10.
‘Say Something Loving’; The xx
Una de las canciones pop, de largo, más bonitas del año, ‘Say Something Loving’ encarna a su manera el estallido de luz y color que ha cegado a The xx para su tercer disco, un triunfo colosal que ya dejó ‘On Hold’, en forma de sencillo, entre las mejores canciones de 2016. Y bien arriba, que es donde pertenecen estos tres chavales que sin hacer mucho ruido se han podido convertir en el acto musical más representativo de la década a cuyo final empezamos a acercarnos, entre la celebración de la intimidad y el brillo electrónico.
9.
‘DNA’; Kendrick Lamar
Kendrick Lamar decidió jugar al juego de los personajes para meterse en la dinámica de su último disco, uno que venía con la difícil premisa de suceder al descomunal To Pimp A Butterfly, retrato social y disco generacional sobre la historia y la toma de control de la sociedad negra, marginada en los EEUU desde siempre y atravesando diferentes etapas en su construcción, unas más evidentes que otras pero todas igual de nocivas. Soltó un par de golpes sobre la mesa y, sin apenas tiempo de digestión, anunció DAMN. para el viernes de Coachella. Él encabezaba la jornada del domingo. Y en su concierto, además de levantar una nueva escenografía que le presentaba como las grandes estrellas del rap, solo ante el peligro, con una plataforma visual impresionante y sobre una base pregrabada, aprovechó para narrar la historia de ese personaje que se había empeñado en alumbrar: Kung Fu Kenny. Un personaje inspirado en el papel de Don Cheadle en la película Hora Punta 2, que no por casualidad aparece en el vídeo de ‘DNA’. ¿Lo más gracioso de todo? Que Lamar le invitó a ver el alumbramiento del personaje al festival de Indio, que aceptó, que cenaron en un chino y que salieron… y que Cheadle solo cayó en la cuenta de la «sorpresa» cuando empezó a cotillear en Twitter. Damn.
Ah, ¿el tema? Un cañón de metralla pesada, a ratos trap, a ratos hardcore. El ADN de soldado de Kenrick Lamar, del mejor rapero del mundo.
8.
‘Day I Die’; The National
El día que os muráis, The National, os recordaremos por canciones como esta. Por estas reflexiones cansadas y meditabundas sobre una instrumental de épico apoteosis, de belleza y brillo guitarrero, de baterías imparables, de bajos contundentes. De rock, en definitiva, y es que los de Matt Berninger han conseguido erigirse en sus adalides más creíbles en 2017. Otros contendientes se han borrado, son ellos los que han preferido seguir su propia senda, seguir ahondando en su sonido y hacerse fuertes en torno a él, haciendo de la personalidad y del mimo sus mejores virtudes. Todas, las presentes, las futuras, las pasadas, están representadas en ‘Day I Die’, donde además Matt expone el temor que le da aceptar la realidad y los problemas y cómo consume drogas para tratar de evadirlos, de superarlos a su manera. Desgarradores, The National son la noticia más madura de 2017, la que mejor ha sabido aceptarse, el paso de los años y su lugar en el mundo. Larga vida a los nuevos reyes del rock.
7.
‘Strangest Thing’; The War On Drugs
Se les acercan estos, a un paso de los estadios y de los grandes headlinings. Los autores del mejor disco de 2014 han regresado con un A Deeper Understanding que supone una profundización en lo que al final les hizo grandes, enormes con aquel trabajo: la maestría en el estudio, su forma colaborativa de empastar los instrumentos y el tacto de Adam Granduciel, sublime en la mezcla y a las guitarras. La perfección evocadora la alcanzan en esta ‘Strangest Thing’ colosal que va desenvolviéndose al sol, poco a poco, lenta, sobre una melodía cansada y clasiquísima que deja ir entrando poco a poco el apoteosis instrumental, un riff de teclado legendario y coreable y solos afilados y gruesos con una Gretsch con cuerpo muscular. Un clásico instantáneo de la historia del rock americano, situándose detrás de gigantes como Petty, Young, Springsteen, Dylan o Adams.
6.
‘Los Ageless’; St. Vincent
Un trayazo indiscutible, ‘Los Ageless’ puede ser una de las canciones más directas y completas de la carrera de Annie Clark, y todo pese a una base absolutamente pregrabada que, en el fondo, contribuye a crear esa sensación plástica y artificial que ha querido transmitir St. Vincent con su último trabajo. Puro synthwave sobre trémulo electro, Annie juega además con la palabra Los Angeles y la deconstruye como deformando hacia el esperpento su propia concepción de la fama y el famoseo. Y se saca una pista de guitarra espídica y electrizante que bebe del mejor Matt Bellamy. Una salvajada de tema, desde luego, que se redondea por todo lo alto con un reprise psicodélico que recuerda a Pink Floyd.
5.
‘Replica’; The xx
El paso del románico al gótico, si I See You es el disco en el que The xx dejan entrar la luz en su confesionario de oscuridad, ‘Replica’ es el momento exacto en el que abren las ventanas. Es la ceguera hasta que el ojo se costumbra, pero también es la invasión del color y cómo hace a todo vibrar. Es la canción que representa la transición, la que la narra en cuerpo y en alma, desde la inicial melancolía nebulosa en la que Oliver barrunta «second time a wrap, feels like this song’s already been sung», como respondiendo a todas esas voces opositoras que clamaban que The xx se quedaron en la repetición oscura y obtusita de las virtudes de su rompedor debut («they all say I will become a replica, your mistakes were only chemical»), hasta la preciosa explosión de color que da Jamie con sus sintes y que llega al límite, a la vidriera flamígera, cuando Oliver eleva al cielo la pregunta que les sacó de la caverna y a la que dieron respuesta con su espectacular tercer disco: «Do I chase the night or does the night chase me?». Ya lo dije en su momento; la respuesta, la luz.
4.
‘Want You Back’; Haim
Voy a dejar aparte el pedazo de vídeo de la canción, con coreografía de Francis & The Lights, y a centrarme en lo que recoge perfectamente. Su bee-bop, su cadencia saltarina y juguetona de drama explosivísimo. Una de esas canciones de actuar, de ir contra el espejo, como el ‘Dancing In The Dark’, que conjuga rock y pop con deliciosa sugerencia, azúcar y sal. Que sale de los tópicos en los que siguen ancladas las letras de Danielle (al diablo las letras si la chica sustenta de sobra con su pedazo de voz heredera de Stevie Nicks y Christine McVie, y de Shania Twain, y de tantas divas de tono grave este proyecto fraternal para el que también toca la batería y la guitarra) con un recital de empaste instrumental, con producción profunda de post r&b, guiños funky y ambientación electrónica y una indiscutible llama rockera, de ese soft rock californiano que tanto se asienta en el sol, la carretera y la brisa del mar. Ahora el ‘Want You Back’ lo cantamos nosotros, pero a ellas para que regresen a nuestro país este verano, que el sorpresón del Primavera, sin estar el disco publicado y aún siendo apoteósico, nos supo a poco.
3.
‘Sober’; Lorde
¿Puede ser esta la canción con la producción más pulcra y vanguardista del año? ‘Sober’ es una fiesta, un pedo muy serio, de esos en los que acabas llevando el coche a casa perfecto pero sin saber muy bien cómo, de esas noches en las que pierdes el control pero alrededor todo parece cobrar un extraño sentido, una armonía imposible. A eso te agarras, y (joder), «qué vamos a hacer cuando estemos sobrios». Qué nos deparará el caos de la sobriedad. La reflexión más millennial posible, la de esa generación desencantada que solo encuentra satisfacción instantánea en los placeres pasajeros, y cuanto más difusos mejor. Pero la filosofía para Melodrama. ‘Sober’, repito, es la jarana. Las infinitas voces procesadas revoloteando por el garito, las percusiones saltonas rebotando por las paredes, los sintes pasando entre las luces, esquivándose los unos a los otros entre el follón. Tu crush que aparece en forma de trompetas, el momento en que os miráis y todo parece detenerse, y no se oye nada en derredor. Cada trago de gin-tonic y cómo refresca en cada frase que sale de los labios electrónicos de Lorde. Otro nivel.
2.
‘Humble’; Kendrick Lamar
«Nadie puede joder con el puto ritmo de esta canción», vino a decir Mike WiLL Made It cuando le preguntaron por ‘Humble‘, el trayazo con el que Kendrick Lamar destapaba las entrañas de su ¿tercer? disco de estudio, DAMN. El productor de Atlanta, que en el pasado había metido mano en el Bangerz de Miley Cyrus y en la Beyoncé de ‘Formation’, lo ideó con Gucci Mane en la cabeza cuando este salió de la cárcel, al final no fue y llegó, entre todas las sesiones locas de estudio a las que está acostumbrado K Dot (han pasado por ellas U2 o Annie Clark, por ejemplo, aunque con ella no haya dado resultado), a las manos del rapero de Compton. La idea era buscar la urgencia, algo que se apartaba de forma radical de la sonoridad g-funk, más de jazz y de raíces y, sobre todo, más comprometida y política en lo lírico de To Pimp a Butterfly, y al final les salió un monstruo de tantas patas como líneas escupe Kung-Fu Kenny a lo largo de sus fugaces tres minutos. Probablemente uno de los sencillos de rap más memorables de la historia, ‘Humble’ suena a Dre o a Eminem en sus cúspides tanto como al propio Kendrick, al purista de good Kid, M.A.A.D. City, pero también suena tan contemporánea que asusta, con ese beat de 808 que va con los dientes por delante, bien afilados. «I’m the realest nigga after all. bitch, be humble», suelta Kendrick al final, después de haberse quedado a gusto exponiendo su crecimiento y algunas de las razones que le han convertido en el mejor rapero del mundo. Y es que su fraseo nasal, vertiginoso, sorprendente y agresivo, igual que el beat, o más, pueden con todo. «Get the fuck of my dick, that ain’t right… I made a play fucking up your whole life». Así que ya sabes, bitch. Be Humble.
1.
‘Everything Now’; Arcade Fire
Tendemos, todos y por lo general, a denostar el presente y ensalzar el pasado, haciendo valer esa máxima expuesta por Jorge Manrique a finales del siglo XV que reza que «cualquiera tiempo pasado fue mejor». Somos animales de nostalgia, temerosos de la realidad y preferimos vivir en los recuerdos, que siempre se adornan con un punto de ficción que todo cerebro está dispuesto a asimilar como cierto. Hay que estar loco para pensar que lo nuevo siempre es mejor. ¿Recordáis a Ted y a Barney, de Cómo Conocí a Vuestra Madre? Usan a los Guns ‘N’ Roses para discutir sobre este tema: Ted piensa que nunca volverá a haber un Appetite for Destruction; Barney que «lo nuevo siempre es mejor», y por eso ensalza el fiasco de Chinese Democracy. Porque no se trata de mejor o peor, sino de superar el pasado y agarrarse al presente, que es al final lo que te insufla cosas reales para vivir. No se puede vivir en el pasado. El pasado, precisamente, del rock, ha ido viviendo época dorada tras época dorada hasta que llegara el momento de su «muerte», hasta que toda una serie de movimientos de finales de los 90 y principios de los 2000 le dieran un vuelco. Este 2017 se cumplían 50 años del famoso «Verano del Amor» de San Francisco, del Festival de Monterrey, y me pregunto si no hemos vivido nosotros en cierta manera uno este año, reviviendo una de las mejores etapas de la historia de la música. A día de hoy, y pese a vivir en el presente (como piensan muchos), proliferan enormes bandas, grandes artistas y compositores que están haciendo trabajos a la altura de las grandes obras de la historia en un mundo que ya no les presta tanta atención y que está devorado por la sobre información. Sí, señores, hemos vivido una especie de tercer verano del amor… se ve en el cambio radical que han empezado a experimentar las cabeceras de los festivales, en la decadencia de un género tan importante para la definición de la música tal y como hoy la entendemos como es el indie rock (o lo que diablos quiera que sea esa generación en la que brillan con luz propia The Strokes, Franz Ferdinand, Interpol o los Arctic Monkeys), en las cada vez más importantes y presentes fusiones, en que salgan discos y canciones tremendas de debajo de las piedras, algunas clásicos instantáneos.
En este mundo, unos en concreto han llegado a erigirse como verdaderos definidores. Pocas bandas habrán representado tan bien este movimiento como los canadienses Arcade Fire. Ellos han hecho la canción de este verano, así que son ellos los responsables, cómo no, de haber hecho la canción del nuevo verano del amor. Una que encierra la pereza y la desidia, pero también la sensible genialidad y la lucha constante de una generación sin sueños, perdida. Una condenada a tenerlo todo y no poder retener verdaderamente nada. Mirando al pasado pero también ensalzando el presente, bebiendo de él, y poniendo pequeñas pero sólidas bases para seguir encaminados hacia el futuro, nos lleve a donde nos lleve, Arcade Fire han vuelto a hacerlo en el momento en que ni ellos mismos se veían con ganas. Desbordados por el todo, salen, respiran, y dejan para la historia este trayazo clasiquísimo que une a Bowie con ABBA y a su versión épica y alarida con su pompa pop electrónica. Y definen el momento mismo del ‘Everything Now’. Un jingle del mundo en que vivimos.