Si no has escuchado todos estos discos, ya tienes excusa para cogerte unas vacaciones en alguna playa apartada…
En el año de consolidación del revival (este tema ya lo abordaremos como se merece), casi prisioneros de un deja-vù constante de 2007, nosotros preferimos ir en busca de la autenticidad. Y, aunque muchos de los discos que verás en esta lista tienen un ojo puesto en la tradición, en las formas clásicas, en los sesenta, en los setenta, en los ochenta o en los noventa, todos miran de alguna manera hacia el futuro, no son ajenos a las nuevas formas de producción y son esclavos del espacio, de las atmósferas expansivas, de las percusiones procesadas y de los pulsos del r&b, de una manera electrónica de entender el soul y de un naturalismo digital, del acompasamiento del hip hop o de la suavidad del jazz. Muchos de esos conceptos, juntos y más o menos revueltos unas u otras veces, aparecen en estos álbumes. Los que, de momento, son los 35 mejores de lo que llevamos de 2017. El año del revival, sí, pero también el de la decadencia del indie rock, que está dejando los primeros puestos para otras propuestas.
35.
Powerplant; Girlpool
Girlpool han alcanzado en su segundo trabajo verdadera consistencia a base de ruido y un batería, dando aspecto de Bella y Bestia en unas canciones que, sin embargo, nos dejan fríos por rondar en general los 2 minutos. Vale que la urgencia es una marca de identidad, y que la voz de estas dos chicas de Los Angeles ha superado la estridencia de su debut para situarse en una bisoña madurez, y valen más sus letras concentradas y certeras, y quizá aún más la abrasión guitarrera que han sabido encontrar en su justa medida para levantar el vuelo de un álbum que a veces planea un poco bajo, pero muchas acaban en coitus interruptus y nos dejan con ganas de más justo cuando empieza el despiporre. Ojo, en ‘It Gets More Blue’ dan una muestra de todo lo que son capaces.
34.
Prisoner; Ryan Adams
Una pena que el mejor disco de los últimos años de Ryan Adams siga siendo su particular versión del 1989 de Taylor Swift. Prisoner sigue la línea de aquel, centradísima en el AOR y en el soft rock de Bruce Springsteen y The War On Drugs, pero lo enfoca todo desde el punto de vista del Bono más cargante. Al final, lo que deja claro es que el de Jacksonville tiene un don indiscutible como músico, que es capaz de fabricar backing tracks brutales, pero que a la hora de hacer melodías últimamente le funciona mejor ponerse en boca de una diva del pop millennial. Con todo, el disco tiene ganchos indiscutibles como ‘Do You Still Love Me’, ‘Doomsday’ o ‘Broken Anyway’.
33.
Out In The Storm; Waxahatchee
En el año de la decadencia del indie rock, con docenas de bandas que han dejado de sorprendernos o de estimularnos pese a en muchos casos notables trabajos, Katie Cruthfield pica un poco de todo para amplificar su propuesta. Pero no a base de restarle intimidad, reflexividad o introspección, pues ahora ha de exorcizar los demonios de mala leche de la ruptura con su pareja, sino de atormentarla de guitarras sucias sacadas de los noventa. «Vais a escuchar mis quejas», proclama en la apertura. Y va a gritarlas alto, con su melodiosidad vocal de folk pop conducida al aullido por la explosión. Estimulante, abrasivo y potente pero también delicado y melancólico, Out In The Storm es sobre todo honesto y coreable, en una especie de cruce entre The Breeders y Kurt Ville que no pierde nunca de vista a los mejores Cranberries.
32.
Cigarettes After Sex; Cigarettes After Sex
El debut de Cigarettes After Sex constituye un trabajo de pop ligero lleno de matices oscuros que se retuerce con sombría sutileza en la melancolía de las experiencias amorosas pasadas. A flor de piel, la música de los de Brooklyn retrotae a esos momentos de paz poscoital y los envuelve de una intimidad desnuda y cinematográfica, de exhalación hipotensa del humo del tabaco, logrando un precioso hilo narrativo desde la anonadada contemplación de un destello de vida. Cigarettes After Sex son capaces de invocar un brillante eco de melancolía en plena plenitud romántica. O lo que es lo mismo, son incapaces de acostarse contigo durante dos o diez horas y dejar que te marches; quieren disfrutarte siempre y, aun disfrutando de tenerte, lloran por el momento en que te habrás ido.
31.
Something To Tell You; Haim
Haim parecen haber asimilado a la perfección toda la tradición pop de Los Angeles, igual que su soft rock soleado, y así se comportan como líderes de toda una oleada de nuevo pop que tiene otros highlights más comprometidos con su tiempo o con su contexto, pero que encuentra la perfección melódica en pocos como en estas tres hermanas que han hecho de la complicidad vocal y de la herencia de Fleetwood Mac sus armas más afiladas.
30.
Pure Comedy; Father John Misty
Joshua Tillman ha firmado un tercer álbum que le ha situado sorprendentemente en un cómodo espacio entre la aclamación popular y el reconocimiento de la crítica. Personalmente veo algo de perorata en Pure Comedy, una cierta impostación croonera que solo busca conseguir efectismo y drama, pero es indiscutiblemente un álbum sólido y cohesionado, con momentos magníficos como y con un regusto vocal al primer Elton John que a veces es irresistible, y que además maneja la ironía como excepcional arma de doble filo. Father John Misty se convierte por derecho propio en el cronista de los tiempos de Trump.
29.
Hot Thoughts; Spoon
El eclecticismo con apariencia de locura pero estrictamente medido y controlado puede ser el punto más fuerte de la personalidad musical de Spoon, una banda mítica que retoma en Hot Thoughts el rumbo de sus mejores trabajos y que demuestra que además podrán presumir siempre de regularidad. Capaces de llevar el indie rock a casi cualquier terreno, ahora juegan más con el dance rock sumándose de forma personalísima a una especie de revival. Pero, sobre todo, llevan por dentro una vocación de himnos y estadios que nunca se desborda.
28.
Ctrl; SZA
Después de aparecer en una de las mejores canciones de Anti, el pasado discazo de Rihanna, SZA ha dado un paso adelante en cuanto a consistencia siguiendo los pasos de Solange, entregándose a los pulsos dramáticos del nuevo r&b, haciendo más hincapié en los ritmos de hip hop y dejando como gesto decorativo su pasado más saltarín. Cosas de pertenencias de sello, la artista de TDE (que estuvo a punto de abandonar tras un polémico retraso de la salida de este estupendo Ctrl) además vuelve a contar con una participación de Kendrick Lamar.
27.
A Crow Looked at Me; Mount Eerie
Resulta inevitable no ver tu propio corazón partido al escuchar el nuevo disco de Mount Eerie, más aún atendiendo a la desgarradora historia que narra, o más bien, sobre la que orbita (pues narrar no narra nada, mas bien reflexiona, llora, ama y homenajea): cómo perdió a su mujer el verano pasado por culpa del cáncer y el vacío negro e irreparable que ha quedado tras ella. El amor se multiplica por 1.000 en un disco minimalista a más no poder y en el que Phil Elverum no busca hacer filosofía con la muerte en sí misma y su significado, sino más bien reverenciar con el alma en carne viva al amor de su vida, con quien tiene una hija de apenas un año. Grabado en la intimidad de la misma habitación donde falleció Geneviève Castrée y usando casi en exclusiva sus instrumentos, A Crow Looked at Me constituye una declaración que resonará en los ecos del tiempo para toda la eternidad.
26.
Drunk; Thundercat
Stephen Bruner lleva empeñado en darle la vuelta al jazz desde que debutara en solitario de la mano de Flying Lotus. Después de colaboraciones con él mismo, con Erykah Badu, con Childish Gambino, con Earl Sweatshirt, con Wiz Khalifa, con Ty Dolla $ign o con Kamashi Washington y de ser el epicentro creativo del To Pimp A Butterfly de Kendrick Lamar, entrega en Drunk su colección más afilada, compleja y completa de cortes, obsesionado con cruzar el hip hop con el funk, el soul con el gospel o el disco con el jazz y siempre dueño de un pulso desbordado de energía.
25.
Life Without Sound; Cloud Nothings
Dylan Baldi es de esas personas que le pone al mal tiempo buena cara. Se ve en la portada de Life Without Sound, el nuevo disco de Cloud Nothings, con ese filtro frío gris azulón sobre una foto de una relajante piscina de mar, pero sobre todo en su sonido más apaciguado. Ha preferido enfrentar la ruptura con su pareja apelando a una sutil melancolía pop, afilando sus estribillos y sus ganchos melódicos en lugar de sus guitarras, pero nos deja pensando que mejor cuando le ponía al buen tiempo mala cara. La descarga extrovertida se ha convertido en una fórmula meditada que sin embargo sí mantiene una frescura punk imborrable para la banda de Ohio.
24.
More Life; Drake
Algunos artistas publican discos que se acaban conviertiendo en pasatiempos, y hay artistas que publican pasatiempos que acaban convertidos en discos. Drake es de los dos. Si The View, un álbum completo, nos dejaba más bien la sensación de conjunto de buenas canciones, ahora More Life, que viene bajo la etiqueta de mixtape o playlist, adquiere la solidez inapelable de algo que es más que un disco. Es Drake musicando todas sus influencias y compactando toda la escena a la que pertenece. Están Kanye y Michael Jackson, como Atlanta y el trap y como el grime o el uk garage, pero también el house y el sonido post club vaporoso y onírico que tiñe todo el trabajo. ¿Frívolo? El canadiense todavía tiene inspiración, además, para poner letra a sus inseguridades, tanto creativas como personales y sentimentales.
23.
Flying Microtaonal Banana / Murder of the Universe; King Gizzard & The Lizard Wizard
Si tenemos en cuenta que Murder of the Universe está formado por tres discos, empieza a parecer más factible cumplir aquella promesa que hicieron King Gizzard & The Lizard Wizard tras petarlo con Nonagon Infinity de publicar cinco discos en 2017. Con estos tres más Flying Microtonal Banana han terminado de asentar lo que empezaron el año pasado y convertirse en una de las mejores bandas de desfase rockero psicodélico del circuito. Espídicos e incansables, pues es esa precisamente su principal cualidad, la insistencia maratoniana de su kraut, que viaja engorilado a lomos de una fiera salvaje y siempre difícil de dominar, construyen además visiones ácidas y lisérgicas y narran historias frikísimas de épica desdibujada. Casi un universo paralelo, la Tierra Media del rey Gizzard y el mago lagartija.
22.
Nothing Feels Natural; Priests
El cuarteto de Washington trae un sonido oscuro y marcial que retrotrae a los primeros coletazos del punk inglés, a grupos como Joy Division y Siouxsie & The Banshees, y que se distancia de Savages por irse menos a lo arty y sí más a lo concreto, a lo sucio, a lo decadente de los pubs, antros y garitos donde parecen encontrar Priests su hábitat natural. El sello que les edita habla por sí solo: Dischord Records, los responsables de discos de Fugazi o Minor Threat, y de otros puntales del hardcore. Desde luego, Nothing Feels Natural es uno de los discos más estimulantes de lo que llevamos de año, y destaca sobre todo por encontrar dentro de tanta reivindicación y tanto ruido una vívida llama pop.
21.
Rocket; (Sandy) Alex G
Es imposible no pensar en Beck y en su Odelay al escuchar este excéntrico Rocket. En sus páginas se dan cita el hip hop más tradicional y sus nuevos reinvenciones con todo un despliegue de sonidos pop, desde la electrónica al noise de guitarras, para dar alas a un disco de folk con letras entre lo surrealista y lo psicodélico que nunca termina de mostrar su verdadera cara. Quizá es que es esa, la imprevisibilidad, la constante mutabilidad. En tiempos en que el eclecticismo es una de las mejores vías de supervivencia, Alex G ofrece una de los mejores y más destartalados ejemplos.
20.
Gangs, Signs & Prayers; Stormzy
Stormzy ha conseguido romper las barreras del género y posicionarse globalmente con un álbum que satisface con comodidad las expectativas generadas por todos los EP y sencillos anteriores. El rapero de Londres ya conquistó al mundo del grime acaparando premios desde 2014 y en 2015 saltó a la fama gracias al viral freestyle de ‘Shut Up’ y a su nominación para el BBC Sound, pero ha sido con su debut, Gangs, Signs & Prayers, con el que ha dado el salto definitivo, con una mezcla de estilos que van del trap al r&b y sobre todo con un flow personalísimo, nasal, agresivo y cambiante.
19.
Lust For Life; Lana del Rey
Parecía imposible y, aunque no se termine de hacer del todo realidad, al final sí vemos a Elizabeth Woolridge acercarse a sí misma y alejarse del personaje de Lana del Rey. En Lust For Life, pese a que siga dando vueltas a su lírica oscura, depravada y vintage y haciendo referencia a un idealizado glorioso pasado americano sacado de El Gran Gatsby, canta también sobre intimidades, refuerza su intensidad cinemática y regresa en cierta manera y de forma positivista a la ampulosa densidad de Born To Die. Con una sonrisa y de la mano de estrellas como The Weeknd, A$AP Rocky o Stevie Nicks, Lana del Rey vuelve también al swag hiphopero y a coquetear con el trip hop, y a dejar sus primeros temas de trap. Una excelente forma de cerrar el primer corchete de su carrera.
18.
Black Origami; Jlin
El footwork encuentra en el sofomoro de Jlin una nueva dimensión, lejos de la pista de baile en su imagen más convencional y adentrándose en una jungla electrónica simulada a la perfección por una maquinaria naturoide engrasada en las mieles del beat en su estado más puro. Que no engañe su tribalismo, pues es únicamente esclavo del ritmo: la selva de Black Origami es monócroma como el acero, un campo de pruebas arraigadas en las entrañas del concepto místico, griego de lo físico que construyen un complejo y certero reflejo de la llamada de la naturaleza. Hay tucanes, hay tambores, hay coros tribales, hay insectos, maracas y serpientes, hay elefantes y tigres, hay rugidos y crepitares de fuego en las hogueras, hay un día bailable y una noche de technazo… pero todo es artificial, robótico, un zoológico de realidad virtual.
17.
Crack-Up; Fleet Foxes
Tras hacer la desbandada y apartar la música para centrarse en la universidad, Robin Pecknold regresa al frente de aquella breve pero intensa llama de folk que desbordó sus propios límites y trajo consigo toda un movimiento comercial al que luego dejó afortunada y conscientemente huérfano: Fleet Foxes. Crack-Up es mucho más obtuso que cualquier referencia anterior y parece un nuevo comienzo, aunque se asiente sobre las mismas bases de barroquismo folk y sutil psicodelia soleada, y despliega canciones más variables, con complejas estructuras y puentes intrincados y letras a medio camino entre lo intelectual y lo íntimo.
16.
Truth is a Beautiful Thing; London Grammar
Si algo funciona bien, ¿para qué cambiarlo? London Grammar saben lo que es el uk garage, han crecido en la efervescencia de la escena (alcanzaron su primer pico de repercusión gracias a su aparición en uno de los highlights del Settle de Disclosure) y siempre han tenido un sutil fondo electrónico que recuerda a Portishead, como sus guitarras oníricas lo hacen a las de The xx. Y hasta aquí, pues todo ello es solo un telón de fondo para levantar una propuesta que le debe todo al engole grave de la voz de Hannah Reid, a su inteligencia melódica que sigue la línea más mística de Stevie Nicks, Adele, Florence Welch o Enya. En Truth is a Beautiful Thing, su sofomoro, asientan sus bases reforzando su paisajismo, sin perder nunca la compostura, creciendo en una desbordante épica introspectiva y haciendo valer su vertiente acústica por encima de una electrónica que nunca desaparece. Bravísimo.
15.
Capacity; Big Thief
Apenas siete meses han tardado Big Thief en editar su segundo trabajo tras arañar el panorama del folk rock con la lírica oscura y la serenidad narrativa de Masterpiece. Y es que Adrianne Lenker tiene bastante que decir. Como los grandes narradores, parece estar dando pinceladas para la construcción de un universo particular, inmersivo, cinematográfico y doliente, un mundo en el que los personajes, unidos por ese lazo steinbeckiano tan importante en la literatura y en la vida que es la sangre, la propia familia van contando sus diatribas, sus tragedias, sus desgracias y sus fortunas para dar forma y sentido a algo superior: la consistencia de la propia vida, de la contemplación de lo bello que encierra y de lo implacable de la fatalidad, dejada en las irresponsables manos de unos seres nimios e irrelevantes. Desde lo más cercano, este cuarteto de Brooklyn es capaz de perderte en lo universal, redundando ahora en un a veces excesivo tremendismo.
14.
Hug Of Thunder; Broken Social Scene
La vieja guardia del indie puede estar ya sumida en el ocaso, pero sigue contando en sus filas a colosos como los canadienses Broken Social Scene. Estos solo hablan cuando tienen algo que decir y, tras siete años de silencio, regresan con una energía renovada y la sangre fluyendo por las venas ágil y de un rojo vivaz. Han hablado, alentados por los atentados de 2015 y el nuevo curso del mundo, como acudiendo a la llamada de unidad que aúlla en tiempos oscuros y en esa dicotomía, en ese encontronazo entre la penumbra y la esperanza se mueve su «abrazo del trueno». Justo cuando Arcade Fire, que tanto aprendieron de ellos hace casi 15 años, miran hacia sí mismos y juegan con la ironía de caer en las garras del sistema lavándose las manos, son Broken Social Scene los que tienden su mano al mundo y le invitan a unirse a su fiesta de optimismo, ruido, pop, art rock, melodía, incendio, metales y arreglos de orquesta. Encendiendo una llama por la humanidad, recordándole que no ha de dejar de arder nunca.
13.
Slowdive; Slowdive
La mítica formación de Reading, estrella fugaz del shoegaze de principios de los noventa (sacaron tan solo tres álbumes, entre ellos el emblemático Souvlaki, entre 1991 y 1995, cuando cesaron su actividad) ha publicado por fin, tras 22 años de lapso, su cuarto disco, el que prometieron tras la reunión que encabezó el Primavera Sound en 2014. Y lo mejor de todo es que es un muro de sonido inapelable a la altura de sus mejores trabajos, en una renovada fórmula amparada por los avances técnicos y que les hace sonar más contundentes que nunca. Slowdive han desatado el poder de sus guitarras, esparcidas en mantras ruidosos y vibrantes que arrollan antes por presencia que por uso de la violencia. Ritmos medidos, bajos pesados y oniria melódica, casi una psicodelia durmiente en ‘Go Get It’, la mejor canción de un disco homónimo que les vuelve a presentar como una estimulante novedad, que ha sabido aprehender con humildad a Mogwai, a Daughter o a Editors sin perder ni un ápice de su personalidad o de su contundencia evocadora.
12.
Dirty Projectors; Dirty Projectors
David Longstreth entrega dieciséis años después de su irrupción en la música su primer disco homónimo, en el que desanda lo andada y da un giro de 360º amparado en el eclecticismo sonoro como vía de escape frente a los fantasmas de una ruptura (con Amber Coffman, la otra mitad de los viejos Dirty Projectors) que a punto estuvo de llevarse por delante el proyecto. Longstreth se abandona al r&b, al hip-hop, a la experimentación electrónica y a la fusión genérica, a las pertinentes guitarras y a su envoltorio un poco lo-fi, con aroma a portátil y dormitorio, para ofrecer un disco que sobrevive en su propio burbuja, atrapando el mejor momento posible.
11.
Everything Now; Arcade Fire
La mega banda canadiense, una de las más esperadas del año, ofrece en su quinto trabajo una vuelta a los orígenes sutil y discreta en la que aplican todo lo aprendido sobre groove funk y electrónica en Reflektor añadiendo un punto disco punk inspirado en la Nueva York de 1977, de los Talking Heads, de Blondie y del Studio 54. El resultado es un disco discreto que baila entre la euforia y la melancolía y que les presenta más minimizados que nunca, dejándose llevar por la intimidad y reforzando los vínculos armónicos entre Win y Régine, un matrimonio cada vez más cohesionado que sin embargo está eclipsando la cohesión general que siempre ha tenido la banda. La distancia entre miembros es más patente en Everything Now, aunque la contrapartida positiva sea poder apreciar a Chassagne en todo su esplendor, probablemente con mayor protagonismo que nunca dentro del entramado Arcade Fire. Además, premio especial a la mejor campaña promocional del año.
10.
Migration; Bonobo
Lo importante para Bonobo no es el destino, ni es el punto de partida. Sino el viaje. En él lleva enfocado especialmente desde Black Suns, en la mutabilidad explosiva de la naturaleza durante el momento nunca certero de la transición, pero es en Migration donde por fin ha logrado narrarlo con impresionismo clínico. El canto de la naturaleza, tierra, mar y cielos a veces despejados y a veces tormentosos, rituales al calor del fuego y el abrigo de la luna, tensión urbana y ánimo club. No hay compromiso en un ejercicio en el que solo vale la contemplación de la belleza más brutal.
9.
Zona Temporalmente Autónoma; Los Planetas
Los de Jota regresan tras varios años de inactividad discográfica con enjundia y bandazos varios con un disco que no es enorme pero sí especial e inspirado, que les muestra más cercanos al flamenco, confirmando definitivamente ese giro que empezó en La Leyenda del Espacio, que asimila lo aprendido en Los Evangelistas y en Grupo de Expertos Solynieve, que les presenta abandonados a trances psicodélicos y narcolépticos, ensimismados en la contemplación de Granada como “zona temporalmente autónoma” y en el que no olvidan como facturar bellas canciones pop, como puede ser ‘Espíritu Olímpico’. También coquetean con la crítica política y regresan a los arreglos de cuerdas de Una Semana en el Motor de un Autobús. Y están listos para pelearse con quien haga falta. Su gran (gigante) baza: ‘Islamabad’.
8.
Kelly Lee Owens; Kelly Lee Owens
La británica dio sus primeros pasos en la música al bajo de The History Of Apple Pie, una banda tutelada por XL Recordings, y fue durante esos años cuando conoció a Daniel Avery y Ghost Culture, dos valores fundamentales de la nueva oleada de techno de las islas. Su influencia es evidente en el debut homónimo de Kelly Lee Owens, que tiene cierta querencia por el acid techno y ritmos más secantes, pero no es sino una forma de hacer más concretas sus aspiraciones oníricas y vaporosas. Son estas las que dan verdadero sentido a su propuesta, más intimista, oscura y vampírica, muy en consonancia con el último álbum de una Jenny Hval que no sorprende colaborando en algunos temas de Kelly Lee Owens. Una purpurina mágica que hipnotiza al que la contempla bajo las brumas de un antro oscuro, que refleja su sombra espectral en las paredes de la sala, cada vez más desplomadas sobre las cabezas inertes que han abandonado su conciencia por el ritmo.
7.
Process; Sampha
Después de haber colaborado con SBTRKT, Jessie Ware, Frank Ocean, Solange o Kanye West, Sampha por fin entrega su debut en largo, y en él disfraza su fragilidad con una tormenta cibernética. La épica electrónica explosiva es una de las vías de escape que el británico emplea para acanalar sus dolores y pérdidas personales (su madre y su padre, los dos por la misma enfermedad, el cáncer), que están cantadas en clave de r&b y con la potencia y la intensidad de las grandes figuras del soul. James Blake también está presente, pero donde él es frío y calculador en su desborde, Sampha se deja llevar por la chispa del cortocircuito y por la furia catártica del ritmo desenfrenado.
6.
Flower Boy; Tyler The Creator
Podemos creernos lo de que Tyler, The Creator es un chico sensible. También que es un psicópata, y ambas vendrían a estar apoyadas por bastantes argumentos. El rapero, que sabe muy bien quién es Prince como vuelve a demostrar en su cuarto disco igual que viene haciendo desde sus principios con Odd Future, juega a la ambigüedad sexual y titula su última referencia Flower Boy, pero además analiza los fantasmas del armario o la auto represión de la bisexualidad en ‘Garden Sheed’. Poca broma, ya no sabes qué creer cuando escuchas a Tyler, The Creator, y realmente da lo mismo. Su discurso viaja del g funk al r&b con la gracilidad de una avispilla culona, vacila y se contonea, pero también aterra cuando descarga la ira venenosa de ‘Who That Boy’. Complejo, directo y lleno de texturas como las que atraviesa ‘911/Mr. Lonely’, Flower Boy explota la hiperestesia de T para teñirlo todo de un color cálido inusitado que resulta ser el fondo perfecto para exorcizar los demonios de la soledad del genio.
5.
No Shape; Perfume Genius
Maduro, consciente de si, de sus capacidades, de su vocación artística y de su sexualidad, Mike Hadreas ha diseñado la obra más ambiciosa de su carrera, un complejo palacio de rococó sintético que oscila entre la oscura profundidad y la honda sensibilidad, que ofrece a Anohni cuando era Anthony tanto como a Prince o a Roger Waters, que muta camaleónico por todos los lugares de las nuevas inquietudes de un hombre situado en la difícil intesección de la comodidad y la pérdida. Más alta será la caída, que dicen por ahí. O cómo el tener lo que se quiere alimenta los fantasmas del miedo a perderlo. Soul, r&b, clasicismo, pop de cámara, electrónica, synth y todo lo que se le ocurra a Perfume Genius para narrar su propia catarsis.
4.
Arca; Arca
No es posible la indiferencia ante la bestia sonora que ha parido desde el fondo de sus entrañas el chileno Alejandro Ghersi, sobre todo porque es bastante extraño en lo superficial de los tiempos que corren poder adentrarse tan a fondo en las inquietudes que anidan en la cabeza de un ARTISTA. Sexo y sexualidad, dominación, bondage, roles emocionales trasladados a la esencia más pura y descarnada, reflexiones sobre el amor, la fidelidad, los instintos, la vida y la muerte… todo se da cita en el que no sorprende siendo el primer disco homónimo de Arca, en el que aparece sin máscaras, piel con piel, cantando con falsete de engole clásico en su propio idioma y sin más armadura que la de las pesadillas futuristas que construye con su música, intensa hasta el dolor, con ese sonido que se da cabezazos enfurecidos contra un muro acolchado con alguna sustancia de otro planeta. El cerebro de Ghersi se proyecta sobre ti y te encierra en su gabinete de bizarrismo y caos, te hace llorar de pura belleza y provoca a la raíz de los instintos más primarios de una forma mucho más inspirada que, por ejemplo, las pesadillas psicológicas de Lars Von Trier, encontrando además por primera vez una inusitada llama pop.
3.
I See You; The xx
Y la luz se hizo… poco se puede decir que sea tan representativo como esa idea. Si acaso el beso que han convertido en el sello de identidad de esta nueva etapa en la que todos parecen haberse reconciliado consigo mismos y con su música. Líricamente liberados y mucho más reales, The xx se abandonan al desarrollo que ha experimentado la carrera de Jamie en solitario para brillar como nunca, para abandonar la oscuridad y firmar un disco de melodías preciosistas destinado a conquistar la humanidad. Brillante, y nunca mejor dicho.
2.
DAMN.; Kendrick Lamar
Kendrick Lamar ha abandonado la estrategia de combate frontal respecto a la problemática racial en EEUU. Pero no quiere decir que renuncie al problema, que mire para otro lado ni que se lave las manos. Sigue afilado, convertido seguramente el mejor letrista contemporáneo y subido en un flow inigualable. Más convencional que nunca, el rapero de Compton coquetea con el r&b, con el rap más hardcore y con la electrónica en un álbum en el que colaboran, entre otros, BadBadnotGood, Rihanna y James Blake, y que al final, después de todo, puede llegar a considerarse una obra maestra del pop.
1.
Melodrama; Lorde
Lorde ha madurado, ha tomad las riendas de su vida, ha sufrido los dolores del amor y ha adquirido conciencia de sí misma y de su lugar en el mundo y en la generación que le ha tocado al pasado. Reverenciando a sus ídolos, siguiendo la nueva estela del pop y mostrándose siempre certera y sincera líricamente, Lorde ha conseguido además convertirse en estandarte del millennialismo. Pero Melodrama, además de un disco generacional, es un enorme compendio de pop, lleno de aristas y complejidad. Obra maestra.
Y aquí tienes la playlist al completo en orden descendente.