario, con un estilo que recuerda mucho a The Oh Sees, Ty Segall o a los patrios Mujeres.
Tras los pertinentes ajustes y pruebas previas, saltaron a escena las cuatro protagonistas principales de la noche, todas ellas perfectamente ataviadas con un vestuario cuidadosamente estudiado, donde predominaban vestidos negros, chaquetas vaqueras roídas y medias agujereadas. Había llegado el momento esperado de la banda asentada en Seattle.
Las americanas vinieron para presentar su primer LP, It’s Alive, un álbum que cuenta con una admirable cosecha de buenísimas críticas en Estados Unidos, y que parece confirmar las excelentes sensaciones que desprende su trabajo sobre las tablas. Vinculadas al independiente sello Hardly Art (afiliado a Sub Pop Records), pero con poco que ver con el grunge, evocan a las Shangri-Las o The Ronettes y a toda esa cultura de bandas femeninas que arrancan en los sesenta bajo la estela creativa de Phil Spector, que va desde el pop azucarado al garaje pasando por el surf rock de Dick Dale o The Ventures, y que termina por fraguarse con la voz cristalina de Mazzy Star.
Empezando con la potente ‘Sure As Spring’ (corte que también inaugura el disco), el setlist fue para dejarnos sin aliento, sin apenas pausas con el inconveniente de que los ajustes previos no habían dado los frutos deseados: la voz de Shana Cleveland apenas se escuchaba y ella misma trataba de hacérselo notar a los técnicos de la mesa de sonido de forma ostensible.
Una vez enmendados los problemas técnicos, La Luz prosiguió la velada deleitándonos con las canciones de resto del álbum brillantemente ejecutadas , entre las más celebradas ‘Sunstroke’, ‘Morning High’, ’Big Big Blood’ o ‘All The Time’. Se mostraron cercanas en todo momento. Incluso en un momento de ímpetu, la hiperactiva teclista entregó su cuerpo tirándose sobre el público, que terminó haciendo crowdsurfing durante un buen rato.
Alcanzado el éxito en el tramo central del concierto, su desenlace nos dejó ‘Call Me In The Day’, ‘Phantom Feelings‘, uno de sus temas más deliberadamente psicodélicos, ‘Damp Face’, canción puramente instrumental, y ‘Pink Smile’, que clausuró una fiesta que se nos hizo corta. La banda tocó los principales temas de su todavía escueta trayectoria, acentuando con éxito los arreglos de sus discos y sonando aún mejor que en ellos con teclados más presentes, mucho reverb y ni un ápice de distorsión.
Dicho esto, el público gozó de un concierto intenso como pocos grupos son capaces de crear en vivo, donde las de Seattle revelaron toda la potencia, la sonoridad, y la fuerza que atesoran para manifestar emociones a través del rebelde e inquieto estado de sus almas artísticas. Tras el final del concierto, permaneció un sentimiento inapelable de felicidad consumada.
Aguardaremos con ansia un próximo retorno de La Luz por nuestras tierras, y esperemos que con un nuevo trabajo bajo el brazo.