Crítica: Woodkid – The Golden Age

Daviddepain

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Escuchar a Woodkid tiene un problema: no sabes si vas a tener la suerte de terminar cada una de las catorce canciones que componen su álbum o si, por el contrario, vas a ser devorado por enormes monstruos prehistóricos mientras la tierra sucumbe sin remedio entre furiosas llamas y risas de los cuatro jinetes del Apocalipsis. El debut del director, artista gráfico y músico francés Yoann Lemoine es una banda sonora a la película más catastrófica y apocalíptica que la mente más retorcida y patriótica de Holywood pudiera vomitar.

Pensemos en The Golden Age como una versión musical de “Soy leyenda”, “El día de mañana”, “Independence day” o la que más os guste. Apertura simple de la película, suena ‘The Golden Age’; su piano inicial guía unas imágenes aéreas de los bastos campos de maíz del país de la libertad hasta llegar a Nueva York o cualquier otra ciudad con rascacielos.

La música cambia, aparecen las percusiones; firmes y penetrantes redobles que anuncian, junto a la hecatómbica orquesta, el brutal revés que cientos de ciudadanos inocentes están a punto de sufrir. Ahí están los alienígenas de turno o el voraz cambio climático que congela, sofoca y asfixia implacablemente medio mundo.

Se acabó lo que se daba; es el momento de correr, es el momento de ‘Run Boy Run’, el tema más inspirado del disco, que realmente consigue acojonarte (perdón) y empujarte a correr despavorido sin mirar atrás porque a saber qué monstruo con ocho cabezas te pisa los talones; una batería que ametralla las esperanzas de la humanidad y unos violines post-apocalípticos (recurso fetiche de Lemoine) que tensan hasta el último de tus músculos.

Musicalmente hablando, se nota que Lemoine ha dirigido un par de videoclips de Lana Del Rey (‘Born to Die‘ y ‘Blue Jeans’). Mucho huele este The Golden Age al re-debut de Lizzy Grant: ambos comparten el uso de orquestas postapocalípticas (sí, esta palabra se va a repetir hasta la saciedad en esta crítica) y percusiones a juego; inseparables compañeras en la discografía de ambos artistas. También coinciden mucho en las letras, cuyo tema principal es el amor como algo lejano e incluso idílico en ocasiones; el mundo se acaba, y en los albores de la muerte lanzan un apasionado último grito desgarrado. Prohibido perderse la fantástica ‘I Love You’.

Volvamos a nuestra película. Sin duda, la llegada de los extraterrestres viene de la mano de ‘Conquest Of Spaces’ (I’m ready to start the conquest of spaces), ‘Shadows’ o ‘Stabat Mater’. Sintetizadores iniciales que recuerda a la banda sonora cualquier filme del género de ciencia ficción. La batalla final, en la que el protagonista se la juega a vida o muerte está aderezada con ‘Iron’ y su orquesta: vientos que presagian el juicio final, ritmo de batería que vuelve a recordar a Lana del rey. Por lo demás, misma fórmula de todas las canciones, aunque ésta consigue un clímax bastante agradable cuando todas los vientos iniciales se juntan con las palmadas y golpes de caja. Quizá el segundo mejor tema del álbum.

‘Ghost Lights’ encaja perfectamente en ese momento en el que todo parece perdido, pero al final, intervención casi divina mediante, todo se soluciona: Waking up in a world surrounded by flames where everything I liked is about to fade. Tampoco sería un mal momento para ‘Boat Song’, otra de mis favoritas.

Una vez salvado el mundo, otra imagen aérea (por seguir con el cliché) nos aleja del pequeño planeta azul hasta que caen los créditos y suena ‘The Great Escape’. Violines melancólicos iniciales y posterior alegría en forma del enésimo y constante redoble de batería. Estados Unidos, o sea, el Mundo, está a salvo otra vez; la raza humana es la criatura más inteligente del universo, ha derrotado a alienígenas, ha parado el cambio climático y ha encontrado la cura a cientos de enfermedades infecciosas. Eliminado todo enemigo exterior, ya pueden volver a empezar las guerras.

Para cerrar esto de forma que no sea una crítica de cine o a la humanidad y vuelva a parecerse (si es que alguna vez lo consiguió) a una revisión de un disco, apuntaré una serie de comentarios finales. No se puede negar que The Golden Age es un disco que impacta. Como toda banda sonora de ciencia ficción apocalíptica, consigue angustiarte y emocionarte en cada canción, lo cual es un logro que ha de ser tenido en cuenta. La construcción de todos los temas es impecable y la voz de Lemoine, aunque plana, es un auténtico descubrimiento.

De ser comparado con Lana Del Rey no se salva, ambos homenajean la estrecha relación entre el cine y la música a lo largo de las últimas décadas con una desbordante orquestación y una puesta en escena grandilocuente. En conjunto, me parece mejor este disco que Born To Die (aunque canción por canción pierde; superar ‘Blue Jeans’ o ‘Video Games’ es imposible). Lemoine consigue transmitir todo un torrente de emociones en su Golden Age, que suena más cohesionado que el de su amiga Lana.

Por lo tanto, escuchar el fin del mundo en versión musical es obligatorio, todo el mundo debería disfrutar de este disco, al menos, una vez. Sin embargo, su mayor virtud puede convertirse en su peor enemigo.

Algunos pensarán que tanta épica resulta considerablemente pretenciosa, conformando un disco sobredimensionado, repetitivo, rallante y diseñado expresamente para ser una obra maestra (lo cual nunca suele cumplirse). A mí, personalmente, me parece un disco aceptable; estamos ante un buen debut en el que todo está cuidado hasta el más mínimo detalle.

No obstante, sí creo que su grandilocuencia y épica desmedida tienen un problema: cansa. A todos nos gusta disfrutar con una película épica de vez en cuando, pero hacer de ello nuestro día a día puede acabar por aburrirnos considerablemente. Por ello, The Golden Age es un disco para momentos especiales, es un disco para momentos de película.

Nota bandálica: 7

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