Jueves 28: las estrellas brillan (por su ausencia)
Fuimos al Primavera Sound sin saber bien qué esperar de esta decimoquinta edición. Ya sabéis: que si un cartel muy flojo para un 15 aniversario, que si unos cabezas de cartel muy mainstream, que si muchas bandas ñoñas. ¿Y al final qué? Pues, vayamos por partes y empecemos por el jueves. Así lo vivimos David Depain, Diego Rubio y yo, la hater oficial de esta casa (Roby).
Benjamin Booker (Heineken)
El músico de Nueva Orleans era una cita imperdible. Con tan solo un disco publicado, se ganó un Heineken a las 20:00 horas, logro y desafío a la vez, ya que es un halago pero también una hazaña conseguir arrancar motores. Su homónimo Benjamin Booker fue uno de nuestros discos favoritos de 2014, así que teníamos muchísimas ganas de ver a este hijo de Woodstock en acción. Con su voz rota de bluesman que lleva cuarenta años fumando una cajetilla de cigarrillos al día, y acompañado por dos músicos con casi tanto talento y carisma como él mismo, brilló por encima de la luz solar que inundaba el Heineken. El chaval se dirigió poco al público, pero entre su más enérgica ‘Violent Shiver’ y el boogie rockero ‘Wicked Waters’, tuvo tiempo para arrebatarnos el corazón con una versión de ‘Falling Down Blues’, de Furry Lewis. El chaval de Luisiana se fue entre los aplausos imparables de un Heineken lleno hasta la bandera, como si de un cabeza de cartel se tratara. Perdón, ¿The Black quién? (Roby)
The Replacements (Primavera)
The Replacements salieron al escenario Primavera como un tiro, dando patadas al aire y como creyéndose que esa actitud destructivista y punk es parte del paquete «reunión». Así acometieron ‘Taking A Ride’ y así caldearon un ambiente en el que se conjugaron los gritos de la vieja guardia del PS, con los de las nuevas juventudes que los descubrieron a los dieciséis bajo la etiqueta de ser unos de los fundadores del indie rock –¡presente!–. Demostraron que están en forma –aunque a veces sobrara el bromeo y el ligoteo adolescente en unos señores que pasan los cincuenta– e hicieron un profundo y acertadísimo repaso de su discografía, entrando poco a poco en su material más acelerado, para ejecutar tres temas de Tim y otros tantos de Let It Be, sus cimas artísticas. A partir de ‘Kiss Me On The Bus’ todó fue rodado. Se atrevieron a empalmar el ‘I Want You Back’ de los Jackson 5 con su ‘Color Me Impressed’ (de lo mejor del set), a versionar a Chuck Berry y el clásico ‘My Boy Lollipop’, y a transformar el eterno ‘Love Will Tear Us Apart’ de Joy Division en ‘Left Of The Dial’.
«We are the sons of no one, Bastards of Young!» se escuchó en toda la explanada, y se despidieron con una ultrarrápida ‘Alex Chilton’. Volvieron para un encore que pasó casi desapercibido. Pero es que el tortazo de la anterior media hora todavía dejaba ver sus efectos. La reunión de los Replacements pasa desde ya a la historia de las mejores que han pasado por el Primavera Sound. (Diego)
Mikal Cronin (Ray-Ban)
Solo puedo sentir admiración por el ejercicio de libertad creativa y homenaje al rock que Ty Segall y Mikal Cronin han hecho en su carrera tanto en solitario como en alianza. El año pasado disfruté con el primero en su visita al Primavera; este año, su colega era cita obligatoria, si bien es cierto que MCIII no me ha impresionado tanto como su predecesor (lo que no quita que sea uno de los disco que más me han gustado de lo que llevamos de año). Como era de esperar, sus nuevas canciones gozaron de una posición prioritaria: ‘Turn Around’ y (la más que interesante) ‘Made Up My Mind’ abrieron un espectáculo con fuerza y energía aunque algo automático. La alegría que imprime el cariz pop de sus composiciones ayudó a hacer ameno un directo entretenido y notable. ‘Say’ y la maravillosa ‘Weight’ fueron el momento álgido de un concierto memorable. Es emocionante escuchar en directo música tan comprometida con el buen gusto por el firme caminar sobre la fina línea que separa al pop del rock. Pura reminiscencia. (David)
Antony And The Johnsons (Heineken)
Una profunda indefinición rodeaba mi decisión de ir a ver a Antony al escenario Heineken. Suponía renunciar a Mikal Cronin y no sabía muy bien lo que iba a ver. Fuera de contexto y presentándose bajo el anuncio de «concierto de grandes éxitos» (que siempre me da mala espina y nunca resulta ser tal), al menos venía con sus Johnsons y con la Orquesta Sinfónica de Barcelona. El caso es que allí estaba, el concierto empezó y no se iba la sensación de indefinición.
Salió a escena una figura fantasmagórica simulando una especie de danza y todo se hacía demasiado largo. Estamos en un festival, la gente renuncia a cosas y cualquier momento de tedio puede ser letal, puede decantar balanzas imposibles con suspiros. La gente quiere música y se notaba cierta tensión, pequeños pitos que no podían (en serio, ¡no podían!) repetirse drante el espectáculo. Así que ahí seguía, esperando e indefinido. Hasta que salió él, ella, Antony Hegarthy, se sentaron todos los músicos y sonó ‘Ghost’. La belleza cubrió la explanada pero mi indefinición no se fue. Una orquesta sinfónica tiene que aplastarte con la fuerza de una ola, y faltaba potencia por todos lados. Incluso con un Antony que de vez en cuando exhortaba con gestos a los músicos: ¡arriba, arriba!
Indefinición. La misma cuando no reconocí las letras de otra canción. Ese fue el «clack», el engranaje que terminó de hacer que todo se definiese. Todo el conjunto se unió en una explosión para firmar una pieza que estoy deseando escuchar en estudio y que parece que podemos llamar ‘4 Degrees’, y tras la que se desplegó el ‘Blind’ de Hercules & Love Affair, un orgasmo sonoro, una maravilla única que solo gracias al Primavera Sound se ha podido disfrutar.
A partir de aquí, hits y una lección de acallar a una audiencia festivalera y borracha. ‘Cripple And The Starfish’, ‘I Fell In Love With A Dead Boy’, ‘Dust And Water’, ‘You Are My Sister’… El efecto envolvente del inicio de ‘Salt Silver Oxygen’ (se escuchaba un susurro atronador desde el fondo, desde nadie sabe dónde, mientras Hegarthy invitaba a «callar y sentir como nuestros cuerpos se elevaban como a tres metros sobre el suelo», olé por los técnicos de sónido) ya compensaba esperas, entradas y renuncias… y terminó con ‘Hope There’s Someone’. Gracias Antony. Gracias Primavera. (Diego)
Spiritualized (ATP)
Lo admito: no puedo ser objetivo cuando hablo de Jason Pierce. Adoro el trabajo que este sufridor británico se ha trabajado durante veinticinco años. Su vida, aunque devastada hasta el límite, es puro rock n’ roll y junto al desaparecido Sparklehorse, representa a la perfección el susurro desolador de un estilo acongojado por la propia existencia.
Apareció oculto tras sus omnipresentes gafas, siempre quebradizo, como si estuviera al borde del colapso; inerme la mayor parte del tiempo, imprimiendo su escasa energía en su peculiar voz. Ésa que es aguda y temblorosa, tan alejada de la excepcionalidad como cercana al sentimiento puro; esa que revuelve las entrañas con sus delicadas letras. Su rock clásico de medio ritmo y de canciones interminables inundó el ATP para dar un concierto precioso, en mi opinión, pero correcto y nada más, siendo objetivo. Ver a Pierce encima del escenario derrochando creatividad y amor por el rock clásico de coro en estribillo es un lujo, sabiendo por lo que ha pasado, y una gozada, escuchar lo bien que lo hace. Lo mejor, ‘Electricity’; lo peor, que se dejó en el backstage su inmenso Sweet Heart Sweet Light. Un concierto que resultaría repetitivo a los no fans. Algo más de velocidad no habría estado mal en algún que otro momento. (David)
The Black Keys (Primavera)
The Black Keys a mí me molan, oigan, y no me avergüenzo de ello. Por eso fui al escenario Primavera rebosante de ilusión y esperanza, a ver por primera vez al dúo de Ohio. Bueno, dúo, dúo, como quien dice dúo, igual no, pero qué más da. Arrancaron con ‘Dead And Gone’, joya de su buque insignia, El Camino. Afloraron entonces los primeros sentores de la que se nos venía ecima. «Nada, nada, que son los Black Keys y es su primer concierto después de un parón forzoso, que poco más y ni vienen» pensé. Y ojalá no hubieran venido y se hubiesen quedado en sus casas quietecitos o en el local ensayando un poco, malditos ganapanes.
Para la tercera canción ya estábamos aburridos y horrorizados ante el espectáculo esperpéntico que nos estaban ofreciendo. A la sexta decidimos salir de un público que iba paulatinamente disminuyendo, canción tras canción, para ir a sentarnos y mirar las imágenes en la pantalla. Grave error, porque menuda horterada sus audiovisuales también. Vamos, que ni Leticia Sabater.
El caso es que el «dúo» la lió tan sumamente parda que dejaron los fallos de sonido del propio escenario en segundo plano, y ya es decir. Cuando no se pisaban instrumentos, perdían el ritmo, y cuando no, fallaban un riff. Dan fallaba su propio maldito riff. Las drogas son malas, amigos, y si no me creen, miren ustedes cómo se han quedado estos dos desde que dejaron de tomar ácidos.
Los de Akron fueron mutilando sus mejores temas, como ‘Gold On The Ceiling’, ‘Nova Baby’ o ‘Tighten Up’, uno tras otro. Y cuando ya parecía que no pudieran cagarla más, lograron lo imposible destrozando ‘Lonely Boy’. La gente normalmente destroza canciones de otros, pero este par de lelos van y destruyen su propia creación.
Aun así, mirando a mi alrededor, me alegré al ver que que algunos disfrutaron mucho del bolo:
LA GENTE SE LO ESTÁ PASANDO PIPA EN EL CONCIERTO DE THE BLACK KEYS #PS15 pic.twitter.com/TvZuXAcoyX
— Io sono Robbina (@robyiinthesky) Mayo 28, 2015
(Roby)
Jungle (Ray-Ban)
Resultaron ser los grandes triunfadores de la jornada y unos de los del festival. Habían mandado un mensaje alto y claro saliendo por la puerta grande del Primavera Club, y era evidente la expectación generada en torno a ellos. Había muchas ganas de verles. Así que al filo de las 2 de la madrugada y aún compitiendo en hora con el prestidigitador del soul electrónico James Blake, el Ray-Ban lucía un lleno absoluto para recibir a la banda británica que ha revitalizado el soul con una propuesta revisionista pero llena de energía. A mí el disco, se me queda pequeño, soy sincero. Me parece un más de lo mismo de lo que ya se hacía hace tres y cuatro décadas. Pero también hay que reconocerles que su directo es espectacular. Todas las canciones mejoran, desde ‘Platoon’ a ‘Drops’ o ‘The Heat’, todas ganan en luminosidad y en ritmo, pero sobre todo en fuego, en ese incendio de sangre negra. Cuando acaban enlazando ‘Busy Earnin» y ‘Time’ todo es sudor, todo es funk, todo es baile, todo es una tormenta de fuerza desatada. Los teclados, las dos guitarras, los coros, la producción y los golpes letales… todo se mezcla en un conjunto nada minimalista donde sí se hace bueno, enorme (y en plena época del menos es más). Pero con ellos ell más es más, siempre más, siempre mejor y siempre más arriba. La esencia de cualquier «Ponte Eufórico Mix». Bravo, porque estos chicos tienen futuro. (Diego)
Haciendo clic aquí podéis ver más fotos de Xarlene y de Eric Pàmies, y en este enlace las de Matías Altbach.
Viernes 29: clase y elegancia
Todavía con mal sabor de boca por la espantosa actuación de The Black Keys del día anterior, acudimos al Fòrum con la esperanza de que el viernes nos traería algo mejor. Así vivimos nuestra segunda jornada del Primavera Sound:
José González (Auditori Rockdelux)
Había muchos cantautores en este Primavera Sound, pero el premio del Auditori Rockdelux le cayó a José González. Damien quizá habría sido demasiado, Tobias podría haberse quedado corto; pero para este doctorado en bioquímica sueco de ascendencia argentina (chapurreba en perfecto castellano) vino redondo. Lleno hasta la bandera tras enormes colas de valientes –retumbaba en la cabeza de algunos todavía el technazo con el que Richie Hawtin nos había castigado hasta las seis de la mañana–, bajo el abrasador sol de las 3 de la tarde para adquirir las dichosas entraditas. Todo indicaba exitazo. Y lo fue. Abro un paréntesis para tratar de narrar lo que supone ese Auditori. Era mi primera vez y ¡joder! cómo suena ese bendito sitio. Como si José González te susurrara al oído y al alma desde todos los flancos posibles, como si el sonido no rebotara contra las paredes sino contra el propio espacio. Juro que entré, me senté, arrancó sin darnos tiempo de respirar ‘Crosses’ y se me cayó una lágrima. Lo juro.
El calor con el que te envuelve la caricia del auditorio es irrepetible, ningún escenario en todo el Primavera Sound se acerca siquiera a esa sensación. En ese contexto inmejorable, un hombre de la delicadeza de José (acompañado de una banda de sabores latinos que en ‘Teardrop’ estuvo sublime) no podía desentonar. Tocó una hora, pero si hubieran sido cuatro nos hubiéramos levantado pocos. Su voz de terciopelo, de esas que están a punto de quebrarse en un suspiro, empezó a desengranar filosofía en ‘What Will’, ‘Open Book’ o ‘With The Ink Of A Ghost’, acompañado solo de su tímida guitarra. Las palmas acompañaron ‘Lovestain’, con la banda marcando el ritmo a las congas fue desenvolviendo ‘Down The Line’, un crescendo suspendido, y el coro y los sintetizadores abrazaron ‘Stay Alive’. Llegó así un ‘Heartbeats’ final que no deja de enriquecerse, que no deja de llenarse de matices. Salía del Auditori apenas a las 6:30 de la tarde y tenía toda la jornada por delante, mejor aperitivo imposible. Entonces me vinieron a la cabeza un par de temas de Junip. ¡Podría haber caído algo! Bueno, la perfección no existe. (Diego)
Julian Casablancas+The Voidz (Primavera)
Lo de Julian Casablancas es como cuando dices «una caña y para casa», se te va de las manos y acabas volviendo setenta y dos horas después. Su proyecto paralelo a The Strokes, junto a The Voidz, es una extraña mezcla de guitarreos metaleros, melodías oscuras y sintes a cascoporro. En realidad funciona bastante bien, hasta que el bueno de Julian (que se parece cada día más a una mamarracha trasnochada, como dice una amigui) agarra el micrófono y empieza a berrear entre mares de efectos de vocoder. Y miren, no. (Roby)
Patti Smith (Heinekein)
Que sí, que sí, que me podéis decir lo que queráis por haber ido a ver a Patti Smith, pero qué le voy a hacer: el Horses me parece un discazo. Es más, la actuación de Patti era sin duda una de las que más esperaba. Se presentó en el escenario una señora de pelo gris, con el típico atuendo andrógino que la ha caracterizado durante toda su vida. Arrancó los primeros boatos con la canción de apertura, ‘Gloria: In Excelsis Deo’ y pude corroborar que no queda nada de la voz sensual y provocadora de aquella Patti del 75. La voz de esta Patti es ronca, poderosa, te retumba en las entrañas.
Eran las 8 de la tarde y al público a esas horas le sobra resaca del día anterior y le faltan birras del presente, así que a mediados de concierto el personal se vino un poco abajo. Lejos de prestarse a una actuación igual de apática, nos sorprendió con un «COME ON, MOTHERFUCKERS!!!», un sonido abrupto y gutural que recorrió la espina dorsal de todos y cada uno de los presentes. Y la audiencia respondió, vaya que si respondió. El Heineken se vino abajo y el Fòrum, de repente, se transformó en el Woodstock de una época que no pudimos vivir. La sacerdotisa del rock, icono de la lucha feminista y viva imagen del inconformismo, cogió hasta la más pequeña partícula de adrenalina de los presentes y la hizo flotar mientras entonaba ‘Free Money’ y, más todavía, en esa monstruosa obra de más de nueve minutos llamada ‘Land’. Fue entonces, cuando estábamos ya completamente a su merced, que nos lanzó ‘Elegie’, para «la gente que amamos, perdimos y recordamos» y que ella dedicó a sus amigos Jimi Hendrix y Lou Reed. Se despidió sobre las notas de ‘Rock n Roll Nigga’, arrancando la sexta cuerda de su guitarra, con esa actitud punk suya que tan bien le sienta, tenga los años que tenga. Porque ella es Patti, y Patti es rock. (Roby)
Tobias Jesso Jr. (Pitchfork)
La historia de este chico me llegó por casualidad, buceando con el piloto automático en Internet justo el día que presentaba Without You, y la conexión fue inmediata. Mientras la canción sonaba, leía los amargos sucesos que habían cambiado la vida de ese joven de mirada humilde y voz inocente. Lo entendí todo y lo tuve clarísimo: no iba a perdérmelo por nada del mundo. Y entonces salió al Pitchfork, donde le esperaban solamente su guitarra y su piano. Nada más. No debería estar aquí, dijo él, y la considerable multitud que asistimos a su íntimo concierto nos encargamos de demostrarle lo contrario. Comenzó con la guitarra para presentar su precioso Goon, pero pronto se comprometió con el piano, donde realmente expone todo su potencial, era el turno de ‘Hollywood’ o ‘Just A Dream’, precioso sentimiento directo al corazón. Casi al final, Tobias interpretó la anhelada ‘Without You’. Lo que prometía ser el momento álgido del concierto se convirtió en una pesadilla para el pobre cantante, cuya acústica actuación se vio mancillada por el eco proveniente de escenarios contiguos. Y es que, por muy bonito que fuese su directo, el volumen no era el adecuado y la localización, muy cuestionable teniendo en cuenta las características de su música. Aplauso general y el canadiense lo volvió a intentar y, aunque sufriendo, sacó adelante el desgarrador poema de amor que es ‘Without You’. Y así, tras volver a la guitarra para cerrar el directo, se fue casi en silencio, sin querer molestar, mientras los asistentes aplaudíamos rendidos ante el sentimiento que desborda este encanto de chico. (David)
Damien Rice (Primavera)
Vi a unos chicos discutir bajo la torre central de Ecoembes de la explanada principal («el ojo de Sauron», como lo hemos renombrado nosotros). El tema central era el mismo que rondaba en mi cabeza, el mismo que tenía enzarzados a mis dos hemisferios: Damien Rice o Belle and Sebastian, la peor coincidencia de mi festival. El simple hecho de que Damien nunca había venido a España se antojaba, a priori, suficiente para convencerme. Pero, qué cojones, estuve a punto de correr despavorido a ver a mis Belle And Sebastian a un ATP que –según me han comentado– se desbordaba. Lo que hizo que decidiera quedarme, fueron esas malditas reminiscencias sentimentales, esas malditas heridas que a veces me gusta relamer. Lo que me obligó a permanecer fue devorar ‘9 Crimes’ y notar un nudo enorme en la garganta, fue escuchar la voz de ese perfecto cantante de metro en ‘Delicate’ y ahogarme un poquito en el pasado. Me faltaron ‘Rootless Tree’ y ‘Volcano’, y me sobró el nuevo disco aunque ‘The Box’ sonara grandiosa. Pero le tuve a él, a las emociones que suscita. Da igual su setlist, yo creía que importaba, pero da igual. Es lo que transmite ahí subido, solo en un escenario principal y armado con una guitarra roída a base de interraíles y una pedalera con looper que convierte su eco en una banda destartalada comandada por un Tom Yorke invisible. Lo que hacen los efectos electrificados con la pastilla mal puesta en ‘Cannonball’ o ‘The Greatest Bastard’ es digno de oír. Pero el final, sonando el ritmo, los golpes que se supone debe dar una batería, su voz repetida en tres y cuatro coros a través de dos micrófonos (uno megafónico), un riff pasado de ganancia y la lluvia de acordes, es toda una demostración de destreza y sensibilidad. Un solo hombre contra todo un ejército. Desnudo. Que vuelva pronto, o mejor que no vuelva nunca. Para poder conservar este recuerdo como una joya, como un pequeño privilegio. (Diego)
Belle and Sebastian (ATP)
Creo que todos los que disfrutamos con la buena música actual nos hemos topado en algún momento, presumiblemente en la adolescencia, con las magnéticas y revoltosas letras de Belle and Sebastian. Es una etapa; nada grave. Luego, para la mayoría (entre los que me encuentro), siempre están ahí, dispuestos a ofrecer dosis de alegría cuando sean necesitados. Para otros, es el grupo de modernos por excelencia. Pues vale. El caso es que llenaron el ATP con su pop melódico, deudor del siempre olvidado Nick Drake (Hazey Jane II habrá inspirado más de una canción a estos escoceses), y nos hicieron pasar un gran rato bailando. Nada que reprochar al polifacético Stuart Murdoch: hizo las delicias de sus admiradores y nos regaló uno de los pocos momentos del festival de los que, objetivamente, pocos fallos pueden extraerse. Presentaron Girls In Peacetime Want To Dance y recordaron viejas perlas como ‘Electronic Renaissance’, ‘Another Sunny day’ y ‘The Boy With The Arab Strap’ –ojo ahí, porque cuentan las malas lenguas que hasta Roby se vio obligada a levantarse y darlo todo con esta última–. No obstante, lo mejor llegaría al final, cuando sonó ‘Get me away from here, I’m dying’ y el pueblo murió de amor. Irreprochables. (David)
The Church (Ray-Ban)
Que no os engañen los que pasaron por el Ray-Bay de camino a Sleater-Kinney, The Church llenaron el anfiteatro del Fòrum hasta arriba. Los australianos, fautores bigeneracionales de post-punk elegante y rebosante de clase inigualable, disponían de una hora y la aprovecharon como muy pocos otros artistas supieron hacer. Un chico me dijo, riendo, que pasaba de «canosos». Pues vaya con los canosos: una hora sin apenas paradas y manteniendo al público comiendo de su mano siempre, cualesquiera que fuese el tema que le arrojaran. Con una presencia escénica impresionante que solo la experiencia y la seguridad de tu habilidad musical te dan, Kilbey y los suyos se rodearon de oscuridad durante toda su actuación, que abrieron con la electrizante ‘Block’ y en la que brillaron su estandarte ‘Reptile’ y la preciosista ‘Under The Milky Way’. Maestría y pasión caracterizaron el paso por el Primavera Sound de The Church, quienes podrían dar clases a muchos de los artistas que acaparaban protagonismo en el cartel con sus gigantescas letras. (Roby)
Run The Jewels (ATP)
Gabi Ruiz está obsesionado con Kanye West, no es ningún secreto. Dicen las malas lenguas que lleva intentando traerle 3 años y, ante la imposibilidad (esto sigue siendo España, por mucho Primavera Sound), empezó a hacer fichajes estrella en el panorama del hip-hop más arriesgado. Public Enemy levantando su omnipresente It Takes a Nation…, Kendrick Lamar el año pasado o este año Tyler The Creator y Run The Jewels. El dúo neoyorkino apuesta por una deconstrucción rítmica del rap de finales de los 90 y referencias al sonido Detroit o el rap-metal, separándose así de la línea que sigue Kanye hacia el trap y el sonido Chicago, o Kendrick hacia el soul y las raíces. El caso es que venían con fama de directazo y cumplieron las expectativas. El público no superaba la media de 28 años de edad (yo soy de las excepciones, pero por un momento pensé «¿esto es el Primavera? ). Venía con ganas de darlo todo, y ellos ya declararon intenciones abriendo con un sample de ‘We Are The Champions’ y con un sonoro «we’re gonna burn this stage to the mutherfucking ground». Todo se movía mucho. La gente se apoyaba una encima de otra para saltar más y más y acompañar más alto y más fuerte los «yeahs» y los «El-P, Killer Mike, El-P, Killer Mike». Y el principio, con ‘Run The Jewels’, ‘Oh My Darling, Don’t Cry’ y ‘BlockBuster Night, Part 1’, resulta demoledor, es cierto. Hacia la mitad, cuando ya ha sonado ‘Close Your Eyes And Count To Fuck’, todo empieza a parecer bastante repetitivo y falta algo de feeling. Y lo de que Killer Mike suba a su novia a felicitarle el cumpleaños y a darle una palmadita en el culo pues no ayuda mucho a que ganen en seriedad. Pero bueno, cumplieron, no se les puede pedir más. (Diego)
Ariel Pink (Pitchfork)
No tengo claro por qué me pateé el Fòrum de punta a punta para ver a Ariel Pink. Ay, sí, porque Ride me resultaron absolutamente estériles después de la tercera canción. Creo que fuera la tercera pero no lo juraría: me aburrieron tanto que podría haber sido mitad de la primera. El caso: que el abono vale caro y había que amortizarlo, así que me dirigí al Pitchfork no sin cierta curiosidad por ver a ese ser un tanto raruno dando su espectáculo. Al llegar, el concierto ya había empezado, así que esperaba ver a un público ya entrado en calor… Pero no, y no tardé en entenderlo. El estadounidense se movía por el palco sin orden ni concierto, puesta en escena de una obra priva de sentimiento. Actuación mediocre en la que el cantante cambiaba tanto y tan repentinamente de estilo, que parecía aquel hombre embarazado, abogado, culturista, del Opus Dei y testigo de Jehová. (Roby)
alt-J (Heineken)
Todo son risas hasta que me toca a mí hablar sobre el que, en mi opinión, ha sido el mejor concierto del festival. Así de claro, así de simple: la actuación de alt-J fue absolutamente memorable. Desde los efectos visuales hasta su propia interpretación, sin olvidar una siempre y agradecida interacción con el público, todos los detalles que mostró la agrupación inglesa nos encandilaron irremediablemente. Y es que hay algo magnético en alt-J que los impulsa siempre hacia arriba. Desde que escuchara An Awesome Wave, me quedó claro que estos chicos parieron el mejor disco de lo que llevamos de década, ofreciéndonos un sonido tan plural como inclasificable, pero innegablemente fresco. El año pasado, This Is All Yours demostró que iban en serio, y el fin de semana pasado se coronaron en el siempre curioso Primavera. Su actuación, bastante extensa, dio para viejo y nuevo, para vibrar con ‘Left Hand Free’, para viajar a otro lado con los sonidos étnicos de una estupenda ‘Taro’ y para llorar con ‘Matilda’, siempre con un sonido que rozaba la perfección. Destacar más momentos sería injusto, pues es, su actuación, más un concepto que una sucesión de canciones; un viaje al intrincado y perverso mundo de alt-J, donde las letras y la instrumentación son trabajadas hasta lograr una fusión única. Solo les deseo una cosa: que su techo les quede muy lejos. Nada de tocar otra vez a media tarde, como en su visita el BBK, lo suyo es estar cerca, muy cerca de la cabecera, viendo al resto desde arriba, donde solo ellos se han ganado descansar. (David)
Sábado 30: la salvación
Llegamos al final de esta edición del Primavera Sound mucho menos agotados y extasiados que el año pasado, pero llenos de esa esperanza que trae consigo un nuevo amanecer. O las ganas de los conciertos de Caribou y Foxygen, no lo tenemos claro.
DIIV (Pitchfork)
Después de una pequeña locura de horarios con la inclusión de Torres en la programación del Parc y los cambios de Mourn, los adalides del nuevo indie de Nueva York (la ciudad con la que este año se ha comprometido el Primavera, con toda una pléyade de bandas desfilando por todo el fin de semana y especialmente ese sábado, que se coronó con Interpol y Strokes) se subían al Pitchfork a eso de las 6 de la tarde DIIV. Con pintas de mendigos pijos, casi como haciendo físicas las proyecciones de los Gorillaz, desplegaron su pop etéreo y de inspiración new wave y se enfocaron casi exclusivamente en su venidero segundo trabajo. Y nadie mejor que el propio Cole Smith, guitarrista de Beach Fossils, para definir el sonido de su proyecto en solitario: «agresividad y poderío melódico». Después de cancelar en el Primavera Sound de 2013, por fin pudimos comprobar esa pegada, pero supieron a poco ‘Oshin’ y ‘Doused’, que son temazos, ojo. Del resto no teníamos ni pistas y, aunque en conjunto se augura un álbum al que prestaremos más que atención, a un servidor le gusta sabérselas todas –o casi todas– y cantar a pleno pulmón. DIIV todavía nos la deben. (Diego)
Foxygen (Primavera)
Escuchar ‘How Can You Really’. Ahí estaba, una de las tareas obligatorias de esta edición del Primavera, sonriendo en mi cabeza mientras bajaba del metro. Había ganas de escuchar al curioso grupo americano; embajadores de la paz y la magia, sí, y de los líos, los malos rollos, la soberbia y el exceso. Vaya, un grupo de rock. A media tarde, asomaron por el primavera Jonathan Rado and Sam France acompañados de un extenso séquito relegado, eso sí, a un protagonismo residual, de acompañamiento invisible (aunque las coristas se moviesen hasta la saciedad, ¡qué cansancio daba verlas!). Porque el morbo son ellos dos: Rado y France, el cerebro y el espectáculo, el talento y el…, él. La atención mediática que ha acaparado Foxygen es impresionate, y no es para menos. Musicalmente se acercan tanto a ese sonido de finales de los sesenta y principios de la siguiente década, que consiguen hacerte viajar a la época dorada del rock; pero las disputas internas y la actitud de Sam France lastran el proyecto (bochornoso el estudiado fracaso de su versión de ‘Let It Be’ por citar algún ejemplo). No paró, eso sí, el melenudo cantante durante el concierto. De aquí para allá, celoso si las pantallas del Primavera no captaban sus monadas y jugueteos, mientras Rado, encajonado entre teclados y el resto de la banda, sacaban adelante una notable actuación. Mucho ruido y pocas nueces, la banda se diluyó en largos compases de experimentación y la poca carne que mostró, no sirvió para enamorarme. Solo destacaría ‘Shuggie’ entre lo más interesante. Para colmo, se olvidaron ‘How Can You Really’. Les parecerá demasiado mainstream. El hecho es que la tensión parece palpable y el futuro incierto. Mientras tanto, os invito a visitar el bandcamp de Rado, el auténtico genio de Foxygen, el talento. (David)
Torres (Pitchfork)
Cuando llegué al Pitchfork y la vi ahí, sola, sin más acompañamiento que su guitarra, me temí lo peor, sobre todo teniendo en cuenta lo que sufrió el pobre Tobias para sacar adelante su concierto el día anterior. Nada comparable. La americana, su poderosa voz y la guitarra bien distorsionada, supieron cumplieron a la perfección. «La próxima vez traeré una banda», dijo casi al despedirse; supongo que la compañía cambiará algo el estilo, pero el resultado sería el mismo: una auténtica gozada. Su inseparable Fender y su portentosa voz le bastaron para meterse en el bolsillo a todos los asistentes, que no fueron pocos. Despiezó uno a uno los éxitos de su nuevo disco, Sprinter, para regalarnos una actuación bella y llena de sentimiento. No hubiera estado mal algo más de su debut, el homónimo Torres, ya que las únicas que nos ofreció fueron ‘Honey’, para abrir, y ‘November Baby’ para decirnos adiós. Su recta final, con ‘Strange Hellos’, me lo guardo como uno de mis momentos preferidos del festival. Si el año pasado me enamoré de su amiga Sharon van Etten, Torres me ha demostrado este año que hay mucha pasión y, lo que es aún mejor, mucho futuro para la buena música. (David)
The Strokes (Primavera)
Lo sentimos, pero no podemos hablaros aquí de la actuación de The Strokes. Fue algo tan destacable que hemos tenido la necesidad de preparar una crónica separada, dedicada única y exclusivamente a los neoyorkinos y que podéis leer aquí.
Interpol (Heineken)
Paul Banks y los suyos tienen fama de ser el carisma personificado, en sus directos. Esta era mi primera vez con ellos, así que no puedo decir si la actitud fría fue solo un caso aislado de mala suerte. El caso es que Interpol, muy en la línea de casi todos los grandes nombres del cartel, ofrecieron una actuación más bien mecánica, impecable en lo musical pero extremadamente impersonal. El setlist se centró más en sus hitazos del pasado que en temas de su último trabajo, El Pintor, del que tocaron tan solo ‘Anywhere’, ‘Everything Is Wrong’ y ‘All The Rage Back Home’, que clausuró el concierto de los estadounidenses. Y aun así, pude ver a un público poco involucrado y que daba a la banda el mismo calor que recibía. Las únicas excepciones, seguramente, fueron ‘Evil’ y ‘Stella Was A Diver and She Was Always Down’, dos de los mayores éxitos del grupo de Banks. Lo más destacable, quizás, fue el extraño parecido de la versión live de ‘Say Hello To The Angels’ con ‘This Charming Man’. Pasan por el Fòrum sin pena ni gloria. (Roby)
Underworld (Heineken)
Hay música que envejece bien. Otra que no. Hay música que con el tiempo encuentra su lugar en el mundo y otra que muere con su mundo en el tiempo. Otras veces se adapta para sobrevivir, se corta el pelo o se pone tacones reflectantes y se sube a la pista de baile. En el caso de Underworld, ni una cosa, ni la otra, ni la otra, ni la otra. O que yo venía queriendo escuchar ‘Born Slippy’ y se encorsetaron en la reproducción estricta de su Dubnobasswithmyheadman, cuya reedición están apoyando con gira mundial. ‘Spoonman’ es un temazo y ‘Mmm… Skyscraper I Love You’ sigue sonando épica. El disco sigue siendo piedra angular de la fricción confirmada post-mortem de la música pop, la electrónica y del acid-house, pero un frío darle al play no vale para un Primavera. Tenían la explanada gigante convertida en pista de baile y no supieron aprovecharlo. Y hubo una estampida final para asegurarse sitio en el concierto de Caribou. Supongo que ahí quedan, como un mito no tan viviente. (Diego)
Caribou (Ray-Ban)
A la salida, después del cierre del inamovible Dj Coco, escuché a varias personas decir que Caribou había venido a salvar este Primavera Sound. No es para tanto, pero algo de eso sí hay. Dan Snaith llegó, vio y venció. Lo tomé de aperitivo esa misma tarde bajo su alter ego Daphni en el Bowers & Wilkins y ya estuvo espectacular, pero lo de la madrugada del Ray-Ban fue legendario. Caribou, en formato banda y con pulcritud matemática —que se note que es doctorado en esta materia—, vino con ganas de estallar y todo el set mantuvo una constante tensión electrónica, un ambiente brumoso que unas veces se diluía y otras se concretaba en un golpe certero. Desde la apertura con ‘Our Love’ ya estabas sumergido en su densidad. ‘Jamelia’ te saca de la masa para bailar a la altura de las luces y ‘Back Home’ te devuelve a casa, al suelo. Y piensas… ¿es Our Love mejor que Swim? ¿Es Our Love el mejor disco de Caribou? Un espiral centrípeta, una aspiración y ese racimo de notas. ‘Odessa’, ese temazo imperecedero. Hasta que entran los bajos suspendidos de ‘Can’t Do Without You’. «Our Love es el mejor disco de Caribou, y lo estoy disfrutando». Todos los planos se mezclan, las corrientes de sonidos se cruzan en el aire y una cúpula armónica oculta el cielo estrellado. Y en el colofón estalla la calma oscura de ‘Sun’, y las luces inflaman el Ray-Ban. Y Caribou, que ha tocado la batería, la flauta y el sintetizador y se ha encargado de la mezcla, se marcha dejando el que para muchos fue sin duda el mejor bolo del Primavera Sound, el que saldrá con Patti Smith en las infografías de futuro y el que, sin discusión, habrá hecho que mereciera la pena el Primavera de muchos. El mío por lo menos. Y el de aquellos chavales que le otorgaban poderes mesiánicos. Enorme Caribou, referencia electrónica y una de los mejores músicos de su generación. (Diego)
El cierre de DJ Coco, el que el año pasado pusiera el broche de oro a una edición estupenda a base de grandes éxitos y horteradas mitiquísimas, tampoco nos llenó. Ofreció una sesión más bien maquinera en la que muy de vez en cuando colaba temas accesibles a los más. Aun así, y a pesar de que en esta edición no haya habido un solo concierto de la calidad de los headliners del año pasado, a nosotros nos ha gustado. Sí, sí: con los fallos de sonido, los cabezas de cartel reguleros y todo lo demás. Porque el Primavera Sound tiene algo, tiene ese algo, el que enamora. Esta no ha sido más que una pelea de enamorados, pero el amor sigue ahí, y ahí seguirá en 2016.