El lento esperar a que algo suceda. Años. Décadas. Por supuesto que no había un clamor popular para que volvieran, pero once años han pasado los estantes sin ver un álbum de estudio de los londinenses Suede.
Ahijados del britpop que tanto sonó en los 90, vuelven tras una separación por falta de inspiración y en la que por el camino se fueron dejando miembros. No querían volver hasta que estuvieran cómodos artísticamente. Y si tanto tiempo han estado cargando las pilas de la inventiva es que Bloodsports debe albergar algo, cuanto menos, de especial y acertado. En un nuevo trabajo, esta vez de introspección, Suede dejan que volvamos a degustarlos, quitándonos veinte años de encima.
‘Barriers’, el adelanto que pudimos saborear días antes de que el disco se pusiera a la venta, no hace precisamente honor a su nombre. No es ninguna barrera que nos corte el paso al resto del Bloodsports, sino todo lo contrario. Pese a pecar de simpleza melódica y letras que evocan al amor verdadero, entra dentro de los cánones “Suede” solo rotos con Introducing the Band en el 94.
El riff más potente del disco lo ponen en una ‘Snowblind’ bastante vivaz, donde tampoco faltan toques de furia y melancolía. Como se suele decir, lo importante no es cómo se empieza sino cómo se acaba y Suede te lo comunican con ‘It Starts and Ends With You’. Con ella se empieza a ver que no nos vamos a encontrar con gran variedad de estilos musicales, solo un pop británico constante y con estribillos pegadizos y que se abalanzan demasiado pronto, como también pasa con ‘Sabotage’, la cual se diferencia de la anterior por llevar más carga instrumental y un ritmo más pesado, y con ‘For the Strangers’, que bien podría servirles a los pseudosentimentales de Hollywood para vendernos una nueva comedia romántica protagonizada por Hugh Grant.
‘Hit Me’ se presenta como el más fiel revival de lo que fue esta agrupación en la década de los noventa. No defraudará a los más fans y puristas de esta, ya en horas muy bajas, desenfrenada manera de hacer música.
Llega un punto y aparte en el álbum, un cambio que se hacía necesario, puesto que habíamos perdido casi toda esperanza de escuchar algo distinto. Todo este giro que pasa de lo costumbrista a la más enterrada oscuridad lo encabeza ‘Sometimes I Feel I’ll Float Away’, que se asemeja más a una súplica que a una afirmación, por el tono desesperado que empieza a usar Brett Anderson y que continúa en la sobria y fría ‘What Are You Not Telling Me?’, en la que nos saturamos de ecos sobreproducidos.
Una balada como ‘Always’ habría sido un buen refresco tras una de las primeras canciones – quizás el orden elegido no sea el que más beneficie a este disco. La «celebración» y el «nada que temer» al que aluden en ‘Faultlines’ (falla geológica en español) puede referirse a la estabilidad conseguida tras este retorno a los estudios; pero no deja de ser un tema poco trascendente y con el que no alcanzamos por completo el final deseado.
Y es que cuando volver a tus inicios es lo único que te queda, aquello en lo que eras bueno y te daba éxito, aquello que te elevaba por encima del resto, te encuentras con la dificultad añadida de no bajar el listón y perder todo aquello que construiste. Es un hecho que Suede han vuelto atrás en el tiempo para seguir a lo suyo, de hecho poco sentido hubiera tenido un cambio de aires total en su sonido; este tipo de grupos no suele hacerlo.
Para concluir, cabe decir que con un ratio equilibrado de fallos y aciertos concluye un disco que con
toda probabilidad no entrará entre lo más destacado del año 2013, pero que permanecerá como una más que digna reaparición en el panorama musical.
Nota bandálica: 6,9
(Una crítica de José Luis García Zafra)