Obviando el Primavera Sound, que juega en otra liga, creo que ningún otro festival ha sido capaz de crear tanta expectación como el Bilbao BBK Live, que celebraba su novena edición. Sold out en (plena) crisis, buen cartel y la sensación de que este año debía ser su definitiva consagración. Prueba de fuego para el festival que ha puesto al norte de España en el mapa de la música rock y pop mostrando que en la península también hay verde, llueve y hay vida más allá de las propuestas de playa. Fueron tres días de buena música, mucho chirimiri (sirimiri, calabobos, llovizna, etcétera, etcétera) y un ambiente de gran cita musical, solamente empañada por las dificultades para acceder al recinto y al camping.
JUEVES
Vetusta Morla
Los que hayan tenido la desgracia de leerme saben que me encanta Vetusta Morla, así que sus ruidosos detractores pueden ir saltándose este párrafo: el día que los madrileños hagan un mal concierto saldrá en los telediarios pues el derroche de fuerza y calidad en todas sus actuaciones es digno de admiración. Bilbao no fue una excepción y volvieron a comerse el Heineken (como ya hicieron hace dos años) a base de trabajo duro y entrega total que se filtró a los asistentes que no parábamos de saltar. En teoría presentaban La Deriva, pero aprovecharon para repasar toda su discografía en otra de sus actuaciones épicas de mismo final: todos cansados de saltar y gritar. Controversia a parte, negar la fuerza de sus conciertos es simplemente poco inteligente.
Franz Ferdinand
Un amigo definió perfectamente a los escoceses: es un grupo que toca igual para quinientas personas que para cuarenta mil. Y eso es malo. Kapranos y compañía salieron, dispararon veintidós cañonazos, cuatro comentarios enlatados en medio y se fueron. A la media hora no me acordaba de nada (aunque no para todos es así). Y no es que hagan las cosas mal, suenan igual que en sus discos, hacen bailar al personal como pocas bandas pero, con la misma facilidad desaparecen de la memoria. Tampoco creo que la culpa la tenga enteramente la triste vuelta atrás en su último disco ya que en los eclécticos setlists lo enmascaran bien. Sin embargo, es inevitable que sus conciertos suenen planos, sin más puntos álgidos que ‘Michael’ o ‘Take Me Out’. Lo demás es todo un compendio de canciones muy similares que tan fácilmente vienen como se van.
Phoenix
Cenar y coger un buen sitio para bailar en Crystal Fighters me impidió ver de cerca a los franceses. Las opiniones de amigos que vieron el concierto entero adjetivan su actuación desde espectacular hasta horrible. Personalmente no me quedo con ninguna. Por lo poco que pude ver, Phoenix se dedicó a hacer bailar a los asistentes con una impecable reproducción de sus éxitos, de ese inagotable Wolfgang Amadeus Phoenix, otros pasados y su controvertido Bankrupt! (lee la crónica aquí). ¿Sus fans? Encantados. ¿Los que no disfrutan con los de Versalles? Pues no les pareció gran cosa. La historia de siempre. A mí me gustó.
Dorian
Dorian es una de las bandas que más me hacen saltar y con las que mejor me lo paso con mis amigos (y en este caso tampoco es así para todos). Será la accesibilidad de su pop electrónico, las letras inteligentes y pegadizas o la forma de cantar de Marc, pero la conexión es perfecta y no decae con los años. Y no era yo el único; la carpa Sony se reventó hasta los topes y los tablones estuvieron a punto de vencerse con los saltos alocados en ‘La Tormenta De Arena’, ‘Paraísos Artificiales’, ‘Verte Amanecer’ y ‘A Cualquier Otra Parte’ (por mencionar los ejemplos más claros, pues lo cierto es que en todas las canciones la liaban) Un consejo para los organizadores: la próxima vez dadles un escenario más grande; se lo comerán igual, pero lo disfrutará más gente. Uno de los momentazos del festival.
VIERNES
Jack Johnson
Después de perderme a Chet Faker y Conor Oberst por una mezcla entre pereza, horario y los dichosos autobuses, llegué a ver a Jack Johnson cuando ya salía al escenario. Puede que los días de gloria del hawaiano queden lejos ya que su In Between Dreams tiene once años, pero no se puede negar que sigue siendo uno de los embajadores del buen rollo en el mundo musical. Sin más compañía que un bajista, batería y teclista, Johnson repasó su discografía logrando animar a los asistentes y haciendo olvidar los nubarrones que habían amarrado en Kobeta. solo faltó el sol desapareciendo a lo lejos como broche final.
Foster The People
No hay manera de que me entre el segundo disco de Foster The People (aquí podéis leer varios motivos). Y lo he intentado. Lo cierto es que el concierto no ayudó; Mark Foster apareció disfrazado de rockero malote y eso le puede funcionar a Alex Turner y el nuevo estilo de los Arctic Monkeys, pero se me hacía raro bailar sus canciones poperas mientras veía a una reencarnación de algún Ramone. Pero cuestiones estéticas (superfluas) a parte, donde realmente fallan es en que el segundo disco no está al nivel del primero, salvándose sólo ‘Coming Of Age’ y ‘Are You What You Want To Be?’ Y dentro del primer disco, también hay un gran escalón entre ‘Helena Beat’, ‘Houdini’ y el gran hype ‘Pumped Up Kicks’ y el resto. Y claro, los altibajos fueron una constante durante la actuación. Una pena.
Palma Violets
La NME situó ‘Best Of Friends’ como mejor canción del año en 2012 y pronto se les nombró como la gran esperanza para ocupar (de una vez por todas) el trono que The Libertines habían dejado vacío. En algo sí se parecen seguro: en las condiciones en las que salen al escenario, sobre todo el bajista, Alex Jesson. Por lo demás, el copia pega con respecto al sonido de Doherty y Barat se huele a kilómetros de distancia, lo que de todos modos no impide disfrutar el furor juvenil que emanan en cada uno de sus acordes. ‘Tom The Drum’, ‘We Found Love’, ‘Last Of The Summer Wine’ y la ya citada ‘Best Of Friends’ nos quitaron años de encima a golpe de batería y hachazo de guitarra.
Baio
“El bajista de Vampire Weekend ahora actúa en solitario como dj”, “Genial, vayamos a verlo, eso no puede ser malo”. Error. Vaya tostón de sesión, electrónica pura sin ningún regalo para las gargantas de la carpa en una sesión que habría encajado perfectamente unas horas más tarde. Eso sin contar algunos cambios un tanto bruscos. Que vuelva a coger el bajo, que es lo que se le da realmente bien.
SÁBADO
Band Of Horses
Qué buena música hace Band Of Horses. Te podrá gustar más o menos, pero hay que admitir que los americanos son unos artesanos del rock más sentimental; cada acorde está tocado con suma delicadeza a lo que se une la preciosa voz de Ben Bridwell. Aunque a lo largo de su discografía han variado más bien poco su estilo y su último disco (sin contar el acústico del año pasado), Mirage Rock, quedó algo por debajo de las expectativas (una oportunidad perdida para haber dado el gran salto), estaría mintiendo si dijera que no fue uno de los conciertos que más disfruté. ‘Funeral’ y el resto de éxitos de su debut, junto a ‘Infinite Arms’ (mi favorito) y sin olvidarme de ‘Cease To Begin’ fueron el mejor inicio para la última velada del festival.
The Black Keys
The Black Keys no hicieron su mejor concierto. Eso está claro. Y aún así fue espectacular. Contaron con un sonido no demasiado perfecto, que a veces ahogaba la guitarra de Auerbach como si hubiese algún fallo técnico. Pero nada que no permitiese a los de Ohio dar un gran concierto. Para los que quieran verlo, que busquen en Youtube el que dieron en Glastonbury hace unos días. Esa sería mi única queja: sus actuaciones son iguales, mismos setlist, mismas coletillas, mismos gestos. Y eso que Auerbach se movió más que cuando los vi en Madrid hace un par de años. Pudo ser esta la razón por la que cierto sector del público no pareció conectar con un grupo que no se baja de las cabeceras de los carteles de los festivales por donde paran. El Camino y las “famosas” de Brothers eran perfectamente recibidas, pero sigo sin entender cómo el público se resiste a Turn Blue ¡si es una obra de arte (justamente entre nuestros discos preferidos del año)! Menos mal que las críticas que he leído por Internet solo hay palabras agradecidas para los de Akron. Y no es para menos, porque aunque sus conciertos duran menos que la llama de una cerilla, la adrenalina segregada podría levantar cadáveres y la clase que emanan deja a los Arctic Monkeys bastante atrás. Eso sin comentar que Auerbach llena todo el escenario con una sola guitarra (la guitarra de John Good apenas se oye) a través de un prodigio de amplificadores conectados unos con otros en una orgía musical; todo esto mientras canta con esa voz que ya la querrían para ellos mismos muchos cantantes de soul. Eran los cabezas del festival y no defraudaron.
MGMT
Que MGMT son mucho más que ‘Kids’ y ‘Time To Pretend’ es algo que debería quedar claro. Y que antes de que Tame Impala comenzase a abanderar la nueva ola de psicodelia, estaban ellos, pues también. Fue uno de los conciertos que más disfruté, con un sonido redondo y contundente. Y aunque el Oracular Spectacular pesa mucho con respecto al resto de su discografía, hubo espacio para canciones de Congratulations y su disco homónimo del año pasado. Sin embargo, esa disparidad no se notó en una actuación única, en la que tocaron lo que les dio la gana (de las pocas bandas que cada día varían el setlist según les dé). En definitiva, el pop psicodélico es suyo y fue un cierre a los conciertos mucho más que notable; una delicia.
Eme Dj
No solemos hacer críticas de los disc-jockeys pero creo que con Eme había que hacer una excepción. Primero porque se salió, como (según me han contado) suele hacer siempre (era la primera vez que la veía, pero nos volveremos a encontrar en el Santander Music) y segundo porque fue una de las pocas excepciones que aportaron sesiones no solo bailables, sino llenas de temazos de ayer (sonó Rafael) y de hoy, que nos permitieron dejarnos a la voz. Sin duda, esa sería mi gran (y posiblemente única) queja musical del festival. Baio, Sine3, Pional y demás presentaron grandes sesiones instrumentales que, a altas horas de la noche, vienen perfectamente, pero en esos momentos posteriores a los conciertos eché de menos a djs del corte de Amable y compañía. Ah, y ya que estoy criticando, y puestos a pedir, también pondría a los disc-jockeys en otro escenario. La carpa se quedó pequeña, e incluso algo insegura para albergar a el sold out que abarrotó el recinto.
El BBK Live se ha hecho grande. Ya lo era, pero no creo que haya nadie que a estas alturas, y con un sold out tan rotundo como aval, se atreva a negarlo. Las variaciones en el estilo parecen cosa del pasado y ha encontrado la estabilidad en una parrilla repleta de representantes del rock y pop más accesible a toda clase de público, logrando traer nombres tan importantes como Radiohead, Depeche Mode y The Black Keys en los tres últimos años. La asistencia nacional e internacional no cesa, ya es uno de los festivales de cabecera en España y de los más representativos en el extranjero. ¿Los motivos? El entorno tiene mucho peso, la magia de Kobeta con Bilbao a sus pies y el Cantábrico a lo lejos; pero también el buen trabajo de la organización que permitió a todos los grupos dar el máximo. No vi ni un mal concierto, ni un fallo, nada malo. El acceso es otra cosa. El contrapunto por celebrarlo en ese paraíso de montaña y dotar al festival de un ambiente único. Tanto jueves como domingo, fue una odisea coger un autobús y las quejas empañaron una edición musicalmente brillante. Una pena, porque el aspecto del transporte tiene difícil solución, más aun cuando el festival no para de crecer. No obstante y sin dudarlo, el año que viene voy a por mi cuarto BBK Live.