Julien Baker: «Hemos de aprender a mirar a nosotros mismos para curarnos, para mejorar»

entrevista julien baker

Entrevistamos a la joven Julien Baker con motivo de la publicación de Turn Out The Lights, un disco en el que sigue adelante con su intimismo pero desde un ángulo mucho más abierto


Son poco más de las 9 de la noche y ya hay cola fuera de la sala El Sol de Madrid. Hace frío y miro en Twitter poquito antes de entrar, mientras espero a que me abran y a la chica que viene a hacer las fotos, que Julien Baker acaba de estar en Callao en una especie de manifestación y que le ha encantado la espontaneidad de la gente unida luchando por sus derechos. Quién me iba a decir a mi entonces que, sin tener nada que ver, tanto espontaneidad como gente unida y como lucha serían conceptos claves en torno a los que orbitaría mi charla con esta joven de Memphis (acaba de cumplir los 22 años; qué mejor forma de celebrarlo que con un segundo disco tan excepcional) que se muestra en persona tan madura como cabría esperar leyendo sus letras y viendo sus conciertos («te vi en Porto y aluciné», le digo, «esa bandera de arcoíris gigante»…).

El de esa misma noche en El Sol será el que represente su estreno en la capital, pero también el tercero en total en la península a falta de otro bolo en Barcelona (puedes leer la crónica aquí). Y en todos ha llegado de la mano del Primavera Sound, que ya sabemos siempre se compromete al cien por cien con los artistas en los que cree. Precisamente la fe es otra de las ideas sobre las que hablamos, y es que Julien es una cristiana convencida. «He crecido como una persona que cree en Dios, pero supongo que he atravesado distintas fases en cómo imagino la fe. Ahora mismo creo que para mi cualquier pequeña cosa que pueda ser bella, que sea pura e indefensa, compasiva… cualquiera de esas cosas es para mi evidencia de algo divino». No se puede negar que detrás de la desolación y la tristeza de las canciones de Turn Out The Lights, su segundo trabajo discográfico y primero con Matador, existe una fuerte devoción que le aporta a todo un brillo esperanzador.

Seguramente parta de la idea de recuperación o proceso curativo que la propia Julien Baker ha experimentado en los últimos años y que está reflejado perfectamente en ‘Happy To Be Here’, una canción sobre mejorar, en definitiva, en la que cuenta su tiempo en terapia y lo importante que fue para ella. «Ver, en un cierto sentido poético, noche tras noche, bolo tras bolo, el potencial que tienen los aspectos negativos de mi vida para convertirse en aspectos positivos me ha inspirado para ser más valiente. Valiente para reconocer y aceptar ciertas cosas que me asustan», reconoce. Pero se nota sobre todo en una voz mucho más abierta y liberada, más limpia y más clara. «Puede ser porque he dejado de fumar. La gente está comentando que en este disco se aprecia un trabajo vocal más ambicioso, y creo que eso es parte clave de ello. Después de lanzar Sprained Ankle dejé de fumar y empecé a notar mi voz más potente. También empecé a tomar control de ella, a cuidarla. Por supuesto mi cuerpo y mi salud en general, pero especialmente mi voz. Hacer música es mucho más importante que cualquier otra cosa, y es algo por lo que podría sacrificarlo todo… fumar, beber, lo que sea».

El proceso de mejora, capital en Turn Out The Lights, parte para ella del reconocimiento de los errores. «Me arrepiento de muchas cosas, pero creo que otra de las cosas importantes que he ido aprendiendo estos años ha sido a aceptar los errores. Es la única forma de incorporarlos y conseguir salir de ellos mejorando. Tocar, girar, los conciertos… todo me ha ayudado a enfrentarme a mi misma en soledad y a reconocer, integrar y tratar de corregir mis fallos. Por ejemplo, antes cometía un error en un concierto, fallaba una nota con la guitarra o cualquier detalle y me pasaba llorando y lamentándome una semana, me castigaba mucho. Y eso, al final, no soluciona nada. Creo que he aprendido a aceptar esos errores, tanto que incluso solemos mantenerlos cuando aparecen en el estudio en las sesiones de grabación porque le dan a toda verdad y autenticidad. Y he intentado aplicar ese aprendizaje a mi vida diaria. Todos nos caemos, nos levantamos y seguimos adelante. Es parte de la vida».

‘‘Lo mejor que podemos ser en esta vida es honestos…’’

Puede ser ahí donde radica la lucha del disco, que la propia Julien identifica con la metáfora del shadowboxing, «combatir contra un enemigo imaginario, algo que está dentro de la mente y con lo que nadie puede ayudar. Los demás solo pueden mirar, eres tú mismo quien tiene que aprender a aceptar y a comprender esas cosas, también para ser mejor con los demás». Por eso están tan presentes en su lírica los problemas mentales. «Porque son algo real de lo que quizá no hablemos suficiente. Tal vez por miedo, porque lo sociedad no lo acepta. Pero sería más fácil de manejar si no dejamos a la gente sola, si comenzamos simplemente a hablar de ello, no con miedo o vergüenza, sino de una manera más cálida».

Para identificar a ese enemigo interior del que hablábamos, la de Memphis reconoce que es fundamental disfrutar de la soledad, sacarle todo el partido que tiene. «Creo que la soledad es buena, es sana. Muchas veces tememos a la soledad porque implica confrontar las cosas de uno mismo que pensamos que son feas, problemáticas. De eso va un poco el tema titular del disco —en el que canta desgarrada «when I turn out the lights, there’s no one left between myself and me»—, de tener que mirarse en el espejo cuando uno está completamente solo y aceptar que se puede no estar bien con el reflejo que uno obtiene, con lo que cada uno ve de si mismo. Nada ni nadie va a hacer que eso desaparezca de ahí, así que eres tú mismo el que tiene que tomar las riendas, ser fuerte para aceptar o para asumir esa parte perversa de ti mismo. Y pienso que eso es muy importante porque si no miramos de verdad hacia nosotros mismos, nunca tendremos oportunidad de curarnos, de mejorar».

¿Y dónde quedan los demás? «En este disco he tratado de incorporar más historias sobre mis amigos, mi familia, mis relaciones, intentando que ya no sea todo sobre mi. Creo que Sprained Ankle se centraba exclusivamente en mis errores y en lo que las experiencias significaban para mi. He empezado a considerar otras perspectivas, pero sobre todo a entender que para ser mejores tenemos que aprender a aceptar la ayuda que nos quieran brindar, a dar valor a todas las relaciones importantes que mantenemos en nuestras vidas y a reconocer que otras personas luchan también. Es importante para nuestras vidas no solo ser misericordioso con uno mismo, sino saber serlo con los demás. Es entonces cuando empiezas a ayudarles».

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Así que se podría decir que existe una ambivalencia en lo que Julien Baker pretende transmitir en su segundo disco, entre el enfrentamiento con uno mismo y la aceptación y reconocimiento de que necesitamos a los demás, de que nos necesitamos los unos a los otros y de que existe una innegable belleza en esa interdependencia, al igual que existe en la lucha interior. La felicidad se diluye como concepto y pasa de ser una aspiración a un momento. No cree en ella, aunque «quizá es un poco más complicado que eso. Porque no se si felicidad es el término adecuado. No se si puede ser falsa teniendo en cuenta que incluso cuando es real es tan efímera. Son más bien momentos genuinos, enamorarse, pasar tiempo con los amigos, y todos son susceptibles de evaporarse en cualquier momento, así que creo que quizá lo que todos debamos de hacer es dejar de buscar la felicidad y aprender a disfrutar los momentos, o el amor. A veces el amor no parece felicidad, parece más bien dolor e implica sacrificio, y son esas cosas las que es digno perseguir. Vivimos en una sociedad que piensa demasiado en lo superficial, lo que lleva a las personas a pensar que lo mejor que pueden ser en sus vidas es felices. Yo no creo que sea así. Creo que lo mejor que podemos ser en esta vida es honestos«.

Con todo, parte de la riqueza de las nuevas canciones está en una instrumentación más rica, un piano con protagonismo solemne y arreglos de cuerdas. «Quería hacer algo diferente —me confiesa Baker—, que no cayera en lo mismo y que me permitiera de alguna manera experimentar, pero siempre sin renunciar a la esencia. Era lo que más me obsesionaba. Seguir siendo la misma de Sprained Ankle pero abrirme a nuevas ideas. Tanto en el proceso de escritura —cita como referencias a Rilke, a Gainsbourg, a Whitman, a Cummings o a Margaret Atwood— como en la forma de poner las canciones en el disco, donde ha sido importantísimo tener a mi lado a Calvin Lauber. Ha grabado todos los temas, pero sobre todo hemos compartido muchas charlas sobre la dirección de las canciones, sobre cómo iban a expresar lo que yo quería expresar con ellas».

Lo ha conseguido. Julien Baker, madura por encima de todo, ha logrado seguir dando más de si misma, abriéndosenos en canal para conseguir reflejar en su discurso los miedos que alguna vez hemos compartido todos los demás. Pero sobre todo ha dado un paso de gigante en su carrera, sin perder nada de esa frágil intimidad y llegando a nuevos espacios, siempre dentro de esa habitación sin vistas que es la mente de cada cual. En una cámara oscura, a la luz solo de una pequeña vela que titila con cada suspiro, que tiene escrita en sus lengüetazos cada acorde de piano, cada golpe seco de guitarra y cada exhalación de las cuerdas, Julien Baker narra las historias de su soledad, más acompañada ahora que en Sprained Ankle pero con la misma sensación desolada, solipsista. Construyendo un universo personal carente de ventanas porque Baker no quiere que te asomes, ni asomarse ella a ningún precipicio. Quiere que cruces el umbral y te sientes frente a ella, y otees cada palmo de oscuridad en busca de aquello que al final resulta lo verdaderamente esencial. Con Turn Out The Lights la joven Julien Baker ha logrado confirmarse no solo como una de las mejores voces femeninas de su tiempo, sino también como una de las mejores compositoras.

 


Fotografías de Miriam Augustin

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