La última vez que Band Of Skulls estuvo en la capital fue en la pasada edición del Dcode Fest. Poco tiempo ha pasado desde su última visita, en la que una panda de insensatos estuvimos cociéndonos a fuego lento en la explanada de Ciudad Universitaria debido a la hora intempestiva a la que se celebró el concierto. Lo ocurrido el pasado 27 de febrero en La Riviera fue algo completamente distinto.
El trío de Southampton llegaba a Madrid para presentar Himalayan, un disco compuesto por 12 cortes melancólicos y oscuros que igual gravitan alrededor del blues, el folk o el garage, para inflamarnos con su sonido directo desde el averno y conducirnos hacia territorios ocultos. Con este álbum, por fin, han dado el empujón cualitativo necesario para situarse como referencia en el panorama de rock alternativo internacional.
Con su particular forma de aunar los sonidos más guitarreros con cierto deje bailongo, Band Of Skulls se han hecho con un hueco en la escena, y con actuaciones como las del otro día, además se confirman como una excelente apuesta en directo.
Band Of Skulls supieron mantener en vivo la crudeza que sus canciones desprenden en sus álbumes de estudio, ante una sala que distó mucho del aforo completo. Aun así, los seguidores que allí estaban se unieron con tanto ímpetu a la fiesta, que el propio grupo hubiera querido que tuvieran un micrófono.
Para nuestra sorpresa, el grito de bienvenida de los ingleses fue ‘Light Of The Morning’, un clásico de su primer disco y que fue toda una declaración de intenciones para introducir la velada. Poco después, sonaron ‘Himalayan’, ‘Bruises’ y ‘Patterns’, canciones que encapsulan las razones del éxito de este grupo: los incontestables golpes rítmicos de la batería, los riffs magnéticos y unos estribillos pegadizos.
Una vez pasada la prueba de fuego de la primera parte del show (y superadas poco a poco las deficiencias técnicas de una sala como La Riviera), la banda prosiguió con un apabullante repertorio que machacó al público con sus fieros rugidos; contundentes y precisos; agresivos y oscuros.
La música golpeó a los asistentes con un puñetazo a la diestra de rock duro y otro a la siniestra de pop bailón. Así se sucedieron himnos como ‘Sweet Sour’, ‘Asleep At The Wheel’ y ‘Brothers And Sisters’, bailados con excitación y entre pogos por el público, que demostraron la innegable química que exhalan los británicos con los instrumentos en su poder.
Aún en pie a pesar de tanto golpetazo directo a la sien, los británicos continuaron asestando latigazos sonoros que parecían querer reventar las cajas de resonancia colgadas del techo. Fue el turno de ‘Death By Diamonds And Pearls’, uno de sus temas más viscerales, dando lugar a un concierto que supuró fervor a raudales: una lección de potencia y nervio en toda regla.
Continuaron con ‘The Devil Takes Care Of His Own’, con una línea de bajo exquisita que acompañó a unos compases de batería cautivadores; y una interpretación absolutamente atronadora de ‘I Know What I Am’.
Una vez enfilada la parte final del concierto, después del bis de rigor, a Band Of Skulls todavía les quedaron fuerzas para ponernos a todos inopinadamente contentos con ‘Hoochie Coochie’ y ‘Hollywood Bowl’. Minutos mágicos de radiante felicidad que le dieron sentido a todo. Todo estuvo medido y todo fue efectivo.
Si el veneno de nuestra época es la música promocionada en exceso y carente de sustancia para las masas más irreflexivas, Band Of Skulls es el antídoto, el bastión del rock.
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