Bueno, la verdad por delante. Por peripecias diversas, no me vi dentro del recinto del Dcode hasta las 22:30 de ayer viernes, por lo que esto será una crónica de la primera jornada del Dcode, desde la citada hora en adelante.
Si estáis familiarizados con el horario, sabréis que me perdí a The Shoes y dEUS, debido a lo cual ya me he practicado varios hara-kiris. Me dicen voces autorizadas que los franceses dieron zapatilla de la buena (no esperaba otra cosa) y los belgas fueron de lo mejor de la noche. Pues bien empezamos la crónica. Vamos a lo que sí pude ver.
Kimbra, cuya mayor referencia para casi todos es ser la voz femenina que da la réplica a Gotye en el mayor hitazo venido de las antípodas en los últimos años, fue una sorpresa. No voy a decir exactamente grata. Su voz era mucho más agresiva de lo esperado (de hecho un tanto gritona) y en general su set no era lo que me esperaba de una banda venida de Nueva Zelanda, sino mucho más soul, racial y desgarrado. Culpa de mis expectativas, quizá. Pero sí le voy a dar puntos extra por originalidad. Un plato exótico para rellenar el programa del Dcode, que seguramente ha conseguido despertar la curiosidad de muchos por su discografía. Y de eso se trata.
Venían después los islandeses «divinos», Sigur Rós. Debo confesar que yo aguardaba la rueda de prensa de Justice, programada para la hora de inicio del set de los Sigur, pero que finalmente no se produjo porque los franceses preferían tomarse un café más. Lo que sí os puedo ofrecer es una foto de Gaspard Augé haciendo cola para usar el inodoro portátil de la zona de prensa, foto que publicamos en Twitter pero que por decoro no voy a incluir en esta crónica.
Ah, sí, Sigur Rós… No sé cuantos de vosotros me mataréis por esto, pero encontré su repertorio altamente soporífero. No es que no me gusten lo que hacen estos tipos, que tiene mucho mérito en cualquier caso, si no que no lo veo compatible con la excitación y la euforia que se respira en un festival de masas tipo el Dcode. Quizá sería injusto condenarles a no salir de pequeños auditorios, ya que en el fondo es un lujo poder disfrutar de su espectáculo visual en un escenario como el de anoche, pero su hora y media de concierto tuvo un indudable efecto bajón.
Hasta ‘Hoppípolla’, una maravilla de canción, sonó en su primera mitad un tanto apresurada, plana y desprovista de emoción. Pocas veces me ha ocurrido que un gran tema me transmite más cuando lo escucho en casa, junto a su vídeoclip a poder ser, que en directo – pero ayer ocurrió.
En suma, no dudaré que los verdaderos fans gozaron con Sigur Rós ayer; pero un festival está lleno de no-fans. Por eso, con Sigur Rós bajó la temperatura (por cierto, rasca de la buena ayer en el Dcode, llevad una rebequita si váis hoy, además está lleno de mosquitos).
El escenario Heineken tenía reservado algo más cálido, inmediato y sencillo: el post-punk Galicia calidade de Triángulo de Amor Bizarro. Su fórmula no se anda con contemplaciones, y funciona. Hay que decir que en los últimos dos años han mejorado en cuanto a pose y soltura sobre el escenario. Un inicio eléctrico, salpicado de canciones nuevas, llevó al público en volandas y a ritmo de Ave hasta la descarga final. Su aparición en un festival es siempre bienvenida y positiva. (Clic aquí para ver nuestro vídeo en directo con TAB)
Pero los encargados de calentar al rojo el cotarro eran franceses y venían con el signo de la cruz. Escudados detrás de una muralla de amplis y una especie de mesa-altar que bien podía ser la parte delantera de un camión, platillo volante o locomotora de tren, los Justice dispararon con artillería pesada desde el primer momento. Los primeros tres temas los pasé haciendo fotos en el foso, y tan aturdido a causa del bombardeo de luces, sonido, gritos del público, etc. que poco puedo concretar. Sólo sé que abrumaba, en el buen sentido.
La consciencia la recobré tras una cervecita, justo para cuando decargaron, atadas la una con la otra, ‘Civilization’ y ‘D.A.N.C.E.’ Primer momentaco, pero lejos de ser la cumbre, que quedaba mucho set. El «Tourmalet» se empezó a ascender de verdad con una versión intensa y generosa, increíble por lo inesperada, de ‘Audio Video Disco’, que acabó en glorioso y orgásmico subidón. Como tuiteé en el mismo momento, lleno de excitación, me habían dado tanta energía que tenía ganas de correrme una maratón (y no había ingerido sustancias, lo prometo). Para que me entendáis, fue el equivalente a una de esas gozosas jugadas de Zidane que ellas solitas te valían el precio de la entrada.
Justice nos habían colocado en lo más alto y ya no había vuelta atrás: ‘We Are Your Friends’, ‘NY Excuse’, ‘On’n’On’ y sobre todo ‘Phantom’ protagonizaron la catarsis final. Puede que fuera largo, pero yo no me enteré. Sólo sé que disfruté como nunca los mejores temas de sus tres largos – y poco me importa si estaba escuchando a dos tíos manejando un iPhone.
En fin, nos espera otra jornada de Dcode, a priori mas másiva y maindiestream. Una plaga llamada público femenino va a asolar esta noche el campo de rugby (de lo cual no pienso quejarme), pero dudo mucho que nadie ponga el listón tan alto como los Justice con sus cien millones de vatios. Eso sí, no os perdáis a Django Django. Avisados estáis.
Aquí, nuestra crónica de la jornada del sábado.