Crónica Primavera Club 2017 Madrid – Viernes: Un eclipse llamado Kim Deal

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La nostálgica actuación sorpresa de The Breeders se llevó el mayor protagonismo de una jornada en la que salen por la puerta grande nuestros Vulk


Es cierto que el Primavera Club está para descubrir los sonidos del mañana. Igual de cierto que que, una vez se destapaba la sorpresa que tenía reservada el Primavera dentro de la propuesta #UnexpectedPrimavera, lo que apetecía de verdad era ver a Kim Deal. No se llevó todo el protagonismo pero poco le faltó, sobre todo porque parece haber encontrado la paz interior y, con los problemas con todas sus bandas, pelillos a la mar. A principio de octubre sus The Breeders publicaban el sencillo ‘Wait in the Car’ (por supuesto sonó, y como una más dentro del repertorio), que suponía su primera muestra de nueva música en ocho años, pero que sobre todo suponía el regreso al estudio de la formación original de Last Splash, la que giró en 2013 y ya pasó por el Primavera Sound, tras 27 años, así que evidentemente habrá nuevo disco y ahora es el turno de The Breeders. Pero el concierto parecía más bien celebrar con nostalgia la enorme, descomunal carrera de Kim Deal, que estaba pletórica sobre el escenario, visiblemente agradecida y emocionada, parlanchina y jocosa, invitando a beber con amigos, reconciliada con la música. Hicieron temas de The Amps (brutal ‘Tipp City’), el grupo que Kim montó tras un parón de The Breeders; su ruidosa versión del ‘Hapiness is a Warn Gun’ de los Beatles (la forma que de ver el pop que tiene la banda de las hermanas Deal tiene mucho de White Album, tiene mucho de escacharrar melodías preciosamente simples… no en vano la climática ‘Saints’ descansa sobre ‘A Hard Day’s Night’); otra versión de Amon Düül II, grupo seminal del krautrock, un estilo que también estuvo presente en cierta manera y siempre desde el punto de vista más noise pop de The Breeders durante toda la noche, como demostró también, por ejemplo, ‘I Just Wanna Get Along’… ¡e incluso un tema de Pixies!

Entre tanto, batería de píldoras furiosas para demostrar porque son uno de los grupos más importantes para la deriva del rock en los 90, con temazos impecables (o todo lo contrario, destructivistas y desarreglados, frescos por un descaro que sigue sin envejecer) entre los que puedo recordar la primeriza ‘No Aloha’, ‘New Year’ y su cambio de ritmo preciso y demoledor, que desató los primeros pogos (en el de ‘Iris’ creo que hasta me metí yo, un poco sin querer queriendo; tiene la culpa esa extraña mezcla entre Kurt Cobain y la Patti Smith de Horses), ‘Divine Hammer’ o la revolucionaria ‘Cannonball’, para la que Kim utiliza un segundo micro-megáfono distorsionado. Y lugar para momentos más emotivos y reposados, más allá de los vaivenes de distorsión y calma que trae de marca su sonido: ‘Off You’ nos puso los pelos de punta, y también encajó aquí un tema nuevo.

Al final, una banda cohesionada, por la que no han parecido pasar los años y que disfrutó de este Primavera Club como un debutante más. Incluso Kelley Deal se puso a la voz cantante para ‘Bang On’, la más convencionalmente bailable de todo el set, y el stage manager se les unió en un momento a la guitarra. Sonrisas, sonrisas, incluso por parte de la bajista Josephine Wiggs, que siempre mantiene una pose más chuleta. Un bolazo que vuelve a poner el nivel del Primavera Sound bastante por las nubes.

No debería, sin embargo, hacernos olvidar este pequeño regalo del festival barcelonés (que es casi más un anexo de lujo de la programación) la verdadera esencia del Club: los descubrimientos. Y, navegando en aguas internacionales, los que hicieron su armada invencible fueron nuestros Vulk. Directazo lleno de potencia, rabia punk y una histeria paroxista que recoge con mucho respeto y frescura a Joy Division y que parece una versión más musculosa y menos fina de Savages. Algo parecido hace el turco Jakuzi, más orientado este a un sonido synth más brillante pero igualmente deudor del estilo de Ian Curtis. Su new wave oscura se sitúa en algún punto entre lo que hacen Future Islands (de hecho Jakuzi usa los mismos guturales que Samuel T. Herring en ciertos momentos) y la dicción como vomitada de King Krule. Nos quedamos con ganas de verle con banda completa, y con buenos temas como ‘Belki De Sen Haklisin’ o ‘Yine Ayni Seyi Yaptim’.

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A nivel técnico el que se llevó la palma fue Blank Mass, mitad de Fuck Buttons que presentaba World Eater, su tercer disco en solitario. La experiencia fue seguramente la más extrema de la jornada, con un juego de haces láser mareante que incluso dificultaba discernir algo en el escenario y constantes efectos estroboscópicos. La música, en consonancia, moviéndose con una abrupta gracilidad entre el ambient y la IDM (‘Please’) y un noise espacial más house (‘Dead Format’), pero siempre sobre una tormenta de ruido apocalíptico. Podía rebajar, volverse incluso tropical, ponerse místico y tirar de mantras tipo Swans, pero siempre lo enlazaba todo en ese ciclón de electrodos y sonidos asfixiados, sabiendo encontrar además una épica pop emocionante. Lo mejor, cuando cogía también una especie de micro-megáfono y emitía a través suyo un chillido robótico de angustia, desesperación y furia electrónica. La pena es que fuera a las 8 y no después de The Breeders, pero ya se sabe cómo son las salas de Madrid, y the party must go on.

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El premio al buen gusto es para Gabriel Garzón-Montano, que dio el concierto más especial. En primer lugar porque supera con creces el impacto del disco, tan limpio que a veces peca de insulso; en segundo porque (joder) este chico suena mucho (mucho) a Prince, siempre salvando las distancias y refiriéndome casi exclusivamente al plano vocal. El neoyorquino de madre francesa y padre colombiano se enfrenta, al menos de momento porque está pidiendo una banda a gritos, al escenario solo con su piano, un teclado con el que también maneja en directo los bajos sintéticos, un poco en la línea de James Blake, más por la profundidad que por el soul, que en Gabriel es más groove, más r&b. Y coloca una moqueta roja en el escenario, como para contribuir a crear ese efecto de intimidad, de salón que su propuesta exige ahora mismo. Lo mejor, de hecho, llega cuando se saca de la manga la cumbia del pescador, con un ritmo intenso y tan frío que quema que le queda perfecto a su voz hirviente, efervescente, vivazmente chillona, que reluce también por encima en ‘Fruitlies’, en ‘Six Eight’ o en ‘Crawl’.

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Y la decepción del día nos la llevamos con Amber Coffman, aunque quizá la disculpe el hecho de que este era el primer concierto que daba con su proyecto en solitario, ya apartada definitivamente de los Dirty Projectors de su ex pareja David Longstreth. Hubo fallos de sonido, la banda estaba nerviosa y ella dubitativa y, aunque tienen temas buenos, eran demasiado pop, canónicamente pop, como para no sonar perfectos. Es cierto que ella y los cuatro integrantes forman un conjunto con potencia y posibilidades, que en ciertos momentos llegó a sonar a lo que pueden ser capaces de sonar (‘City of No Reply’), pero en general la banda que venía con los galones de debutante con honores en este Primavera Club sale con la cara lavada. Comienzan más cerca de la canción ligera de temas tipo ‘No Coffee’ y poco a poco se van adentrando en terrenos más sintéticos y más electrónicos, y los mejores momentos del concierto llegan cuando Amber recuerda sus tiempos de Dirty Projectors con temas cargados de su tribalismo rutilante (‘Dark Night’), enfrentado ahora con sus melodías, que dan menos vueltas para llegar al mismo sitio, lo que no siempre es una buena noticia. También tiran de neo r&b y de pulsos más intensos, como en ‘Nobody Knows’, pero por el camino se dejan la personalidad. Otra vez será.

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Todas las fotografías de Dani Cantó (@dani_canto_), fotógrafo oficial del Primavera Sound.

 

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