El último disco de Dirty Projectors desanda lo andado y gira en 360º para empezar de cero
Después de una extensa carrera musical iniciada en 2001, puede resultar a primera vista extraño que Dirty Projectors lancen ahora su primer álbum homónimo, pero no le puede quedar más ajustado el título. Porque Dirty Projectors puede ser, en definitiva, el primer disco verdadero de Dirty Projectors.
Cuando David Longstreth, recién salido de Yale, empezó a editar sus propios trabajos bajo ese nombre allá por 2003, pertenecía a una efervescente escena de rockeros independientes que comenzaron a tomar la ciudad de Nueva York, y que tenía en The Strokes su hito fundacional. Si alguno ya le ha dado al play en el disco y por lo que sea no tiene mucho contacto previo con la banda, entenderá más bien poco que esté mencionando a los de Casablancas a la hora de abordarlo. El caso es que los primeros álbumes de David Longstreth son más bien intentos en solitario minoritarios y más vinculados a catálogos de indie rock, de lo-fi, de experimental.
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La historia cambiaría con la entrada al proyecto de una banda que satisficiera los deseos de Longstreth de embarcarse en giras más ambiciosas, encabezada por Amber Coffman. Es el momento en que Dirty Projectors adquiere formato de banda como tal, con 5 miembros, y llama la atención del sello independiente Dead Oceans, con quienes editan en 2007 un disco de reinterpretaciones de canciones de Black Flag, Rise Above. Muy bien valorado, les vale el fichaje por una major poderosa como Domino Records, con la que publican el que terminaría siendo su primer álbum de estudio con mayúsculas: Bitte Orca. El propio Longsterth parece reconocerlo en el diseño de la portada, que recupera el artwork de su disco en solitario Slave’s Graves & Ballads pero cambiando las figuras impersonales por una foto de Amber y Angel Deradoorian, la tercera pata de estos «nuevos» Dirty Projectors.
Debieron ser años felices, de pop brillante y de un rock más armonioso y barroco; David y Amber empezaron una relación, dicen que después de la forzada convivencia a la que les obligó el tour de presentación de Swing Lo Magellan en 2012. Durante todo este tiempo, lo que resulta a todas luces evidente es que, en lo musical, Dirty Projectors tiene pocos tabúes musicales y ha hecho prolífica su producción en torno al eclecticismo y a la experimentación con varios géneros.
‘Dirty Projectors’ usa el eclecticismo como vía de escape, y sobrevive respirando en su propia burbuja, atrapando casi sin querer el mejor momento posible
Cuando estrenaron ‘Keep Your Name’, sin embargo, nos quedamos bastante sorprendidos. Vale que en el pasado habían coqueteado con el RnB, y que las últimas noticias de Longstreth apuntaban a colaboraciones con Kanye West o Solange, pero el golpe era contundente: un acto de RnB oscuro, sostenido por efectos vocales más cercanos al neo soul y percusiones trap y con reminiscencias vocales de Anohni y partes rapeadas, pero que además mostraba a David de nuevo como el protagonista absoluto, con todo el peso vocal y un videoclip solo para él. Poco después conocíamos la noticia de que Amber presentaría su primer disco en solitario, City No Replay, este 2017, y aunque no había comunicado oficial, empezábamos a entender lo que pasaba y a darle sentido a las letras de renuncia de ‘Keep Your Name’. Ya no había más David y Amber, y ella había dejado la banda.
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Pero en vez de renunciar, Longstreth recordó que sabía hacer discos antes de ella, y que Dirty Projectors no tenían por qué morir. Así que aquí estamos, después de dieciséis años, con el primer disco de este estudiante de Yale publicado por Domino y en solitario. Y sí, ningún título mejor que Dirty Projectors.
Evidentemente, es un disco de ruptura, un disco que habla de pérdida, pero que también habla de esperanza y de paz espiritual, y que ejerce un poco de generacional, como en la genial, bombástica y tropical ‘Up In Hudson’, donde convierte su historia con Amber en la historia de los últimos diez años y termina diciendo: «now I’m listening to Kanye on the Taconic Parkway, riding fast, and you’re out in Echo Park, blasting 2Pac, drinking a fifth for my ass». No parece haber rencor, como demuestra también el hecho de que Longstreth haya colaborado en la producción del debut de su ex.
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Del dolor ha renacido en un proyecto superior, íntimo, personal y deliciosamente inspirado, electrónico y vanguardista, como ejemplifica ‘Ascent Through Clouds’ (ojo al temazo), donde sigue la línea melódica de vocoders y auto-tune que tanto le gusta a West (la ha aprendido de su productor, Mike Dean) y desata la expresividad de los sintetizadores e introduce guitarras más folk. Pero donde Dirty Projectors deshace de verdad los oídos es en su envoltorio ligeramente lo-fi, en su aroma a portátil y dormitorio, a tres de la madrugada y café doblemente solo.
O en que sabe firmar hits comerciales dentro de tanta experimentación. Lleno de pegada está ‘Death Spiral’, que engancha por su excéntrica mezcla de clichés del RnB clásicamente negro y del neo soul blanco, manteniendo un equilibrio de ying / yang entre el negro y el blanco (se encuentran aquí Drake, James Blake, N’ Sync, Sampha y Prince, casi nada). O ‘Cool Your Heart’, single de singles con la participación de Dawn Richard como voz femenina y con un rollito casi dancehall que termina de poner tierra de por medio con cualquier referencia anterior de Dirty Projectors. Esto es un nuevo comienzo.
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El año pasado nos vimos hablando varias veces sobre los derroteros del RnB y de la música negra, sobre revoluciones, sobre quién las acometería y quién lo estaba dejando de hacer. Y quizá este tercer amanecer de Longstreth no pueda entrar en la categoría únicamente por ser el único que la mira desde fuera, testigo del movimiento. Que recoge sus manías y hace emblemas con sus influencias. Casi como hicieron Vampire Weekend en Modern Vampires Of The City (XL, 2013). El fénix de Dirty Projectors usa jazz, usa pop, usa clásica, usa orquestación, usa samples y house, usa efectos vocales, usa sintes, usa trap, usa soul y usa RnB (y hasta reggae en la coda final ‘I See You’, un poco Vampire, un poco Animal Collective), y lo hace todo con una energía y una inteligencia propias del Prince más solipsista, como en ‘Work Together’.
En definitiva, usa el eclecticismo como vía de escape, y sobrevive respirando en su propia burbuja, atrapando casi sin querer el mejor momento posible.