En el viaje al fin de la noche ya no hay vuelta atrás. Las luces recobran la vida mostrando el desenfreno de El Camino recorrido; el tiempo, exhausto, parece detenerse entre miradas perdidas cuando, de repente, el eco de una guitarra rasga el silencio nocturno. Es el aullido triste de quien comienza a despertar del hechizo crepuscular; es el último hálito de quien muere para volver a nacer con la luz del día.
Y así, tras casi dos minutos de introducción, con los excesos de la noche aún palpitando en el cerebro y el pudor de los recuerdos sonrojando el alma, comienza el inmenso grito derrotado que es Turn blue.
“Dance all night cause people, they don’t wanna be lonely” reza la gigantesca ‘Weight Of Love’ en lo que es un poema derrotista de unos Black Keys que afrontan el alba con esta épica canción coronada con un solo mastodóntico que en sus postrimerías se parte en dos para regalar un clímax eterno. Misma sensación deja en el paladar ‘Bullet In The Brain’ (“looking back on where we used to be everything was clear, still I refuse to see”) o ‘In Our Prime’ (“I disappear like every honest thing I used to hear”).
Son ejemplos de una sensación permanente de vencimiento ante la ruptura del mágico hechizo nocturno al que Auerbach llora con su voz más melancólica y en donde la distorsión pasa a un segundo plano, junto al rock, que pierde fuerza en favor del blues y el soul, mucho más adecuados para el momento y el mensaje que los de Ohio quieren transmitir.
Turn Blue es esa atracción irrefrenable que nos hace caer en la tentación de la sensualidad de la noche que se desboca justo antes de que las luces iluminen el local. “Why you always wanna love the ones who hurt you?” se pregunta Auerbach, como lo hemos hecho todos alguna vez, mientras volvemos, infectados de perfume ajeno y con el remordimiento apretándonos los dientes.
Y es que es imposible escapar del maleficio que el sex rock de Turn blue inflige sobre nuestras débiles mentes. Hay algo en él, como lo hubo en el AM de los Arctic Monkeys, en el tema ‘Make It Wit Chu’ de Queens Of The Stone Age o en ‘Blue Jeans’ de Lana del Rey; una corriente magnética altamente sensual que nubla todos nuestros sentidos y nos lleva a hacer aquello que hemos jurado no repetir.
Puestos a nombrar influencias, también está la mano de Danger Mouse, que se vuelve a salir en la producción, generando un sonido muy cercano al conseguido este año con Broken Bells, en el que la línea de bajo y una mordaz batería marcan el tempo lento, pero firme, un impulso casi sexual capaz de derretir a los corazones más duros con estribillos magníficos como el de ’10 Lovers’: “don’t leave us not in love again cause we might break instead of bend”.
‘Fever’, el primer adelanto del disco y su canción más accesible casi queda como una anécdota, un preludio de la agonía que es el resto de Turn Blue. Otro de los momentos álgidos del álbum en el cual Auerbach y Carney nos absorben con una simple base de guitarra y una batería que martillea profundamente en nuestras conciencias.
Pero es inútil dedicar mucho tiempo a hablar de las canciones en particular, puesto que Turn Blue es un disco global de sensaciones. En su conjunto, busca transportarnos a las horas más nocivas del crepúsculo para sacar la mezcla de sentimientos que emergen en ese momento, en lo que es una catarsis musical como pocos grupos consiguen actualmente.
Sin embargo, el final merece una mención aparte. La resaca ahogada en ibuprofeno deja paso a la euforia de un nuevo día. Vuelve la distorsión y vuelve el rock. ‘Gotta Get Away’, una perfecta road song, no pegaría en otro sitio sino cerrando el disco y abriendo un nuevo ciclo, un nuevo y brillante día con la cabeza reamueblada y dispuesto a no repetir las estupideces de la noche anterior aunque en el fondo sepamos que volveremos a caer porque ya lo dice Auerbach: “I searched far and wide, hopin’ I was wrong but baby all the good women are gone”.
En definitiva, mantener el ritmo en vez de controlar los tiempos es un error que sólo puede conducir al más estrepitoso de los fracasos. Después de esa tormenta perfecta que fue El camino, tendría que imponerse la calma. Otra cosa sería antinatural. Es precisamente ahí donde se sitúa Turn Blue, como himno de calles semidesiertas iluminadas por los primeros rayos del amanecer; como una banda sonora del viaje al fin de la noche.
Habrá quien no entienda el cambio, quien critique el abandono de “El camino” establecido y puede que los grammys sean cosa del pasado. Pero lo único cierto es que Auerbach y Carney han chupado demasiada carretera antes de que los caprichosos ojos del mundo musical se fijaran en ellos como para que ahora no puedan hacer lo que les dé la gana.
Nota bandálica: 9
Totalmente de acuerdo con tu crítica, el disco perfecto después de un día de jarana o para escucharlo tranquilo en la noche, luego de un arduo trabajo. Qué gusto que la banda esté evolucionando en su sonido e innovando cada vez más, en vez de estancarse en algo que se sabe sería absolutamente comercial (así hubiera sido un «El Camino 2»), y esto es algo que no muchos entienden, como aquellos fans desilusionados. A ver con qué nos sorprenden esta vez, aunque, espero también, sea sazonado con un poco de su viejo Garage/Blues Rock.