El Primavera Sound vuelve a batir récord de asistencia en una edición con luces y sombras que tardó en arrancar y que al final, muy en parte gracias a la revolucionaria propuesta #UnexpectedPrimavera, salió como siempre triunfal, con Arcade Fire, Bon Iver, Haim y Flying Lotus como claros vencedores
El Primavera Sound empezaba la semana con mal pie, con mala cara. Algo inusual para un festival con tantos años de carrera y tantas alabanzas a sus espaldas, tanto de crítica como de público, profesionales y artistas. Siempre se espera casi con ansiedad a que allí se escriban los primeros capítulos de la historia musical del año, pero ante esta decimoséptima edición había una nube de bruma, levantada fundamentalmente por la (previsible) cancelación a última hora de Frank Ocean y el peligro que corría la actuación de Solange, que se había borrado poco antes de un bolo en Boston alegando, como Ocean, “problemas de producción” cuando seguramente estaba pendiente de su hermana Beyoncé y de su ya avanzado embarazo. Las dudas flotaban en el aire, los temores acuciaban y también resonaban aquellos cantos de sirena que criticaron desde el principio un cartel de altura descomunal que ha hecho del riesgo su valor último principal. Quien no arriesga no gana, y quizá eso, el cómputo de todos esos fantasmas, es lo que ha convertido un Primavera para el que conocíamos meses antes de lo normal su line-up en un evento desplegable y sorprendente que ha ido cerrando sus propios círculos, resolviendo sus carencias y amplificando sobremanera su impacto según iban avanzando las jornadas. Esta es la historia de un Primavera inesperado, un ente vivo al que aprendimos a sentir con los ojos vendados, con el tacto de los dedos. La de un Primavera que parecía una cosa y fue otra totalmente diferente sin apenas cambiar nada. La del amor y el odio. La de cómo se puede redescubrir el Primavera Sound.
Concebido el cartel como el fondo de un océano en el que sumergirse en busca de joyas, este año la nómina más destacable del festival estaba en su letra medio pequeña, con grupos y artistas con discos más que contrastados pero con la prueba del directo todavía pendiente. Y la sensación general es más bien de derrota en este sentido. Dejando a un lado la coincidencia de Badbadnotgood con Bon Iver y el estropicio de Mitski que perpetró el sonido del escenario Pitchfork, que nos dejan con ellos todavía en el aire, pocas promesas se confirmaron con honores, dejando la mayoría conciertos descafeinados con grandes momentos y otros más tediosos, sin alcanzar del todo la consistencia. Fue el caso de Priests o de Pinegrove (ambos probablemente por la hora, ya hundidos en la madrugada), o especialmente el de Alexandra Savior, con un concierto terriblemente plano la tarde del viernes, también en el Pitchfork. Sí superaron con creces la expectativas Kevin Morby y Weyes Blood, deliciosa y sutil (y mucho menos onírica, contemplativa y pausada que en su versión de estudio).
La parte alta del cartel, azotada por el borrado de Frank Ocean, se negó por su parte a resistirse, y lo que empezaba con las incógnitas sobre la actuación de Solange, el nuevo disco de Arcade Fire o los problemas de vuelo de la crew de Justin Vernon acababa por resolverse en verdadero apoteosis, en una sarta de victorias que han convertido esta edición quizá no en una de las mejores pero sí en una de las más especiales que se recuerdan. La caída de Ocean se solventó con un apaño sobre la marcha, un parche en forma de DJ set de Jamie xx (que además resultó bastante pobre y previsible según me comentan), pero quedaba guardado en la recámara el as más revolucionario del festival: una nueva propuesta que, bajo el hashtag #UnexpectedPrimavera, añadió a la programación in situ un nuevo escenario con cuatro actuaciones diarias de madrugada (el Backstage Parties, situado en el lugar donde antes de la ampliación al Primavera Bits se encontraba el escenario de electrónica con el Bowers & Wilkins soundsystem y al que se accedía tras conseguir uno de los tokens que se repartían en el puesto de información desde las 9 de la noche; por él pasaron nombres del cartel como Local Natives, Kelly Lee Owens, The Wedding Present o Pond y otros nuevos como Algiers o The Magician en DJ set) y, sobre todo, los conciertos sorpresa, anunciados poco a poco a través de redes sociales (Twitter e Instagram Stories fundamentalmente) y la aplicación del Primavera. El de Arcade Fire (que sin embargo no estuvieron tan inspirados como siempre en su slot del escenario principal) y el de Haim ya son historia viva del festival, y supusieron momentos tan épicos como lo fueron el precioso y emotivo concierto de The xx o el arrollador set de Bon Iver, lo mejor de esta edición.
Vamos, poco a poco, a desgranar este Primavera Sound que vivimos, viví, con la ilusión del que hace por primera vez lo que más le gusta en el festival que más le gusta. Con paciencia, desde el concierto de Cigarettes After Sex hasta la jornada de puertas abiertas de la tarde del domingo en el CCCB. Que entienda quien lea lo inabarcable que puede resultar el Primavera Sound Festival para un redactor solo ante el peligro. Allá vamos…
Jornadas de Inauguración
Los días previos a los tres días grandes del Primavera Sound son un verdadero hervidero. Ya no solo el miércoles, que entre la programación gratuita del Parc del Fòrum y las de las salas Barts y Apolo constituye prácticamente una jornada principal y obliga a empezar cansado un festival que solo disfrutan al máximo los locos y los valientes (sus actividades se extienden desde las 11 de la mañana hasta las 6 de la mañana jueves, viernes, sábado y domingo y de 5 de la tarde a 6 de la mañana el miércoles), sino por el lunes y el martes, días en los que hay cada vez conciertos más importantes.
Como el de Cigarettes After Sex, «cabezas de cartel» del martes 30 de junio. Los de Brooklyn, comandados por Greg Gonzalez, manejan con solvencia una propuesta sedosa y onírica, absorbente, pero al final dejan una enorme sensación de repetición dando un innumerable número de vueltas anodinas sobre el mismo patrón. Como en una aburrida carrera de Fórmula 1 en la que no hay ningún accidente ni ningún imprevisto, Cigarettes After Sex pueden ser agradables en si mismos a la vista y al oído pero corren por la misma canción tomando igual las curvas y metiendo las mismas marchas. Todas podían haber sido ‘Affection’ y el concierto hubiera resultado igual de emocionante. Nos esperábamos más, y eso que suenan como si llevaron años encima del escenario, gordos y precisos.
El miércoles lo más destacable fue la sorpresa de la australiana Gordi, con un folk con baterías épicas y tintes electrónicos que sigue la estela (desde la distancia) del último Bon Iver y su fascinación por el Phil Collins de Face Value; el conciertazo de Local Natives con versión de ‘Ultralight Beam’ incluida, que hizo valer muy por encima su mediocre último trabajo y les confirmó como una banda con un brillante futuro por delante (ambos en el Parc), y el recital de Kate Tempest en la sala Apolo. La británica desgranó su Let Them Eat Chaos de principio a fin y en riguroso orden para hacernos entender la historia que hay detrás de él, la del canibalismo capitalista, la de la pérdida del amor y la confianza, la del asesinato de la humanidad en uno de los mejores bolos del festival, cargado de intensidad, de filosofía y de saber hacer musical. Ella, atroz, implacable al micrófono; la banda, honda y ampulosa… música en estado puro, más allá de cualquier superficialidad.
No llegaron a ese nivel Saint Etienne, monótonos y a veces faltos de intensidad pese a un indiscutible savoir faire y a un setlist cargado de temazos que terminó de forma apoteósica con ‘He’s On The Phone’, ni Marc Piñol con una sesión más pensada para rellenar un hueco disponible con un house muy alejado de cualquier compromiso rítmico y no con su estilo colorista y versátil, el que le ha llevado a convertirse en uno de los primeros puntales de la escena de Barcelona desde el sello Hivern de Talabot… quizá le hubiera apetecido cerrar uno de los días grandes mirando al mar mediterráneo desde Primavera Bits.
Mención especial merece el esperpento perpetrado por Elmini, una vergüenza pregrabada que unió en un mismo racimo todos los flecos que hacen del trap nacional un estilo criticable y que se convirtió más que en un bolo en una fiesta de amigos pasándose canutos. Ni La Vendición Records ni el Primavera Sound se merecen que los mancillen así, y constituye un flaco favor al trabajo que han ido haciendo los chicos de PXXR GVNG o Agorazein para convertir el trap en un género respetable.
Como curiosidad, al día siguiente nos enteramos de que durante el miércoles se estuvieron vendiendo en la tienda de Rough Trade copias del vinilo de 12 pulgadas del primer sencillo del nuevo disco de Arcade Fire, un ‘Everything Now’ del que ya empezamos a tener noticias y rumores desde el martes por la noche gracias a la fanpage «oficial» Arcade Fire Tube. Los chicos de Discos Paradiso, la mítica tienda de Barcelona, consiguieron uno de los ejemplares (que volaron) y subieron su reproducción a YouTube. Empezaba así toda una gymkana promocional que al día siguiente terminaría de explotar en nuestras narices.
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