El Granada Sound cierra su quinto aniversario con 50.000 asistentes, la promesa de volver y un conciertazo de Amaral, entre otros logros destacables
Lo primero que hay que decir de un Granada Sound que celebraba su quinto aniversario es que estamos, sin dudas, ante uno de los festivales mejor organizados de nuestro país. No quiere competir con los grandes de primera línea pero tampoco le hace falta: pocos festivales de su clase (tal vez ninguno) pueden presumir de un cartel hecho con tanta coherencia dentro de su sencillez, de tanto buen rollo entre artistas y público, de tantas comodidades en el recinto, de tan buenos precios (4€ el mini de cerveza en la zona VIP, 6 para el resto) y de una pulsera tan bonita. Y otra cosa: pocos este año han contado con Amaral, que hace gigantes las noches en las que se sube al escenario.
Comandó un viernes que resultó la mejor jornada y que para nosotros dio comienzo con Manel. Los de Barcelona presentan su nuevo Jo Competeixo en un formato desnudo que olvida grandes retruécanos instrumentales y va al grano de las nuevas canciones, más sintéticas y festivas. Abren con ‘Les Cosines’, juegan con las coreografías en ‘La Serotonina’, y cuando atacan sus “felices recuperaciones” arrancan una oleada de vítores (la gente sabe más catalán del que parece gracias a Manel): ‘Boomerang’, ‘Benvolgut’, ‘Al Mar’ y ‘Teresa Rampell’ parecen casi legendarias. Para el final dejan ‘Jo Competeixo’, en la que Gisbert se abandona al spoken word para dar un sermón de ánimo revolucionario, y ‘Sabotatge’. Manel abordaron la tarde del Granada Sound con la destreza de los mejores.
Reconozco que los conciertos de Annie B Sweet y Neuman fueron más para ir encontrando a los amigos que para prestarles verdadera atención; no comulgo mucho con sus estilos basados en la imitación. Y lo que se avecinaba tenía una pinta espectacular.
Así que allí fui, hasta el epicentro de la pista que iba a ser pronto iluminada por el baño de luz sutil que desprende Amaral. Lo de Eva y Juan fue casi una epifanía. Me rompieron los esquemas y los prejuicios a base de un buen hacer metódico y de una presencia colosal en el escenario. Soltura y solvencia por todos lados, un sonido limpísimo, un setlist delicadamente ascendente que presenta el último trabajo tanto como reconoce y alaba la carrera de la banda y una voz femenina que es de las más personales de España y que solo amenaza con compararse con la Luz Casal de la Galicia más rockanrolera. La luna de Nocturnal baja, rodeada de constelaciones interconectadas, baña a Juan, a Eva en el centro y al batería, los tres en primera línea y comiéndose al público. Las nuevas van salpicando el concierto, que arranca echando el resto con temas como ‘Revolución’, ‘Kamikaze’ o ‘Salir Corriendo’. ‘Nocturnal’ o ‘Noche De Cuchillos’ se suceden entre ‘El Universo Sobre Mí’ y ‘Estrella De Mar’ en una versión más rockera. ‘Moriría Por Vos’, la mejor canción de Amaral y presentada como un homenaje a los músicos callejeros, se ve epilogada por ‘Como Hablar’, de la primera etapa, y ambas sirven para desencadenar la despedida, centrada en la expansividad de ‘Hacia Lo salvaje’ y en la agresividad de ‘Llévame Muy Lejos’. Decir aquí que Nocturnal crece en directo como ningún otro disco de Amaral. Para el final, y ante la perplejidad de muchos que esperaban “la de los amigos” (tiene que haber de todo…), dejaron la que es su mito viviente: ‘Sin Ti No Soy Nada’, extendida hasta el crepúsculo y sobre todo emocionante. Viva Amaral, de verdad. Porque es la prueba de que la radiofórmula se puede hacer con dignidad, con amor y con compromiso. Con Amaral, todos somos kamikazes.
Les sucedían Fuel Fandango, responsables de uno de los mejores largos del año. Presentaron Aurora sabedores de que funciona, dejando ‘Salvaje’ para el final y convirtiendo ‘Toda La Vida’ y ‘La Primavera’ (te-ma-zo) en momentos estelares. Se encomiendan a la percusión, al zapateao y al ruidismo, al fiestón que prometen y con el que cumplen. ‘Shiny Soul’ ya ha quedado lejos, en otro orden de cosas. Y lo mejor sigue estando donde estaba: el tridente que conforman la tremenda ‘Trece Lunas’, ‘New Life’ y su beat housero (“me esconderé en ningún lugar, donde yo sé que tú me puedes encontrar”), y la misa flamencotrónica que es ‘Nature’, con su llamada a las montañas, la lluvia y el sol.
Sin tiempo de asimilar el directazo de los fandango, de lejos se anunciaron los gordísimos bajos sintéticos de ‘Tipo D’: León Benavente hacían suya la noche de Granada con su arrollador espectáculo. Es cierto que el show que presentan peca de repetitivo y falta la sorpresa, pero también es cierto que ningún grupo español suena a día de hoy con su intensidad. Solo las leyendas (Amaral, Bunbury…) pueden dejarles en segundo plano. Da igual que toquen ‘Las Ruinas’ o que toquen ‘California’. Ya no sabes si ‘Habitación 615’ es mejor o no que ‘Ser Brigada’. Optan por su repertorio más maleducado y punkarra, tocando ‘La Palabra’ o ‘Revolución’ (la de las navajas de Albacete), y no olvidan ‘Ánimo, Valiente’, que saca a relucir su lado más pop y melódico. ‘Gloria’, clásico instantáneo, y ‘Aún No Ha Salido El Sol’, por su parte, redondean un cancionero en el que es difícil distinguir un disco de otro por el altísimo nivel de ambos.
Tras semejante trío de ases, Carlos Sadness supuso una leve bajada de listón, aun llevando un espectáculo acabalgado entre lo íntimo y lo bailable que conquista a todas las señoritas.
El sábado nos atardeció con Ángel Stanich, que tampoco da mucho lugar a la sorpresa cuando le has visto un par de veces. Sigue tirándose al suelo y bajándose a liarla, sigue trayendo un repertorio de gloriosas influencias y sigue haciendo de ‘Metralleta Joe’ un himno casi generacional. Pero falta la sorpresa.
Con Full pasa lo contrario: sorprenden por su sonido cada vez más elaborado y cuidado y por una puesta en escena cada vez más ambiciosa. Pero las semejanzas con Vetusta Morla a ratos me parecen obscenas. Les reconozco, eso sí, un tema tan bien elaborado como ‘Aullando’, con un riff de teclado de lo más pegadizo.
De Miss Caffeina solo digo que no sintonizo con su estilo pero que se manejan con un sonido envidiable en el panorama nacional que convierte el asociado a Detroit en un espectáculo digno de verse. También que le hicieron a Supersubmarina, convalecientes todavía de su gravísimo accidente, un precioso homenaje tocando su canción insignia: ‘Supersubmarina’.
Love Of Lesbian, después, volvían a hacer de las suyas en el enésimo festival de su verano más psiconauta. Si Amaral hacía ver sobre el escenario sus tablas y la maestría que otorga la experiencia, los otros cabezas de cartel pecaban de autocomplacencia. Los lesbianos se aman demasiado y han acabado convirtiendo sus conciertos en un acto de onanismo bastante discutible. No faltó ‘Allí Donde Solíamos Gritar’ como en el DCode, y el set tuvo más altibajos y estuvo mejor entrelazado. Pero el nuevo disco, en el que se enfrascan con cabezonería, baja el listón al aprobado raspado. Y que toquen los clásicos con fría mecanicidad robótica tampoco ayuda. Los que no los habían visto alucinaron; los que los hemos visto demasiado empezamos a entender sus problemas de caducidad. A mí, personalmente, me parece urgente una reinvención.
Durante el concierto de The Ting Tings decidí que iba a ser más productivo salir a beber al parking de la gasolinera (a Granada le está costando superar el cierre del Botellódromo). Ya les vi hace un par de NOS y no tengo porque torturarme más. Acerté, porque conocí a unos chavales de Madrid bastante majetes y probablemente más interesantes que la banda de Manchester que un día fue nominada a un Grammy por “no haber empezado nada”.
Volví al recinto para cerrar mi Granada Sound con La M.O.D.A. No había tenido el gusto con anterioridad y me supusieron una grata sorpresa. Tocan bien, son sinceros y expansivos, y su filtro sobre Mumford & Sons resulta del todo respetuoso. Tienen letras profundas, buenas referencias y un concepto de banda multitudinaria y versátil que se entiende a la perfección y hace patente años de trabajo cooperativo. La honestidad es su mejor virtud, y probablemente ninguno de los que se acercaron a verles se marchó aburrido. Su dominio de la épica folk y la presencia del saxofón lo hacen bastante difícil.
Pocas pegas, por tanto, se le pueden poner al Granada Sound, que ha congregado esta edición a unos 50.000 asistentes. La ausencia de Triángulo De Amor Bizarro o de alguna banda internacional que, por lo menos, cuente (porque los Ting Tings apenas lo hacen). Ellos han traído prácticamente todo lo que había que traer y estaba disponible, y se escucharon durante el fin de semana los principales discos nacionales que se han editado esta temporada. Mi más sincera enhorabuena.
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Fotos: Nerea Coll y Rafa Marchena