Nos encaminamos a la playa de Fora Forat, en Vinaròs, con la incertidumbre de volver a un festival de grato recuerdo, pero que ha estado en barbecho durante unos años, por lo que no sabemos cómo va a volver a brotar. Las primeras impresiones son buenas: el recinto se encuentra al lado del mar, también junto a un paseo marítimo donde se mezclan tanto festivaleros como familias. Antes de entrar tuvimos que pasar el check-in, no sabemos si esto no hubiera sido un caos con una afluencia mayor, pero como no fue así, fue un pequeño tramite que luego hizo muy cómodo todo el festival. Además era estrictamente necesario para que el chip de tu pulsera fuera nominal y así poder pagar todas las consumiciones (recargando con dinero físico o desde tu móvil), teniendo siempre bajo control las pelas y evitar la típica sorpresa de las mates del día después. Una buena apuesta por la innovación aunque por momentos no fue demasiado ágil, pero en verano no hay prisas.
El horario diurno hizo que el sábado 12 después de comer prefiriéramos a Pional antes que una buena siesta con el Tour. El madrileño supo captar la esencia del horario y en la pista descubierta nos cameló con sus variantes de house, disco y electrónica más contemporánea dejando caer algún tema de su último EP Invisible/Amenaza. Para alivio de los asistentes unos aspersores de agua refrescaron a los presentes durante la tarde, aunque la brisa y la buena música ya supusieron bastante refresco. Decidimos un cambio de escenario, y nos fuimos al Pinada, al más puro estilo rave, en medio de unos pinos, y nos encontramos a los valencianos Cookin Soul. La cercanía con el anterior escenario era un lujo a la hora de moverse, sí, pero hizo que el sonido de ambos se mezclaran restándole mucha calidad a este último. Aun así, pudimos mover las caderas con temas de los Beastie Boys o Tote King, todos bañados con bases de estos productores valencianos.
Para terminar nuestra visita preliminar nos acercamos a la carpa cubierta para embriagarnos del dub de diskJokke, el noruego contradijo el tópico de la frialdad de las tierras norteñas, con un set muy cálido y petado de guiños al funk y a la disco. No nos queda claro si fue buena idea hacer solapar a dos que para mí eran los cabezas de cartel del sábado como Tomoki Tamura e Ivan Smagghe, porque la banda Jagger que nos suministraba chupitos sin cortapisas nos hizo olvidar esa metedura de pata. Así que nos tuvimos que sobreponer e intentar ser bicéfalos sonoros. El francés Ivan dio lo que se esperaba de él: sonidos oscuros, estilo en las mezclas y música para bailar. Tomoki optó por su groove embaucador que revoluciona la pista sin dejar que nadie descanse. Podríamos decir que Japón ganó a Francia aunque fuera en los penaltis.
Domingo 13
Volvemos a repetir viaje hacia Castellón, solo que con el cansancio de la jornada anterior y esa típica pereza mental que dan los domingos cuando el lunes te espera una jornada laboral. Con todo y con eso, llegamos dispuestos para ver el live de B-Flecha, pero no sabemos si por retrasos o cancelación, a la hora prevista de la actuación por allí no apareció nadie, así que unas cervezas en la playa fue una variante que resultó ser muy apetecible. Después de este realaxing pint of beer in the arena, iba tocando el momento de ponerse en faena, y el veterano David Verdeguer no se reprimió. Con un techno contundente y rítmico, que quizás no era lo más apetecible a esas horas, pero es que al final la cabra siempre tira para las altas revoluciones.
Y si, ya llegó el momento, y se acercó al escenario como las grandes actrices de Hollywood cuando pasean por la alfombra roja de los Oscars o de Cannes, desbordando glamour y belleza. Por supuesto, hablo de Nina Kraviz. A la siberiana se le nota cómoda en este papel, reparte sonrisas, saludos y bailes para el disfrute del personal que allí nos reuníamos, a veces más cercanos a un grupo de groupies adolescentes que unos veteranos de la electrónica. Esa belleza podría ser un hándicap sobre todo por la ya denostada profesión de pinchadiscos y el nivel de freakismo que se está alcanzando. De todos modos, en cuanto arranca con su sesión, demuestra que no es así, que ella es de las buenas, y el mismo estilo que tiene en el vestir lo tiene a la hora de seleccionar música, aunque tuvo algunos fallos en las mezclas (una simple consecuencia de su defensa del formato de vinilo muy de agradecer en la era digital). Su set nos trajo un techno pasional que mirando al mar de fondo y con una cerveza fría, no se puede pedir más.
Cogió el testigo el Irlandés EJECA, que aunque no lo tenía fácil, supo darle continuidad a la sesión de Nina Kraviz, con un sonido techno que por momentos nos sumergió en la auténtica Detroit. Para terminar le dedicamos nuestras ultimas fuerzas a Craig Richards, residente de Fabrik London, y hombre serio en los platos. Con mezclas de estilos y vanguardias, quizá no fue lo que más nos convenció pero nos negamos a quitarle méritos dado su bagaje musical.
Sintiéndolo mucho nuestros compromisos profesionales nos impidieron asistir a la jornada del lunes que tenía muy buena pinta. Pero con las dos sesiones que tuvimos nos quedamos muy satisfechos. Quizá hubo bastante menos público del que se esperaba, no sé si sería el horario diurno, la falta de promoción o que demasiada gente seguía intentando recuperarse del Sónar… Pero lo que está claro es que ElectroSplash no aposóo por un cartel de masas, no “evolucionó” hacia nuevos estilos, como muchos otros festivales, vendiendo su alma al diablo para atraer a gran cantidad de jóvenes descamisados. En definitiva, no apostaron por una música en la que no creen. Todo esto les honra y por ello les felicito. Disfrutar de música que te gusta, en un bonito entorno, junto a gente que quieres para mí es un sinónimo de felicidad, y aquí hemos venido a ser felices, así que a disfrutar.