El británico Michael Kiwanuka bucea en las raíces del soul y la psicodelia oscura para su segundo álbum, Love & Hate, que presentará en Madrid
Michael Kiwanuka nació en Muswell Hill, al norte de Londres, un 3 de mayo de 1987 y de padres ugandeses. Pero en su carrera tan solo aparece una referencia británica clara: Van Morrison. El resto pertenece a los grandes de Chicago y Detroit, a Marvin Gaye, a Otis Redding y a Curtis Mayfield… a la América más soul e incendiaria, la de las raíces más profundas. Encomendado a ese sonido consiguió llamar la atención de Adele y del sello Polydor; con su debut, Home Again, también una nominación para el Mercury Award. Corría el año 2012, el mismo en el que sí gano el BBC’s Sound. Su carrera presenta un ascenso meteórico.
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Ahora ha publicado su sofomoro, Love & Hate, y ha terminado de conquistar a la crítica y de conseguir aclamación universal. El disco lo vale. Consiste todo él en un tratado de soul clásico, de blues, de folk, de ese sonido de incendio propio de la América negra, y viene producido por Danger Mouse, que aporta su toque denso cercano a la psicodelia o sus modos oscuros de soul melancólico (‘Love & Hate’). Pese a que el productor neoyorquino tiene a veces la pega de imponer su personalidad por encima de la banda a la que produce (U2 son un ejemplo claro), Kiwanuka consigue sobreponerse y utilizar a su favor toda la paleta cromática del que es también mitad creativa de Gnarls Barkley o Broken Bells.
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Así, factura un producto que a veces se acerca peligrosamente a los arreglos densos de los últimos Black Keys (también producidos por Danger Mouse; ‘Falling’ lo ilustra perfectamente) pero que también sabe escaparse por los paisajes progresivos de los últimos Pink Floyd (‘Cold Little Heart’, probablemente el mejor tema del álbum) o los vientos y los beats más funky de Mark Ronson (‘One More Night’). Y que sobre todo está mecido de principio a fin por una emocionante sección de cuerda que aporta organicidad a todo el conjunto, como en ‘Father’s Child’.
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El resultado final es un disco sobre el amor perdido dibujado sobre los escenarios tenebrosos de un soul herido que llora a través de los punteos eléctricos y pone los pelos como escarpias a base de violines. Un disco cuya puesta en escena podremos ver en Madrid el próximo 17 de noviembre en el Teatro Barceló. Entradas aquí.
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