Junkfood son un grupo italiano de post-rock del que hablé en su día, formado por Simone Cavina (batería), Simone Calderoni (bajo), Paolo Raineri (trompeta y fliscorno), Michelangelo Vanni (guitarra).
En un país que tiene una cultura de música post-rock e instrumental en general que es prácticamente nula, Junkfood han sabido crear un producto de asombrosa calidad. Su último LP, The Cold Summer of the Death, debe su título a un verso de ‘Noviembre’, un poema del italiano Giovanni Pascoli. ‘Noviembre’ habla de la precariedad de la existencia, la falsa ilusión de que todo esté lleno de vida, ya que sobre todo reina la muerte. Actuaron en el Primavera Sound 2014, y allí tuve la oportunidad de hablar un rato con ellos.
– Sé que es muy típico, pero ¿por qué Junkfood (comida basura, ndr)?
– Simone Calderoni: Básicamente porque la idea estilística del grupo era mezclar varios géneros y mezclar un poquito referencias académicas y otras más populares, el sacro y el profano. Luego, nosotros nos conocimos en el conservatorio de Bolonia y comíamos en el McDonald’s, así que la asociación nos pareció apropiada.
– Simone Cavina: Si, sobre todo la segunda versión de la historia (risas).
– ¿Cómo os habéis embarcado en un género como el post-rock en un país que no tiene apenas cultura de este estilo musical?
– Simone Cavina: Efectivamente es un género muy de culto todavía. En realidad nosotros nos conocimos haciendo cursos de jazz y luego empezamos a componer material propio, que era decididamente más rock. También nos interesa mucho el post-rock de Tortoise y la escena jazz downtown de Jim Black, que abrió horizontes musicalmente: el no tener un solista, el improvisar. Nuestra música simplemente surgió así por eso.
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– Además de las influencias musicales que os aúnan como grupo, ¿con que géneros habéis crecido?
– Paolo: Uf, un montón de cosas. Yo empecé con el punk y el ska, luego fui hacia el jazz y después hacia sonidos más escandinavos.
– Simone Calderoni: Yo quiero romper una lanza en favor del metal, que me ha formado desde los 12 años a los… ¿37, que son los que tengo? No, fuera coña, hasta los 25 por lo menos. También me encanta el grunge de los 90. Y el rock psicodélico. Música un poco alborotadora, vamos. Soy así como un híbrido: hippy metalero.
– Simone Calderoni: Mi primer amor musical fueron los Guns N’Roses con 4 años. Y mis padres, en lugar de intentar parar esa pasión por el metal, me alentaban comprándome discos. Luego llamaban de la guardería preocupados preguntando que de dónde había sacado esos discos… Luego, mi padre era un gran rocker y escuché todos sus discos más clásicos, hasta que hacia los 16 descubrí el funk y el jazz. Siempre empecé por artistas demasiado avanzados, así que mi camino ha sido siempre una búsqueda de los orígenes de lo que me gustara.
– Michelangelo: Pues, mi recorrido también fue parecido al de Simone. Empecé con el heavy metal y poco a poco fui retrocediendo a las raíces del rock, hasta llegar al jazz.
– Simone Cavina: Tenemos una foto muy comprometedora de la época metalera de Michelangelo. La llevamos en la furgoneta como si fuera nuestro santo patrón. Era algo a medio camino entre Slash y Alice Cooper.
– Simone Calderoni: ¿Sabes que después de ver esa foto no podía volver a mirarle a la cara? Tenía esa imagen forjada a fuego en la retina y no podía mirarle (risas).
– Y hablando de música,qué tan difícil es vivir de ella en Italia?
– Simone Cavina: Vivir de la música no es más difícil que para un licenciado en cualquier campo encontrar un trabajo de lo suyo. Pero creo el poder currar de lo que es tu pasión más profunda desde que eras pequeño, compensa mucho las dificultades que puedes encontrar para vivir de ello.
– Entre las trabas que ponen las autoridades, los costes y que nos han subido el IVA del 8 al 21 %, los precios de las entradas suelen ser algo caros y ser aficionado a la música en vivo es cada vez más complicado. Es decir, para un grupo como Love Of Lesbian igual te piden 30 €. ¿En Italia también es tan difícil serlo?
– Simone Calderoni: Oye, como idea no es equivocada, porque si no ajustas el precio de la entrada para que sea más asequible, eso significaría que podrías pagar a todos los que curran esa noche sin tener que costearlo tú. Idealmente, sería justo. Pero la realidad es que uno siempre tiende a pensar que el concierto le sea debido, que su atención es un regalo y por lo tanto a menudo no está de acuerdo con los precios. No sé, en Italia si te piden 15 euros para un grupo como Calibro 35 (grupo que en Italia es más popular que Izal en España, NdR), es de locos. Si me dices Baustelle (grupo de referencia de la escena indie italiana, NdR), 20 € es un buen precio, pero porque son Baustelle y tienen a decenas de personas currando para promover el concierto. O sea, puede que en realidad en Italia sea más fácil ser fan.
– ¿Habíais tocado alguna vez en España?
– Simone Cavina: No, nunca hemos tocado en España, pero la idea es maravillosa. En realidad esta es una suerte de minigira europea, la primera. Ayer estuvimos en Perpiñán, de hecho.
– Bueno, vosotros tenéis la suerte de no tener ninguna barrera lingüística.
– Simone Cavina: Sí, y ahora mismo un público internacional. O sea, hace unas noches en Niza la gente se despellejaba las manos aplaudiendo. Eran 40 personas, pero se estaban dejando las manos. Nunca nos ha pasado, ni siquiera en Italia donde tenemos nuestro grupo de seguidores.
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– En España el Primavera Sound se ve como el Coachella o Glastombury nacional, ¿en Italia también se ve así?
– Simone Calderoni: Sí, absolutamente. Sobre todo porque en Italia no hay una alternativa patria. No hay nada como un Primavera Sound. Hay festivales, pero con carteles muy limitados al panorama nacional. Además suelen ser eventos muy específicos, no tan variados como lo es el PS, que te trae muchos géneros y estilos diferentes.
– A pesar de que una entrada igual te vale 30 pavos, en España se suele hablar mucho en los conciertos. ¿Es cosa nuestra o pasa también en Italia?
– Simone Calderoni: No, no, en Italia es la misma mierda. Normalmente intentamos cubrir las voces subiendo el volumen.
– Simone Cavina: También influye mucho la educación del público. O sea, yo he visto a gente que ha mandado callar sin cortarse un pelo, en plan “cuando hay un concierto, os calláis y si queréis beber y charlar, os vais atrás”. Pero también creo que es cosa de los pueblos mediterráneos, sabes. Hace poco tocamos en Alemania, en la sala había gente de 20 a 50 años y todos estaban callados y pendientes del concierto, creo que el factor cultural tiene mucho peso también.
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– Por cierto, ya sabéis que andan por aquí vuestros paisannos C+C=Maxigross. Vosotros hacéis música densa y ellos psych folk con un montón de instrumentos. Vosotros sois 4, ellos 5, ¡si os juntáis podríais ser los Arcade Fire italianos!
– Simone Cavina: Tenemos que ponernos manos a la obra para el regreso en 9 (risas).
– Simone Calderoni: No sé cómo pretende hacer una gira con 9 personas y los tiempos que corren, pero lo estudiaremos (risas).