Nostalgia y oscuridad conforman el a veces descafeinado cóctel con que brindan Placebo por su veinte cumpleaños
[Fotos: Claudia Villamil]
De que Placebo estaban de celebración no lo dudaba nadie. Era evidente viendo el ambiente del WiZink Center, antiguo Palacio de los Deportes de Madrid, el pasado sábado 29 de abril ante la llegada de la mítica banda de rock alternativo, con la gente festejando viejos reencuentros y recordando grandes noches pasadas, y asistiendo al corte de luces que precedía a un vídeo resumen de los 20 años que han vivido Placebo subidos encima del pura sangre que son los escenarios, al ritmo de ‘Every You, Every Me’ (no sonó en el concierto; una pena aunque sonaran otras 25 canciones).
Era evidente tras el afectivo ‘Cumpleaños Feliz’ que coreó todo el Palacio con Molko tras el arranque con ‘Pure Morning’, el single homónimo de su último trabajo ‘Loud Like Love’ (tuvo un generoso espacio dentro de este homenaje y, sobre todo, una estupenda aceptación, que ya se vislumbró en el último concierto que dieron en el Palacio de los Deportes durante la gira pertinente) y el tema que han sacado acompañando su nuevo recopilatorio y esta gira aniversario, un descafeinado ‘Jesus’ Son’.
Pero por encima de todo era evidente viendo la actitud de una banda comprometida con toda su carrera y capaz de sacar brillo renovado a viejas joyas como ‘Lady Of The Flowers’ o ‘Soulmates’, una fija de las que no paran de crecer, o de ofrecer una versión desconocida y más reposada de ‘Teenage Angst’ que en este caso sirvió para que la banda volviera a asaltar el escenario para el primer bis y que se convirtió en una reivindicación a favor del colectivo LGTB con la guitarra de Stefan Oldsdal, casi irreconocible con nuevo look con coleta, imprimada con la bandera arcoíris.
Precisamente en Oldsdal sigue estando uno de los embrujos más efectivos de Placebo, a parte de en la hipnótica voz de Brian Molko: en el sonido de su guitarra y en cómo se entrelaza con la del cantante y la del guitarrista de apoyo, oculto en las sombras a un ladito de la batería, conformando un mural sónico que no precisa del bajo para aplastar con contundencia (su protagonismo, sin embargo, es innegociable en una acalorada y electrónica ‘For What It’s Worth’ anunciada como el verdadero pistoletazo de salida de una fiesta que a veces parecía más un funeral por la melancolía a la que arrastran Placebo en su negrura). Y es en la recta final del bloque principal, cuando suben las revoluciones y echan carbón a las calderas, cuando mayor volumen y potencia alcanza la estampida, con los clásicos más previsibles pero irresistiblemente infalibles ‘Special K’, ‘Song To Say Goodbye’ y ‘The Bitter End’.
No faltó tampoco el homenaje de turno a David Bowie, con vídeos del genio británico compartiendo momentos con la banda en sus primeros años proyectados en las pantallas durante ‘Without You I’m Nothing’ (momento emotivísimo), ni la facilona crítica política de bisutería contra un Donald Trump cuyo rostro aparecía sobre un paquete de Marlboro con el mensaje «perjudica seriamente su salud y la de los que le rodean» mientras Placebo se descargaban por casi última vez en ‘Infra-red’. Fueron quizá las pantallas uno de los puentes fuertes de un show sobrio estéticamente y sin grandes aspavientos: dibujaban estallidos de luz y color y jugaban con efectos de distorsión y filtros con las imágenes de la banda.
Además, y cumpliendo a medias la promesa de desempolvar temas más «olvidados» (digo a medias porque más fue un grandes éxitos que un gabinete de curiosidades), tuvimos la suerte de poder disfrutar de la oscura e industrial ‘Protect Me From What I Want’, que sonó enorme, o de la catártica ‘Nancy Boy’, cuyo estribillo coreó con fervor todo el Palacio. Grandes momentos de una banda que demuestra haber pasado con orgullo y humildad por estos 20 años que los hacen ya elegibles para el Rock & Roll Hall of Fame y que les han convertido en un tótem fundamental del rock alternativo.
Me sigue rondando una duda razonable, con todo, y es la necesidad o no de dejar para el final, en ese lugar épico y privilegiado, una canción que, te guste o no, no es tuya… ‘Running Up That Hill’ es de largo uno de los momentos más deseados y destacables de cualquier concierto de Placebo, cerró su vigésimo cumpleaños prolongada en un outro psicodélica y ya no falla en sus presentaciones… y es de Kate Bush. Para ella fueron en parte los últimos aplausos de un aniversario sustentado en la nostalgia pero que muestra a una banda con un setlist que no resistirá demasiado el paso del tiempo.
Grandes @PLACEBOWORLD en su concierto en Madrid con algo más de 2 horas de temazos#Placebo20years pic.twitter.com/Jp9kdM8L2F
— Carlos Ruiz Rituerto (@CarlosRRit) April 29, 2017
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