Este es el trabajo que Leonard Cohen, el trovador de voz cavernosa, publicó antes de morir. Este es el testamento involuntario de Leonard Cohen. Y es devastador
Había empezado esta crítica hablando de cosas como inmortalidad, oscuridad y poesía. Había empezado, sí, y me tuve que parar a la mitad y dejar la tecla de la flechita hacia atrás un buen rato pulsada. Como me pasó con David Bowie. Con él no tuve valor de seguir escribiendo; era incapaz de valorar Blackstar sin acabar invadido por la descomunal carrera del camaleón. Ahora es buen momento para hablar de los dos. Juntos, junto con Nick Cave, no te vayas nunca, forman mi ideología como cantante fallido. No puedo no llevármelo a un terreno ligeramente personal y empezar otra vez esta crítica como me de la real gana. Leonard Cohen murió anoche (o el día 7, da lo mismo, anoche conocimos la noticia) y su nuevo trabajo constituye un testamento involuntario. Su último waltz.
Así que voy a empezar diciendo que es verdaderamente difícil volver a escuchar este disco sin sacarle ahora un distinto sentido a canciones como ‘Leaving The Table’, al hecho de que Cohen siempre hable en pasado o a frases como “I’m ready, my lord”. No lo queríamos tan oscuro, maestro.
You Want It Darker sirve como despedida al forastero canadiense y resulta del todo acertado, con una producción oscura, melancólica, profunda y ominosa. Con escalas menores, con bajos como pozos y con corales funerarias, como en la acongojante ‘It Seemed The Better Way’. Los violines parecen estar siempre en el tejado y la tristeza se agarra a cada brizna de sonido.
También hay espacio para algo más brillante, como en el suave rock and roll que es ‘On The Level’, pero el tono general es grave, es filosófico y es reflexivo, recordando a nivel lírico a algunos de los mejores momentos del último Johnny Cash. Ahí están ‘Treaty’ o ‘Steer Your Way’. Luego está el tema que da título al disco, ‘You Want It Darker’, una maldición cenagosa que entronca con el anterior trabajo por el protagonismo del bajo y que pone un millón de velas por el amor que nunca llegó.
Leonard Cohen se despide dando lo mejor de sí mismo y fiel al estilo que le ha caracterizado en los últimos años de su carrera y de su vida. Con un croonerismo herido y con una voz castigada por la experiencia, con una sutileza instrumental emocionante, con un clasicismo magistral. Manejando a la perfección el lenguaje de los sentimientos y la condición de la música como canal hacia el alma.
Descansa en paz, Leonard Cohen. Sirva esta crítica como un humilde homenaje.