Exquirla, hijos de la rabia

Crónica del concierto de presentación del proyecto que une a Toundra con Niño De Elche, Exquirla


Poca parafernalia sobre el escenario cuando el enorme telón negro se corrió a eso de las diez menos cuarto. Unas tablas, también negras, y una alfombra turca sobre la que descansaba la batería de Álex Pérez, uno de los cuatro miembros del mamut sonoro que representan Toundra. Son ellos los que apartan las telas de un soplido con las tensiones iniciales de ‘Canción De E’, entrelazando sus guitarras, y Francisco Contreras, Niño De Elche, con gabardina de viajero a ninguna parte en un día de lluvia que no termina nunca, monta sus versos recitados a lomos de una progresión aplastante que implota en una calma soleá.

No hay descanso para la rabia, que es lo que parecen querer decir Exquirla en este trabajo excepcional y extraño que trasciende los límites de la música y se presenta más como una aventura conceptual y artística inspirada en La marcha de los 150 millones del poeta Enrique Falcón y sostenida por un expresionismo de raíces visual acongojante, y así desempolvan ‘Destruidnos Juntos’, árida y transitiva. Francisco eleva su voz sobre el eco de los efectos y Toundra aplasta con toda su pegada mientras grita: «se desentierra, veinte mil flores negras, veinte mil flores blancas, veinte mil espaldas con capucha y electrodos».

Lástima que para entonces ya se hubiera puesto demasiado en evidencia la acústica del teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes. Los músicos madrileños devoraban por momentos, en vez de abrazar, al Niño De Elche, y después de ‘Hijos De La Rabia’ un espontáneo del palco empezó a gritar que «aquello era una vergüenza y que allí arriba no se entendía nada», y se marchó bastante cabreado. Y en parte tenía razón, aunque no fueran las maneras; quizá en la platea no existieran tales problemas, pero en el palco costaba mucho entender unas letras que en definitiva son el sustento principal de este proyecto, «sin las que no existirían», como reconocía el propio Francisco en una de sus pocas y tímidas interlocuciones. Una pena.

Musicalmente, a Toundra poco se le puede reprochar, como demuestra el riff de bajo final de ‘Hijos De La Rabia’ o el efecto violoncello que consigue Esteban con su guitarra en ‘El Grito Del Padre’, raspándola con un arco. O cualquiera de los momentos en los que los cuatro se unen para tirar una montaña sobre cada espectador. Magníficos los loops vocales que va entrelazando Niño De Elche en el mismo tema para irse desnudando cada vez con mayor intensidad, recordando siempre a aquel experimento expresionista y visionario que dieron a luz Lagartija Nick  y Enrique Morente, un Omega (palabras mayores; pronúnciese con respeto) del que finalmente se distancian en la forma de comunicación, con un abrigo instrumental más impelente y paisajístico, natural de la organicidad de la banda madrileña.

Alex y Alberto Tocados cuelgan la batería y el bajo y dejan solo a Francisco con la acústica de Esteban Girón y los efectos oníricos de la guitarra eléctrica de David López para una emotiva interpretación de ‘Contigo’, que mece esos versos preciosos que rezan «tengo el recuerdo profundo contigo de haber soñado juntos en un mismo mar».

Todos regresan a filas para descargarse con rabia punk en un tema que recorre todos los espacios y vive en todas las alturas existentes en Para Quienes Aún Viven, ‘Europa Muda’. Casi thrash, casi progresiva y luego más árida y más folk, explota en un incendio de guitarras abrasivas en el que se deja quemar Francisco, desgañitándose de rabia, de pena, de impotencia o de dolor artísticamente sublimado.

Para el final dejan ‘Un Hombre’, que pese a sus cerca de 10 minutos puede ejercer de cabeza visible del proyecto. Sigue la estructura contraria a la anterior, va de la calma a la tempestad, se mantiene siempre sobre las alas de un ritmo vertiginoso y saca de las cenizas de su hoguera de guitarras un pesado y contundente riff muteado que recuerda a Megadeth y a Dream Theatre y sobre el que van sumándose la voz desatada de Niño De Elche y varios solos de guitarra, en un candente apoteosis.

Queda la herida abierta y la sangre terminando de gotear mientras se hace el silencio, roto por una ovación. Imaginaos si hubiéramos podido entender la profundidad encerrada en las palabras. Menos mal que la música, como demuestran siempre Sigur Rós, habla por sí misma en un extraño lenguaje que solo entiende por arrullos el arroyo del alma.

Puntuación de los lectores

2 comentarios en «Exquirla, hijos de la rabia»

  1. Pues yo en los vídeos de los palcos entiendo perfectamente lo que canta el niño de Elche!!!

    Una pena no haber podido asistir al concierto.

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    • El concierto fue buenísimo, pero a veces los móviles y las cámaras captan cosas que el oído humano no termina de captar, y de verdad te digo que las partes más susurradas se entendían a duras penas.

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