Qué duro es cualquier ejercicio de oratoria cuando se trata de exponer sobre los gustos personales; con qué derecho puede uno afirmar que With Light and With Love es el mejor disco que ha escuchado este año sin ser desangrado con argumentos tan válidos como el de él; por qué creerle. Exige algo así como un acto de fe – yo te creo – por la razón que sea, eso es lo de menos, el resto sobra; no existen aquí premisas irrefutables por mucho que uno diga.
Uno podría decir que es un disco bello, muy melódico y dulce de escuchar, como tantos otros que ni siquiera han llegado a sus oídos. Trataría de convencerles de esto con ‘Shepherd’ o ‘Moving to the left’, donde la sencillez academicista de ese rock americano, que tanto bebe del folk, llega al corazón en un concepto de diez humildes canciones que son recibidas como un regalo.
Uno podría decir que, al mismo tiempo, es un disco rebosante de matices complejos e intricados giros a un estilo tan trabajado, y que es esa ambivalencia entre simpleza y complejidad lo que convierte a With Light and With Love en algo tan atractivo; un experimento de desestructuración del género en favor de un concepto personal iniciado en 2006 por esta banda de Brooklyn. Uno sustentaría tal afirmación con la canción que da nombre al disco con sus nueve minutos de experimentación e incidiría en que prestasen atención a esa omnipresente guitarra de extraño acento.
Uno podría decir que, en conjunto, le recuerda a una mezcla entre Wilco y Grizzly Bear; eso para uno son palabras mayores. Y es que cuando suena la preciosa ‘Leaves Like Glass’, a uno le parece viajar hasta el ‘Sky Blue Sky’ de los de Chicago. La misma pasión; el mismo buen gusto para hacer algo que realmente merezca la pena ser escuchado una y otra vez.
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Uno podría decir que la prolija trayectoria de Woods siempre había discurrido por un camino de segunda fila, aportando buenas razones con asombrosa frecuencia para mantener vivo su nombre en un cruel océano lleno de depredadores, pero sin llegar cerrar un disco que a uno le hiciese detenerse lo suficiente. Sin embargo, uno diría que por fin y, tras ocho intentos, se rindió ante la evidencia del trabajo bien hecho, del que emana amor y delicadeza, hasta tal punto de considerar ‘Full Moon’ (hermosos ecos de George Harrison) como una de sus canciones favoritas del dos mil catorce.
Finalmente, uno podría decir que la aguda voz de Jeremy Earl es el mejor complemento a una cuidada instrumentación, convirtiendo este humilde With Light andWith Love en el mejor disco de pop que uno ha escuchado este año; y él dirá más, dirá que, en conjunto, y en su opinión, podría ser usado como manual de lo que ha de ser un buen disco de pop.
Aunque eso exigiría un acto de fe.
Nota bandálica: 9