Crítica: Migos, todo por la cultura

Diego Rubio Méndez

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Migos son siervos y esclavos de la cultura, pero también voceros y profundos admiradores. Y haciendo eso patente han conseguido conquistar EEUU y el mundo de la música, obrando el milagro del trap. Su Biblia, Culture II


La sociedad de masas, la sociedad de consumo, la sociedad de la información. Evoluciones de un modelo de control poblacional basado en la mercantilización de la cultura. En el culto al objeto y en la propia cosificación de las personas.

Los vehículos que han dado voz masiva a la comunicación durante todo el siglo XX, desde la radio hasta internet y pasando por la televisión, todos evidentes constructores de imaginarios colectivos, se han encargado de difundir un serie de valores, aspiraciones, definiciones antonomásicas que pocas veces hemos puesto, como sociedad, en duda, y de ofrecernos toda la mitomanía de la adherencia. Todos los ídolos, las idealizaciones totémicas.

La diversidad evidente y violentamente radical de la faz de la tierra se ha acostumbrado a recibir un mensaje perversamente unificado, de aspiraciones y sueños, de «posibilidades». Muchos de los que han caído fuera del saco de los privilegios sueñan con estar dentro, y a algunos de los del saco les da por salir para mostrarse abiertos, para dar visibilidad, o voz…

Generamos y caemos en una batalla entre dos mundos, una guerra de clases desdibujada hacia la absurda bipolaridad, hacia el maniqueísmo infantil del bien y del mal. Nos enseñaron a renunciar a la escala de grises, nos obligaron a verlo todo de colores y luego le pusieron filtros de Instagram. Todo para que nos olvidáramos de ser lo que somos. Un caleidoscopio, una paleta infinita con todas las definiciones posibles.

Evidentemente es EEUU el patrón y marinero del barco de la cultura occidental en la que nos encontramos inmersos. El cine, la televisión, la música, la literatura… las manifestaciones artísticas que han marcado nuestro imaginario durante los últimos 100 años están arraigadas en su neoliberalismo, pero también ciertas formas de gestión social. Al final, hemos adaptado la cultura americana, o la cultura americana nos ha terminado devorando.

Todo esto nos ha conducido al mundo de estímulos que tenemos ahora. Estímulos brillantes por todos lados. Más incluso de los que son necesarios para mantener nuestra cabeza abotargada, nuestra atención constantemente puesta en esa nada que nos venden como plena.

En esos estímulos y en esos estándares culturales crecen y viven Migos. El trío de Georgia es siervo y esclavo de la cultura, pero también consumidor, vocero y gran admirador. «Higher we go, beg and plead for the culture», instauran como leitmotiv en el arranque de Culture II. ¿Por qué he dado toda la chapa de antes? Porque es fundamental para entender lo que Migos entienden como «cultura» y todas las connotaciones que tiene. Sin querer (o sin querer queriendo, como prefieras), Migos nos plantan orgullosos en la cara nuestras propias miserias. Como el espejo ontológico de las redes sociales que nos atrapan, como en el hecho de que somos burguesía (boujee, un término que los de Georgia han readaptado a su peculiar manera).

Y ello les ha aupado hasta conquistar el trono de los EEUU, hasta acometer eso que a Offset le gusta comparar con el Cinco de Mayo mexicano (‘Emoji A Chain’). Han sido sin duda los personajes de 2017, más teniendo en cuenta el juego que da el matrimonio de Offset con Cardi B, que también el pasado año logró allí el status de súperestrella. Culture les servía para exponerse como son, un gueto que ha conseguido petarlo porque el mundo se ha fijado en su estilo, porque han llegado en el momento más apropiado y porque están sobradamente dotados con una técnica de las que no se escuchan todos los días. Culture II viene a decir que van a seguir igual, que los objetivos no han cambiado y que vivir a todo trapo presumiendo de cornucopia cultural sigue siendo la prioridad.

https://www.youtube.com/watch?v=Vx7LInHQBVo

Pensemos en las grandes estrellas del «underground» que han reinado en EEUU en los últimos años. Kanye West —produce en el temarral con 21 Savage ‘BBO (Bad Bitches Only)’—, un tipo con pretensiones que pese a su indiscutible genialidad siempre ha tenido el «sambenito» de hacer música de negros para blancos con dinero; Beyoncé, ídem aunque en su última etapa haya tomado conciencia e incluso se haya instituido en estandarte de todas las reivindicaciones (raciales y de género), y Kendrick Lamar, oblicuo, intelectual, serio. O Drake, que tiene la pinta más friendly del mundo y hasta parece que va al gimnasio. Migos no. Migos son sucios y son horteras. Honestos en su pretenciosidad sin pretensiones.

Oros, joyas descomunales, cochazos, pibones, bitches y niggas siempre han sido y van a ser una tónica dominante en la lírica hip hop, pero es que Migos van más allá siempre y convierten su estilo en un gabinete de curiosidades, o en una batidora de esas de zapping. Un vídeo de caídas, de sustos. The Isley Brothers, la NFL, Netflix, Pablo Escobar y Narcos, McDonald’s, marihuana, cocaína, la reciente polémica de la camiseta del «mono más salvaje de la jungla» en un chavalín afroamericano de una campaña de H&M que le costó a la marca, entre otras cosas, la relación comercial con The Weeknd, referencias constantes a marcas de lujo como Audemars Piguet o Patek Philippe, de relojes, o Gucci, diamantes, locales de moda y clubs de striptease, empresas de alquiler de limusinas… todo por la cultura, que van a decir ellos siempre.

Por esa cultura del consumo infinito y en honor a ella se plantan Migos con un disco de 24 temas y una hora y cuarenta y cinco minutos de duración acompañado de una playlist pensada para digerir en modo bucle. Por el puro vicio de la ostentación, por el exhibicionismo. Hacen suyos los tópicos y se cachondean de ellos, de sí mismos y de la misma cultura por la que profesan admiración, y llegan a establecer con ella una relación de colegueo. Valga para simbolizarlo el juego de palabras que hacen con Post Malone en la intro y que luego cuenten con él en el reposado trap r&b ‘Notice Me’.

Lo de Migos es un estilo de vida, y precisamente contra la falta de autenticidad, contra las apariencias van a rapear en ‘Walk It Talk It’ de la mano de Drake. Si al trío que ha llevado al trap a las cabeceras mundiales y a liderar, en nuestro contexto cercano, un festivalazo como el Primavera Sound se le compara con los Beatles es precisamente por haber hecho de su personalidad autentiquísima un verdadero modo de conquista. Pero no solo por eso, también por su brutal prolificidad, por jugar con todas las aristas contenidas en su género e incluso transpasarlo y por facturar grandes canciones. Enormes.

De algunas ya hemos hablado, pero es que hay poca broza en el eterno tracklist de Culture II. Migos se cepillan al trap de forma salvaje a lo largo de sus 24 cortes y le sacan punta afilada a las mejores virtudes del género de Atlanta, a las percusiones silbantes, a las 808, a la opresión rítmica, a la grasa que rezuma del THC consumido en un bong. A la libertad estilística, con temas más oscuros y contundentes como la tremenda ‘Crown The Kings’, ‘Flooded’ o ‘Too Playa’, una colaboración con 2 Chainz con Huncho (aka Quavo) a la producción y demostrando que su estilo es bastante duro, y otros más canónicamente trap como ‘Supastars’, ‘Moovin’ Too Fast’ o ‘CC’ con Gucci Mane.

Pero dejando espacio para un numerazo pop de campeonato en ‘Stir Fry’, construida sobre una idea de 2008 de Pharrel Williams y trabajada mano a mano con él en el estudio. Para un coqueteo con ese free jazz que tanto le gusta a Tyler, The Creator en ‘Made Men’. Para el refinamiento más electrónico de dos temazos como ‘Open It Up’‘Too Much Jewelery’. Y siempre con estribillos memorables, con un flow preciso y arrollador, perfectamente sincronizado y en una armonía pocas veces vista. El fraseo serpenteante de Offset, el cuerpo más melódico de Takeoff y la maestría de Quavo dando al conjunto una soltura imposible. Es el máximo responsable del ad-lib, una vieja técnica de hip-hop perfeccionada por él que consiste en llenar cada uno de los espacios dejados en el fraseo con un sonido en forma de onomatopeya, pero en general los tres empastan y se apoyan siempre para que el ritmo no decaiga nunca, ni la intensidad.

A flor de piel está en el bombazo del disco, ‘MotorSport’, en el que el trío se une con las dos trap queen por excelencia, Nicky Minaj y Cardi B para dejar un temazo como la copa de un pino, un diálogo a cinco voces como ametralladoras, denso, incendiario, sucio y poderoso. La mujer de Offset, por cierto, además de dejar un juego de palabras devastador con el nombre de su marido («I get up, set on / I turn Offset on») se marca gritando ese «dame más gasolina» de Daddy Yankee.

Culture II es la Biblia de Migos, en la que están todos y cada uno de sus statements y mandamientos mejor explicaos, sin prisa pero sin pausa. Y, sí, es una obra maestra. Probablemente el primer gran disco de trap que recordará la historia del mainstream, si no lo es su mismo Culture. Uno que confirma que el género había venido para quedarse, y para conquistar las listas y el planeta. Algunos pensarán que estamos locos, pero en el fondo ya lo llevan pensando bastante tiempo. Migos demuestran que no. Que aquí hay detrás toda una cultura, que no se puede luchar contra el impulso humano. Que los tiempos cambian. Que lo tremenda, brutalmente auténtico está aquí. Que el trap no es el futuro, ya no. Es el presente, el más rabioso y urgente.


Como ya hemos comentado, Migos estarán este año en el Primavera Sound, encabezando la jornada del viernes junto a The National.

Abajo del todo te dejamos una versión reducida del disco, que sabemos que 24 son muchas canciones y que casi dos horas pueden dar miedo para cogerlo de una. Elijas la que elijas, que lo disfrutes.


9 / 10


Puntuación de los lectores

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