Cuando supe que Dry The River pasarían por Madrid casi se me saltaron las lágrimas. Y por si fuera poco con Nunatak de acompañantes. Uno de los conciertos que más me marcó de la pasada edición del SOS 4.8, por no decir el que más, fue el de estos cinco muchachos londinenses, y se iba a repetir, pero de una forma mucho más íntima y especial.
Empezamos con un poco de la magia de Nunatak, que emergieron sobre el escenario de la Sala Copérnico bien puntuales. A ellos los vimos hace poquito en Siroco y no hace falta decir que esta vez nos volvieron a enamorar. Y es que es algo inevitable, no puede ser de otra forma con canciones como ‘Luz En su Voz’, ‘La Cuarta Dimensión’ o ‘Soy Viento, Soy Fuego’. Nos ofrecieron además un regalo: un nuevo tema aún sin nombrar, según dijo Adri, cantante y guitarrista de la banda. A los de Cartagena les sale solo, desprenden una energía positiva que te llena por dentro. Fin de su turno, que supuso un punto y seguido a la noche que acababa de empezar de la mejor forma posible.
Una media hora después de Nunatak, y tras un ajetreo de cambio de instrumentos sobre el escenario, los cinco componentes de Dry The River (y qué cinco) hacían su esperada aparición. Sin apenas darnos cuenta (o tal vez por el ensimismamiento producido al verlos salir), ya sonaba en la sala ‘Alarms In The Heart’, ese tema que pone nombre a su nuevo trabajo, y que quizá dejaron caer demasiado pronto ya que sonó algo tenso, hasta que la voz de Liddle comenzó a fluir de forma natural conformando un tejido perfecto junto con el resto de instrumentos. Siguiendo el orden de su disco, se dejaba caer ‘Hidden Hand’, que es sin duda alguna una de sus mejores nuevas armas.
Y así, de sopetón, vino ‘New Ceremony’, que por favor, ¿a quién no se le ha caído nunca una lagrimilla escuchando esa maravilla? De verdad que vendería un riñón por que Liddle y los suyos tocaran esta canción únicamente para mí aunque solo fuese una vez. A continuación, el suave inicio de ‘Gethsemane’ se hizo eco en la sala para ir subiendo la intensidad a partir de esos dos primeros minutos de calma relativa.
Regresando con ‘Shallow Bed’, nos demostraron en directo el potencial sentimental que puede llegar a tener una sola canción a lo largo de sus casi cinco minutos de duración. Una montaña rusa que te arrastra hacia lo más profundo, de la misma forma que te eleva hacia lo más alto, hablo por supuesto de ‘Family’. Y con estos chicos, no hay descanso que valga. Cuando te metes en uno de sus conciertos, lo haces sabiendo a lo que te enfrentas: miles de diminutos fragmentos musicales cargados de sentimiento, explosivos y fulminantes. Y eso exactamente es lo que ocurrió cuando empezó a sonar ‘Lion’s Den’. ¿Me entendéis no? Si la respuesta es no, os aconsejo que no os dejéis escapar la próxima cita con DTR.
Después, un poco más de esto mismo con ‘It Was Love That Laid Us Low’, pero eso sí, con un poco más de tranquilidad para a continuación soltar otro de sus bombazos: ‘Everlasting Light’. Con la siguiente, ‘Rollerskate’, se encargaron de dejarnos a todo el público pendiendo de un hilo tras ese silencio rompedor que acompañaron con un parón total de movimientos como si en un lugar atemporal estuviéramos. Y mientras, todos, mirando como tontos el escenario esperando de nuevo cualquier indicio de movimiento.
A todo esto, barría con la mirada la sala para ver las reacciones de la gente frente a estas incendiarias canciones a las que Dry The River nos estaba exponiendo. Había rostros ojipláticos, sonrisas que casi conseguían romper mofletes, parejas abrazadas, lagrimales a punto de explotar, expresiones… mmm dejémoslo en indefinidas y hasta auténticos fanáticos que intentaban conseguir la entonación de Peter.
‘Bible Belt’ e ‘History Book’, dos de las canciones más preciosistas que han podido escribir estos muchachos sonaron ahora en la sala, con una grandísima acogida de la segunda por todos los presentes. ‘Hope Diamond’, ‘Med school’ y «la canción más triste que ha escrito nunca» Peter Liddle, según dijo, o sea ‘Vessel’ fueron cayendo poco a poco.
Todos lo estábamos esperando, pero ninguno queríamos que llegara el momento porque significaba que el final estaba cerca. Queríamos que la voz de Liddle siguiera fluyendo como hasta ahora arropada por las Scott, Matthew y Jon. Pero llegó, y ‘No Rest’ empezó a derramarse inundando cada uno de nuestros corazoncitos. Y entonces se fueron, pero volvieron con más. Peter, Scott y Matt bajaron del escenario para enfundarse en el calor de una sala que solo podía devolverles el cariño regalado. Sobre el silencio, la voz de Peter entonaba ‘Shaker Hymns’ mientras le acompañaban las dos guitarras acústicas y los coros. Sin duda, un momento de lo más íntimo que nadie se esperaba y que ahora todos guardamos con amor en el recuerdo. Para acabar, qué mejor que su estremecedor himno ‘Weights & Measures’.
Es lo que pasa con estas cosas, esperas con ansia su llegada y de repente te das cuenta de que lo has tenido delante de tus ojos, que no ha sido un sueño. Que has vivido, has sentido y has tocado un directo de Dry The River.
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