Mike Hadreas, Perfume Genius, no tiene miedo de expresarse en plenitud, completamente libre de ataduras físicas o musicales. Crónica de su florecimiento en la madrileña Joy Eslava
La sola presencia de Mike Hadreas sobre la escena invita a pensar, de alguna manera, en la tortura. Una tortura psíquica somatizada en cada músculo del cuerpo. Los músicos que lo acompañan, Tom Bromley a la guitarra y el bajo, Hervé Picard a la batería y su pareja, Alan Wyffles, sublime a los teclados, construyen para él las paredes neuronales de su propia cabeza, a veces las de su propio corazón, y convierten así las tablas en la caverna mental y emocional de Perfume Genius.
Ahí, en ese espacio convertido en salón pero a la vez en reducto confesional, da rienda suelta Hadreas a todo su imaginario, pero especialmente a sus deseos, flaquezas, miedos y pecados. Comienza con la banda ya en sus posiciones y va desgranando la sutileza de la caricia de su voz, siempre adornada por un eco encantador, pero rápido, ya en la inicial ‘Otherside’, desata las sacudidas electrónicas que van a marcar todo el concierto. Alternadas, eso sí, con el clasicismo casi barroco del que ha vestido a su nuevo trabajo, No Shape (Matador, 2017), y que ejerce de verdadero hilo conductor para un show que en los primeros compases se comporta de forma más electrónica, más synth e incluso más kraut en temas como ‘Longpig’ o ‘Fool’, pero que también pasa pronto a una vertiente más melódica abrazada fundamentalmente por el precioso engole vocal del de Seattle. Ahí están la preciosa ‘Wreath’ o ‘Go Ahead’. «Ahora es cuando os partimos el corazón», diría antes de sentarse al piano para ‘Just Like Love’ o antes de colgarse una guitarra para hacer, prácticamente solo y con el tímido apoyo de una atmósfera de sintetizador, la preciosa ‘Valley’.
Son las canciones de Put Your Back N 2 It, sonó por ejemplo ‘All Waters’ (espectacular, además), las que Hadreas utiliza para preparar el colofón, como en una obra de teatro que escenifica el propio paso de la condenación, una gran tragedia griega o un drama romántico shakespeareano. A través de estallidos histriónicos que le provocan espasmos, pero tampoco más exagerados de lo habitual pues Hadreas gusta de retorcerse en cada momento, llegando a parecer una serpiente.
Cuando las bases se hacen más sintéticas, más oscuras (tanto que incluso llegan en algún momento a lo industrial de Nine Inch Nails, como en ‘Grid’ o en ‘My Body’), Perfume Genius comienzan a sacar su lado más amenzador, y tras una sección central del concierto más íntima, con un Hadreas desnudo e hipersensible, a expandirse para trasladar la tormenta mental sobre el escenario. «Más cerca», susurraba mientras se contorneaba sexual al borde de él, «estoy demasiado lejos». Bailaba, sí, pero sobre todo hacia que le viéramos como una tentación peligrosa. La manzana del árbol de la ciencia. Perfume Genius ya no susurra, ahora parece escupir por una lengua de serpiente, y se ofrece, y se sigue ofreciendo, y viaja por todo el escenario, hasta ocuparlo en su totalidad, escurriéndose como lo hace en la portada de No Shape, con los mismos zapatos de charol negro.
El pecado y la culpa se funden con la oscuridad de una lamentación amorosa en ‘Die 4 You’, y ya demasiadas veces he escuchado ecos de Prince como para no mencionarlo. Gritos, aullidos, una intensidad nada impostada que le muestra sin careta, completamente entregado a la expiación de su propia emocionalidad, de su hiperestesia condenatoria. La salida del armario que supone ‘Slip Away’, trayazo liberador y despliegue absoluto de recursos por parte de una pedazo de banda, pone punto final al set principal y deja el broche para un trayecto bestial que está a la altura de pocos músicos del circuito, sincero y colosal, experimental, personal… lo clásico y lo vanguardista se unen en el trabajo de un artista único en su especie que por suerte ha venido, y de esto trata básicamente la canción, a cuestionar y romper cualquier prejuicio de género.
Tras abandonar con grandilocuencia el escenario, Hadreas regresa solo al piano central para hacer la emocionante ‘Alan’ que le dedica a su pareja, con quien ha encontrado una estabilidad antes desconocida que es parte fundamental en la inspiración para su último disco, pero unos problemas de sonido con el micro (o con el teclado, no estaba del todo claro) le obligaron a pararla un par de veces, restándole algo de magia al momento. Menos mal que el chico sensible que da la cara detrás tiene recursos para todo y además bastante humor; intentó hacerlo como pudo, siempre sonriente también pese a lo intenso y desgarrador de muchas de sus letras, y consiguió terminar bajito otra canción más. El propio Alan se unió con él al mismo piano para uno de los momentos mas desgarradores del concierto, tocando a cuatro manos ‘Learning’, de su precioso y minimalista primer disco, y después se retira a su teclado para abrazar a Hadreas en ‘Mr. Peterson’. La banda regresa al completa, toma posiciones y, con Mike al piano, hacen la progresiva y brillante ‘Hood’, último momento de épica antes del apoteosis que llevaban pidiendo unos cuantos un buen rato. Volvieron los problemas de sonido, hicieron un poco la vista gorda, tiraron el último alud sonoro y Hadreas bromeó sobre si la distorsión que ensuciaba el sonido del piano la provocaba él mismo («¿soy yo? —y se miraba al pecho— ¿esto sale de mí? ¿es mi voz? —y bromeaba con gestos de rechazar una posesión—).
Y, ya lejos del piano maldito que mejor no haber tocado visto lo visto, Perfume Genius, otra vez pletórico, acercándose seductor al público y bailongo, soltó el ya mítico (a al menos lo era para los que anoche estaban en la Joy Eslava de Madrid) «Don’t you know your queen? Ripped, heaving, flower boom at my feet» y se desquitó con ‘Queen’, el hit más claro de su repertorio (aunque ‘Slip Away’ le haga frente de cerca). Más libre que nunca, Perfume Genius no tiene ningún miedo de expresarse en plenitud, absolutamente desnudo, absolutamente él.