Foxygen: Embajadores de la paz y la magia

Foxygen albumFoxygen es uno de esos binomios a los que tan acostumbrados nos ha tenido siempre la música, y como tal mantienen un tira y afloja constante. Dos grandes talentos que coinciden en sus años mozos y acaban juntándose para delicia de los amantes de la música: una historia que sonará familiar a cualquiera.

Sam France y Jonathan Rado llevan mucho tiempo haciendo música. Cuando en 2012 Richard Swift decidió que era necesario que esos chavales tuviesen un álbum y se lanzó a producírselo, ellos ya llevaban cuatro años grabando EPs en el dormitorio de su casa. Tras la publicación de Take The Kids Off Broadway (2012) nada cambió. Al año de estrenarse ya tenían listo su segundo álbum, We Are The 21st Century Ambassadors of Peace & Magic (2013), nuevamente producido por Swift y en el que a mi parecer se coronan con una sucesión de canciones intachable, de corte muy sesentero favorecido por una excelente producción, y un France en estado de gracia que poco tiene que envidiar a Mick Jagger.

Por supuesto, esto no debió de ser suficiente, ya que hace poco más de seis meses sacaron el que fue su tercer disco en tres años, …And Star Power (2014), un álbum doble y conceptual autoproducido que hace inevitable plantearse de dónde saca esta gente ya no solo las ideas, sino el tiempo. Cuando Jonathan Rado, por si fuera poco, lanzó inesperadamente su debut en solitario Law And Order (2013), en el que queda patente la importancia de su labor para Foxygen, a Sam France le sentó como una puñalada trapera. El concepto que envuelve …And Star Power era la idea que tenía este para su propio proyecto, pero fue frenado en su momento por Rado, lo que probablemente más tarde le obligó a ceder un poco con el tercer largo de la banda. Pese a encontrar en él algunos de los momentos álgidos de la discografía de Foxygen como ‘Coulda Been My Love’, ‘How Can You Really’ o ‘Everyone Needs Love’, temas diseñados para convertirse en clásicos instantáneos, el hecho de que queden levemente diluidos entre la maraña de canciones que constituyen este innecesariamente ambicioso gran disco, hace que de alguna forma no esté a la altura de su predecesor.

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Aprovechando la ocasión, compartiré con vosotros esta actuación en el show de David Letterman (adiós y #ThanksDave a comienzos de año en la que consiguen asombrar al presentador estadounidense, que no es poco. Sam France representa a la perfección la figura del cantante excéntrico, nuevamente muy del estilo de los sesenta, en la que tanto empeño ha puesto desde la publicación de su segundo largo. Personalmente me parece que en ocasiones se le va de las manos y me cabrea, porque me encanta su forma de cantar y parece que él apenas le de importancia, pero es cierto que es su papel, su personaje, y que es necesario para el grupo.

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Claramente llevan su amor por décadas pasadas a todos los campos de su música: es evidente en sus atuendos, en su puesta en escena y en las maravillosas coristas que se han agenciado, pero además es que lo hacen con un gusto exquisito. De alguna manera se las ingenian para remitirme a sonidos sobradamente conocidos de una forma fresca y entusiástica a la que es imposible resistirse. Son indudablemente uno de los grupos a seguir de cerca actualmente, y, aunque creo que están más que consagrados, habrá que confiar en que algún día pueda mejorar la tormentosa relación de amor-odio profesional entre Jonathan Rado y Sam France, que anunciaron hace poco que esta sería su última gira como Foxygen. Ante esta terrible noticia solo cabe esperar que de alguna manera solucionen su lucha de egos o bien que sea una broma pesada.

Pase lo que pase, su legado es ya suficiente para rendirles culto durante mucho tiempo. Ojalá la música de estos embajadores de la paz (manda huevos) y de la magia no se oxide nunca.

Texto por Luis Garau.

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