El artista de Jacksonville trae las vibras soleadas de Tame Impala en su single de debut con Sub Pop
Yuno empezó a hacer música en el instituto. Primero, como muchos chavales, se había aficionado a dibujar, y más tarde empezó a grabar vídeos con sus amigos, recogiendo pequeñas habilidades. Pero cuando su primo le animó a hacer beats y su padre le compró una guitarra de 20 dólares en octavo grado (lo que sería aquí nuestro segundo de E.S.O., unos 14 años), supo definitivamente que quería hacer música.
Aprendió a tocar la guitarra de forma autodidacta, con tablaturas de bandas de metal sacadas de internet, y relata cómo se reunía en la cafetería del instituto con otros compañeros aficionados a la música para tocar e improvisar cosillas. Con sus amigos se sumergió más adelante en la cultura skater de su ciudad, y siguió descubriendo y compartiendo música, muy en parte gracias a las bandas sonoras de los videojuegos de Tony Hawk. En casa escuchaba sobre todo el Razorblade Romance de HIM, de donde dice viene su pasión por el color rosa, el …And Out Come The Wolves de Rancid y el Sing The Sorrow de la banda de rock alternativo AFI.
Reconoce haber ido solo a cuatro conciertos en su vida, que suele ver los directos en Youtube. Pero fue casualmente el primer bolo al que asistió, de un rapero llamado MC Lars, el que le sirvió de inspiración para arrancarse con un proyecto personal, al ver de lo que era capaz una persona sola con un ordenador encima de un escenario.
Así es como le gusta hacer música, un poco a su bola y llevando el control, de momento, de todo el proceso creativo. Metiendo mano en todo lo que la rodea. Aún ahora que ha fichado por Sub Pop por recomendación directa de Ishmael Butler, cabecilla de Shabazz Palaces y uno de los cazatalentos actuales del mítico sello de Seattle.
Ha tomado él mismo sus fotos de prensa, compone sus canciones y toca todos los instrumentos que aparecen en ellas, diseña sus portadas y su artwork y dirige sus propios videclips. Y de todo ello tenemos ya una primera muestra en el soleado trayazo de pop psicodélico ‘No Going Back’.
Un canción indefensa y brillante que recuerda a Tame Impala, que celebra la vida con tranquilidad contrastando con lo melancólico y paciente de la voz. Y en la que destacan dos cosas: por un lado, la variedad de influencias de un joven de 27 años crecido en Jacksonville de padres británicos y ascendencia jamaicana; y por otro, su flow a la guitarra eléctrica, con un solo de corte academicista que termina de poner la guinda.
Es un nuevo comienzo para un artista que lleva desde 2010 lanzando canciones sueltas en plataformas digitales y que ve ahora su propuesta absolutamente refinada, una que deja ver una paleta en la que están dibujados los colores de Of Montreal, del trip hop y latigazos electrónicos.
Seguramente su disco de debut salga dentro de no mucho, y si sigue la línea podemos dar por confirmada una de las promesas del año.
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