Crónica Granada Sound 2017: Viva Granada, y Viva Suecia

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20.000 personas abarrotaron un Granada Sound que ya parece totalmente consolidado en la escena festivalera de nuestro país


El cartel es un deja-vù, más cuando el Granada Sound ha aceptado y ha crecido en torno a la idea de ejercer de forma más o menos oficial como clausura del estío festivalero, con todas las bandas ya rodadas y con pocas sorpresas que desvelar.

Es esto precisamente, junto con el propio espíritu de la ciudad, que se toma su tiempo para todo, lo que lo convierte en un festival sin muchos agobios, sin prisas, con la pausa del que está dispuesto a recrearse en la a veces infravalorada contemplación. Este año, además, recuperaban el patrocinio de sus primeros años, Cervezas Alhambra, cuya ambiciosa nueva estrategia de marketing descansa sobre el eslogan «Parar más. Sentir Más.», así que todo parecía estar construido sobre esa filosofía, la del take-it-easy.

Sorprende el volumen de madrileños asistentes al festival, que parecen tomárselo como el primer respiro de la nueva temporada o como una divertida forma de celebrar el verdadero fin de exámenes, toda vez que las convocatorias de septiembre se alargan ya hasta pasado el ecuador del mes. Granada, su magia, su misterio, sus cervezas, sus tapas y sus precios asequibles son los principales reclamos, más allá de los grupos del cartel, siempre una buena representación del curso de estrenos nacionales aderezada con algún grupo internacional que este año ha experimentado una considerable bajada de nivel con respecto a ediciones anteriores… Kakkmaddafakka son graciosos, por momentos entretenidos, pero tienen un sonido facilón y un show populista que no alcanza nunca la excelencia y que, pese a estar abalado por la solvencia de la que siempre suelen hacer gala los grupos internacionales, no termina de sonar con contundencia y, lo que es peor, con consistencia.

Pero bueno, también es cierto que estaba Luis Alberto Segura para asumir esa responsabilidad, la de grupo guiri, y que la suple con creces. L.A. tocó poco pero fue directo al grano, a su rock de estadios amante de Pearl Jam y de Tom Petty, a veces de Kings Of Leon, sobre todo cuando hace alguna de Dualize. El público, además, ha aceptado bien el último King of Beasts y corea como clásicos ‘Helsinki’ o ‘The Keeper and The Rocket Man’, con su inspirada melodía, pero cuando el Granada Sound se viene abajo de verdad es con ‘Stop the Clocks’, el indiscutible trayazo de su ya mítico Heavenly Hell.

 

Con la cabeza en Graná…

En cuanto a los cabezas de cartel, lo más interesante fue comprobar otra vez cómo ambos son irregulares esclavos de las condiciones ambientales. Tanto Lori Meyers como Los Planetas jugaban en casa, en su Graná, y a los dos se les notó el granaíno que llevan dentro.

Lori, que está cómodos sin muchas presiones, salieron por la puerta grande a hombros de una actitud enérgica y su batería de clásicos, algunos de los más redondos y disfrutables de nuestro indie —ese final del que no nos cansamos, enlazando ‘A-Ha Han Vuelto’, ‘Mi Realidad’ y ‘Alta Tensión’—, y volvieron a demostrar que, para bien o para mal, juegan mejor de local o cuando torean en Madrid. Noni estuvo interactivo y generoso, y hasta se dio un pequeño baño de masas, la banda sonó sólida y no nos cansamos de decir que la escenografía que se han agenciado para esta gira, «en la espiral» de un disco menor, es probablemente la más ambiciosa y espectacular del circuito nacional, así que la noche del Granada contó como triunfo en los granadinos. Hay que aprender a amar su irregularidad.

Los Planetas, sin embargo, pecaron de excesiva laxitud, algo que en los de Jota puede resultar fatídico; se confiaron y les cayó una goleada. Saben defenderse, y por fortuna el sonido era prístino, pero la comunión que suelen suscitar pareció estar apoyada solo por Eric, que aporreaba la batería espoleando él solo la épica que requieren Los Planetas para levantar su cosmos narcoléptico. El concierto, que versa sobre el mismo concepto y da vueltas por los mismos lugares, al menos se enfrenta siempre de manera diferente y sorprendente, y para arrancar —con algo de retraso; algo de pereza y desidia hubo en toda esta noche de Los Planetas— esta vez optaron por ‘Santos Que Yo Te Pinte’, una ganadora de manual. Seguida de ‘Corrientes Circulares en el Tiempo’, la sensación invitaba a un concierto pausado y ambiental, a una sumisión inducida a Los Planetas, pero las canciones más pop del último disco rompieron una tónica evocadora que ya no pudieron —o no quisieron— recuperar. Con ‘Segundo Premio’ Eric reclamó nuestra atención, que evidentemente retuvo ‘Un Buen Día’, la que todos se saben, pero ya estaba casi todo dicho y no había habido espacio para dar a ninguna idea una cierta continuidad. Menos mal que Los Planetas son Los Planetas y brillan mientras halla un sol que los ilumine, y que sus canciones valen para salvarles siempre. El final, ‘José y Y0’, tan Dinosaur Jr., y el chorrazo distorsionado ‘Alegrías del Incendio’, coronadas por la que ya está aceptada como nuevo clásico, ese miserere de psicodelia jonda que es ‘Islamabad’, puede estar pensado para fans, pero lo cierto es que ni su propia dejadez consigue tirarlo abajo.

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La segunda línea

Sidonie, por su parte, estuvieron muy en la línea de los Lori: concierto multitudinario con baño de masas y un setlist que ya nos sabemos de memoria pero que nos sigue conquistando con clasicazos como ‘En Mi Garganta’ o ‘El Incendio’ y con nuevas joyas como la retropop ‘Sierra y Canadá’ o ese clásico instantáneo que se han sacado en su último disco, El Peor Grupo del Mundo, el metaviaje por la escena festivalera patria ‘Carreteras Infinitas’. Una pena no haber podido disfrutar del concierto de los recomendados El Imperio del Perro, que acabaron con Niños Mutantes subidos al escenario, por el sonido deficiente de la carpa; lo intentamos pero al final acabamos seducidos por los barceloneses.

Menos inspirados estuvieron Dorian en la segunda línea del sábado, aunque al menos pudieron resarcirse de su abrupta actuación en el Sonorama —en el que tuvieron que terminar el concierto tras un fallo de sonido—. Fue bonito verles celebrando sus Diez Años y Un Día, más apegados al acústico y a las guitarras sin sobreproducir, pero ya han vuelto a su tecnopop de siempre, y a veces resuena desfasado. No vendría mal una revisión en términos de producción en directo a su sonido, que se ahoga en la reverb infinita de la batería y en el eco electrónico de la voz de Marc. Los temas los tienen, e incluso se entiende que se estén permitiendo vivir de las rentas que les dieron, lo que explica que tan solo se cuelen como novedades —si así se pueden considerar; la una ya lleva dando vueltas desde 2015 y la otra parece un batiburrillo de sus hits más conocidos— ‘El Arrecife’ y ‘Hasta Que Caiga el Sol’. No faltaron ‘La Tormenta de Arena’, ‘El Temblor’, ‘Los Amigos Que Perdí’, ‘Paraísos Artificiales’, ‘Verte Amanecer’ o la archiconocida ‘A Cualquier Otra Parte’, ingredientes todos ellos de una fórmula ganadora, y en actitud no se les puede reprochar nada —no como a Los Planetas—, pero la forma de levantarlos puede necesitar una vuelta o dos.

 

Los verdaderos triunfadores

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No les podía haber sentado mejor a We Are Standard el lavado de cara que acompañó al Gau Ama del año pasado. Porque WAS, como ahora se hacen llamar, terminaron dando con el fiestón que allí está contenido el que seguramente fue el mejor concierto del festival. Ácido y oscuridad a partes iguales, su fiesta bebe de Joy Division y del kraut con una renovada frescura, con descaro como para pasarse por el dance punk de The Rapture en ‘Irrintzi’, por la locura histérica de !!! en ‘Upside Down’ o por el desfase rítmico de LCD Soundsystem en ‘Submissive Obsession’, y va en un siempre hacia arriba deudor absoluto de la música de club y de la escena neoyorquina. Un gustazo para los oídos y para las piernas, WAS también saben endurecer su línea más europea, la que se acerca a la Berlín de Digitalism —ahora mismo les dan un baño, por ejemplo, y es que en España, por mucho indie que suene en la radio, seguimos sin saber reconocer muy bien a los verdaderos cabezas de cartel— o al sonido más iluminado de Cut Copy, como demuestran temazos como ‘The Shine’, con su leitmotiv housero incluido, o el hit que les puso en el mapa, ‘Can I Count On You’. Bolazo mayúsculo.

Como lo fue el de Viva Suecia, que al final salen del Granada Sound y de la temporada festivalera como los verdaderos ganadores. El atardecer se les queda pequeño, y grandes las gafas de sol. Y pueden gustarte o no, pero lo que es indiscutible es que hacen canciones como cuchillos, que cortan bravías el viento y que emplean las dosis justas de los grandes grupos de nuestro indie —o al menos de los que más han triunfado—. Los murcianos saben descargarse con las guitarras, saben hacer líneas de bajo machaconas y saben dejarle espacio y bajones a la épica llenaestadios que sueñan con llenar, y de momento siguen teniendo espacio para algo de introspección, pero lo mejor que tienen es esa magia del prestidigitador de audiencias, ese aura hipnótica de artista de directo, ese brillo en los ojos del que ambiciona comerse el mundo, la fuerza, la garra, el calor. Cuando unes eso a ‘Permiso o Perdón’, a ‘El Nudo y La Esperanza’, a ‘Hemos Ganado Tiempo’ o a ‘Bien Por Ti’, himno comprobado de una nueva generación festivalera, la fórmula no puede sino arrasar. Para cuando vean el potencial que tiene esa faceta en la que se acercan de algún modo tangente a The National no va a haber quien les pare.

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De madrugada…

La noche quizá se le quedó pequeña, que no corta, al Granada Sound. Porque entre que Kakkmaddafakka ocuparon el espacio de un dj, que la zapatilla electro de Les Castizos busca el lo-loísmo de parking cutrecillo y que Virginia Díaz no estuvo tan original como otras veces y cayó en el típico repertorio de fiesta indie que luego ofrecerían en versión perfeccionada Elyella, al final disfrutamos más con el pajareo y con la juerga que llevamos por dentro. El mono y la doncella, por lo menos, demuestran siempre un ecléctico buen gusto que nunca decepciona y que siempre es divertido, aunque por enésima vez diga que su show, para los madrileños abonados al Ochoymedio, es un sentirse como en casa, y yo sea más de salir de mi zona de confort. Por supuesto hubo confeti, pero es que no faltó en general en todo el Granada Sound, acompañando a prácticamente todos los conciertos del escenario principal, el Alhambra.

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Granada

Otra vez, nuestra adorada Granada volvió a hacer de cabeza de cartel. El festival organiza junto al ayuntamiento y la propuesta Granada Ciudad del Rock conciertos y fiestas en conocidas salas y garitos de la ciudad, como el Soria, el Playmobil, el Rainbow o el Bar de Eric, desde el miércoles, y la que probablemente sea la tienda de discos más reconocida de nuestro país en la actualidad, Discos Bora-Bora, organiza los ya clásicos showcases desde el jueves hasta el sábado, en los que siempre cuenta con un grupazo del cartel en formato íntimo y reducido. Este año han estado La Habitación Roja, Iván Ferreiro y Viva Suecia, y la verdad es que es un placer poder empezar así a la hora del vermut para luego irse a hacer ruta de tapas.

Todo esto le ha servido al Granada Sound para consolidarse y convertirse en una apuesta ganadora, así que, siempre con margen de mejora pero con un loable espíritu de festival, esperamos volver de nuevo el año que viene —21 y 22 de septiembre— y seguir asistiendo a su crecimiento. Sin prisa pero sin pausa.


Fotografías: Nerea Coll, @luuulife, Rafa Marchena.

Vídeos: Nuria Delgado, @undercreatives

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