La Plata, desde Valencia, salen huyendo de su propia explosión en un debut espídico pero reposado que va precisamente de eso, de correr, de hastío, de la pérdida de esperanzas, de pereza…
¿Sabes ese momento de la tarde en que el sol ya casi ha desaparecido pero aún inunda a resquicios a la noche, que lo sumerge implacable bajo el horizonte? Un poco después del ocaso, cuando los naranjas ya son más morados. Sales de la oficina, guardas las llaves en el bolsillo interior de la chaqueta. Corre brisa de primeros coletazos de noche y rebuscas para sacar las llaves de la moto, y metes el contacto, y arrancas y te dejas llevar. El tiempo pasa más deprisa pero se disfruta más lento, y la prisa se confunde con la pausa. El viento en la cara; la oscuridad, ahí afuera ganando a la luz. Despacio, disfrutando. Sabiendo que la luz esta noche no tiene nada que hacer, que ya veremos mañana.
Se piensa mejor ahí arriba, encima de la moto. Y se huye, sobre todo si vas sin retrovisores. La Plata, desde Valencia, salen huyendo de su propia explosión en un debut espídico pero reposado que va precisamente de eso, de correr, del hastío, de la pérdida de esperanzas o de la pereza. De salir de currar a la hora que sea y pensar en qué haces con tu vida y de volverte a pegar una jarana sin sentido. De dejar de sentir a las personas que te rodean y aguantar por inercia emocional. Quieres huir, pero qué difícil es empezar a hacerlo cansado. «Vas a cien por hora, no parece que esto sea un atasco».
Esa tensión es una constante en todo Desorden. La tensión entre rápido y lento, entre quedarse y salir corriendo, entre la noche y el día, entre la luz y la oscuridad, entre el valor y el miedo. Por eso cogen la moto y en la primera cara no la sueltan en ningún momento, para salir de toda esa tensión, para tratar de resolverla. La moto de los bajos galopantes y omnipresentes (María Gea), la moto de las baterías que no dan respiro (Miguel Carmona), la de los sintes panorámicos (Patricia Ferragud) y la de las guitarras que chorrean vibrantes y brillantes y que están perfectamente entrelazadas en las manos de Salvador Frasquet y Diego Escriche, también voz principal. «Has llegado tarde, disculpa de por vida, se apoderó el impulso, locura circular», canta con esa voz como de Parálisis Permanente en ‘Incendio’, que parte de «una puerta rodeada de llamas, una sala sin salida».
Al final amor, ciudad o miedo, los leitmotivs de Desorden, no son sino el “casus belli” para el incendio
Todo el trabajo de estos valencianos está trazado como la paráfrasis de una relación amorosa que se ha enquistado y empieza a oler a podrido, y Diego interpela en prácticamente todas las canciones a un hipótetico amor imposible con el que ni sí ni no, ni lejos ni cerca, de esos de ni contigo ni sin ti, pero todas las canciones van más allá y al final amor, ciudad o miedo, los leitmotivs de Desorden, no son sino el casus belli para el incendio, para la explosión, los culpables de la huida.
Ese «miedo al fracaso, al vacío, al rechazo, miedo a la nada… miedo al futuro, al presente, al pasado, miedo a la nada» que lo tiñe todo y que acapara como temática incluso la primera canción del disco, una ‘Fracaso’ en la que Diego se pone más ácido que de costumbre (una costumbre más melancólica y decadente) y espeta con ese deje punk cosas como «eres solo la sombra del que nunca serás, tu voz solo será la luz que proyectaste ayer».
Esa relación que vuelve a poner de manifiesto la tensión y empieza relacionada con una luz en cierto modo salvadora que acabas queriendo quitarte de encima, porque la oscuridad tampoco está tan mal, porque todos los ciclos se componen de día y noche y los ciclos no van a dejar nunca de girar. «Quiero salir al exterior mientras me adentro en la bruma y otra vez seguí tu voz hacia la luz», canta en ‘La Luz’, y sigue en ‘Espejismo’: «en mitad de la noche me diste el alma». El alma, la luz. Pero eh, también el espejismo. Al final, en ‘Me Miraste Desde Lejos’, solo queda el «hay un muro entre tú y yo, me he quedado dentro, si no hay forma de salir, saltaré del techo». ¿Y si La Plata son tan buenos porque no están contentos con nada? ¿Y si reflejan con su música a la perfección esa ansiedad desarraigada de la juventud actual?
Y volvemos otra vez al miedo, al «ya te has perdido, qué poco tiempo te ha durado el mapa». A la imagen derrotista y nostálgica que se dibuja en ‘Tu Cama’, uno de los temas más serios del disco y una canción en la que la ansiedad corre desbocada por las venas, como negándose la súplica. Aunque la segunda cara persiga más la luz o se niegue algo más a dejarse llevar por la oscuridad, al final es ahí a donde conducen todas las canciones, y eso que los sintes y esas atmósferas lumínicas a lo The Smiths o El Último Vecino percuten como una constante.
Por eso la fuga permanece y no va a irse nunca, bendita paradoja. Y es lo que da alas a las mejores canciones de Desorden porque es ahí donde encuentran todos los temas cohesión o dirección; sentido. Como en el crescendo suspendido que es ‘Me Voy’, temazo épico construido con los cimientos de Los Planetas y The Jesus & Mary Chain, esos bombos marciales y ese espíritu ascensionista, los pilares del ‘Heroes’ de David Bowie y las cúpulas del noise acaramelado de Nueva Vulcano. «Que ya no estoy contento, que paso de esperar, que solamente pienso en mi cama y en follar… que estos últimos días no paro de pensar que ya no me divierte ni beber ni follar».
O como en ‘Un Atasco’, la primera canción con que La Plata nos enamoraron y en la que ya estaban todas las ideas que han desarrollado en un debut sobre el que había puestas muchas expectativas. Esa tensión. «¿Cuándo saliste? ¿Cuánto llevas sin pisar tu cama? Pensando en nunca volver…»
El amor-odio con el amor, con uno mismo, con la vida misma. Con la ciudad, con todo lo que te coja la mano y te ate. Que yo quiero ser el que coja la mano, no al que se la cojan. «Estoy cansado, no puedo dormir, no tengo sueño. Creo que es por esta ciudad, le tengo asco». ¿Lo has pensado alguna vez? Seguro que sí, da igual qué ciudad, da igual cuánto asco. Así arranca el trayazo ‘Esta Ciudad’, que con el sutil lavado de cara que han sufrido las canciones del EP Un Atasco toma la delantera y se posiciona seguramente como la mejor canción de Desorden después de ‘Me Voy’. Con el hastío, con el desprecio. Qué jodido es estar hasta la polla… «Solo quería ver esta ciudad arder, perderme y nunca más volver a aparecer».