Crónica: Noche de sensibilidad con Gordi y Julien Baker

cronica julien baker madrid

El Sol, el pasado viernes, se convirtió en un pequeño templo del silencio donde poner a secar las ropas empapadas de lágrimas del alma.

Llegué a la mítica sala de Madrid, casi un paritorio de estrellas, pronto, a eso de las 9; había quedado con Julien Baker para hablar sobre Turn Out The Lights, su nuevo y maravilloso segundo disco, que iba a poner en marcha unas horas después para el público madrileño por obra y gracia del Primavera Sound, que se ha coronado (otra vez) este noviembre con un ramillete de conciertos que ni las mejores rosas del rosal. El resultado de la entrevista lo podrás leer próximamente, pero en general salieron conceptos como el dolor, el sufrimiento, la esperanza, la amistad, el amor… errores y cómo no dejar que te destruyan, sino mejor que sirvan para aprender, levantarse y seguir siempre hacia delante, hacia mejor.

Conceptos todos que nublaron, para bien, su presentación en directo. La joven Julien estaba, quizá no nerviosa, sí algo dubitativa con el formato del concierto, ella sola, sin banda y por tanto diferente a lo que últimamente acostumbra, pero aún así fue cogiendo valor según pasaban las canciones y acabó redondeando un concierto exquisito, silenciando completamente a la sala El Sol y dejando lágrimas entre los asistentes. «No llores, hombre», le llegó a decir a un joven que se compungía sentado contra el escenario en la primera fila después de ‘Rejoice’.

Julien Baker rompió la quietud como quien echa más leña al fuego, haciéndola más patente que en el revuelo de si misma, y descargó sin mediar palabra dos de las canciones más preciosas del año, ‘Appointments’ y el single que presentó a principios de 2017 y que finalmente no entró en Turn Out The Lights, ‘Funeral Pyre’. Fue soltándose, y clave para que lo consiguiera fue el verso final de ‘Sour Breath’ que coreó al unísono todo el público con ella… «The faster I swim, the faster I sink».

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Desde ese momento todo fue como la seda, y nunca mejor dicho, pues la ternura de los temas de su primer disco sentaba como una caricia algodonada, la que entrega y abraza en ‘Sprained Ankle’ o en ‘Everybody Does’. Baker se sentía cómoda, lo suficiente como para dar rienda suelta a los avatares de su ingreso en terapia en ‘Happy To Be Here’, pero también para extenderse un poco en la explicación de las canciones y para hacer una breve referencia a la charla que mantuvimos unas horas antes en los camerinos de El Sol introduciendo ‘Shadowboxing’, un concepto con el que ella misma resume lo expresado en Turn Out The Lights, la lucha con uno mismo. Venía tras haber cambiado ‘Blacktop’ en el set por la no editada ‘Red Door’ en la que la joven de Memphis desnuda su alma.

Eso, la desnudez, es lo que marca todo el desarrollo. Solo son vestidos una tímida guitarra con la que Baker deja un arpegio grabado en loop y se acompaña sutil y su voz, cada vez más liberada, controlando la diferencia entre el susurro pegado al micrófono y el alarido más allá. «When I turn out the lights, there’s nothing left between myself and me», y esa es la pelea de la que nos hace partícipes, la suya propia, consigo misma. Feliz, sonriente por haber disfrutado un concierto en el que se pone en valor lo bonito del sufrimiento (nos recuerda que estamos vivos, que se suele decir), abandona el escenario y regresa con una camiseta de St. Woods (que abría la velada con su estilo entre Ed Sheeran y Bon Iver) para tocar a un teclado «que se supone que no iba a estar pero que ha aparecido aquí por arte de magia» la preciosa ‘Go Home’, reprise desgarrador de Sprained Ankle, el disco con el que nos robó el corazón en 2015. Todavía lo tiene.

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Después de St. Woods y antes de Julien Baker, el Primavera Sound nos ponía otra joya de la que disfrutar en la intimidad, la australiana Gordi. Nada que ver lo que se presentó en El Sol con lo que vimos en este Primavera Sound. Allí iba con banda y escuchábamos por doquier comparaciones con Bon Iver. El viernes se presentó sola armada con una guitarra para repasar, apoyada prácticamente solo en su intensa voz grave y cantada de garganta, los temas de su exquisito debut, Reservoir. El mejor momento, de intensidad brutal y emocionalidad a flor de piel, llegaba cuando se ponía al teclado y a los loops para hacer ‘Heaven I Know’, donde sí pudimos ver ese gusto por el procesamiento vocal que ha heredado del músico de Fall Creeks.


Fotografías: Miriam Augustin (@miriam_augustin).

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