Escogemos los 50 mejores discos de 2016 para la redacción de Bandalismo
2016 se va entre los efluvios vaporosos de toda una oleada de músicos que han encontrado en el vaporwave y en el enlodado electrónico de su sonido su lugar de referencia. Cuando debutaron alt-J, cuando James Blake publicó Overgrown, cuando a Bon Iver todavía nadie le entendía y cuando Kanye empezó a deconstruir su sonido, ya avisamos de que se venía un cambio de paradigma. Y aquí está. Con el tiempo los tres últimos se han convertido en verdaderas estrellas de masas y a su estela ha venido algo que podría considerarse un movimiento. 2016 es el año del movimiento, el primero en el que los pasos hacia adelante se atisban con claridad, y el primero que se ha llevado por delante a muchos artistas previamente consolidados que no han sabido subirse al carro del futuro (sus discos no aparecerán aquí, pero los han sacado). Es mejor recordarlo por eso y no por haberse llevado por delante de una manera mucho más literal a grandes mitos de la cultura y el arte: David Bowie, Prince, Leonard Cohen, George Michael, Glenn Frey, Pete Burns, Paul Kantner, Rick Parfitt, Leon Russell, George Martin, Sharon Jones, Maurice White, Keith Emerson, Greg Lake, Nick Menza, Umberto Eco, Edward Albee, Elie Wiesel, Johan Cruyff, Gene Wilder, Kenny Baker, Carrie Fisher, Zsa Zsa Gabor, Alan Rickman, Vera Rubin… Sirva esto como sincero homenaje. Estos son, para la redacción de Bandalismo, los 50 mejores discos del año del movimiento…
[Nota: pinchando en cada portada se os abrirá el enlace del disco correspondiente en Spotify; al final podéis encontrar la lista completa, también en Deezer]
50.
Freetown Sound; BLOOD ORANGE
Dev Hynes continúa su línea azucarada de inspiración ochentera en un disco que se va a veces demasiado por las ramas y que puede no corresponderse con el hype que lo ha acompañado pero que encierra una lírica importante, comprometida y significativa para una comunidad negra justamente reivindicada. Incluye trayazos como ‘Augustine’ y ‘Best To You’, aunque en general divaga demasiado en una peligrosa insipidez pop.
49.
City Sun Eater In The River Of Light; WOODS
Un disco para escuchar sin prisas, de principio a fin, relajado… para degustar pausadamente y apreciar todos sus detalles. Tropicalismo, psicodelia, “buenrrollismo”, guitarras limpias y calmadas, llenas de detalles (que me recuerdan a Wilco, a My Morning Jacket o incluso a los Doors), lo-fi, esa voz de falsete de Jeremy Earl, desarrollos instrumentales que te teletransportan al hippismo setentero. Musicazos que para nada echan en falta a su bajista, un Kevin Morby que aparecerá algo más abajo en esta lista. Una de las sorpresas de este 2016 (y eso que no soy devoto de este estilo).
48.
Blossoms; BLOSSOMS
El sueño británico de la NME ya no se lo cree nadie, ni ellos mismos. Arctic Monkeys abandonaron el barco y todo lo que ha ido apareciendo de las cenizas que dejaron está muy cerca del one-hit-wonder; Blossoms son el último intento. Vamos a darles una oportunidad, sobre todo viendo los derroteros de Bastille o Catfish & The Bottlemen, crecidos estos últimos en una blandita reconstrucción de Oasis. O de The 1975, con un pop indietrónico confusamente ecléctico que no resiste la atención. Blossoms transitan con peligro terrenos semejantes, pero aportan algo de frescura con un estilo más electrofunk que recuerda a la new wave de New Order o Duran Duran.
47.
99,9%; KAYTRANADA
Con portada del español Ricardo Cavolo, este DJ canadiense nos presenta un disco donde hay guitarrazos funk, hip hop, RnB, pop, electrónica, jazz… colaboraciones de gente como Aluna George, Phonte, Badbadnotgood o el mismísimo Craig David. Disco perfecto para «banda sonora» de tienda de moda de cadena multinacional. Muy pop, muy dance… se me vienen a la cabeza Disclosure, Toro y Moi o incluso Daft Punk. De lo mejor de este año 2016 en cuanto a baile se refiere, sin duda. Posee auténticos hits como ‘Weight Off’ o ‘Together’… Recomendado en cualquier fiesta que se precie, si quieres hacer bailar a tus colegas.
46.
Lewis Del Mar; LEWIS DEL MAR
El debut de Lewis Del Mar, dúo neoyorquino formado por Danny Miller y Max Harwood, supone un interesante y fresco paso adelante en la línea del cruce del folk electrónico y el RnB que están llevando a cabo nombres como Jack Garratt, Hozier o el artista antes conocido como Chet Faker. Su sonido está asentado en los juegos de percusión, heredados del trip-hop y el hip-hop, en la ambientación folky y en el sampleado, llevando todo el peso de una melodía claramente pop y chocantes programaciones electrónicas.
45.
We Move; JAMES VINCENT McMORROW
En Post Tropical ya encontramos tímidos arreglos electrónicos adornando la sensibilidad folk de James Vincent McMorrow, pero We Move soprende con una explosión sintética que cubre por completo la organicidad naturalista que esperábamos del irlandés, que reconoce sin embargo estar ante su disco más personal y descarnado. Hay una continuación estilística de la línea de Garatt o Faker en el gusto por los arreglos de RnB y los ritmos de hip-hop, pero sigue destacando por una sensibilidad implosiva que mantiene el conjunto siempre a una gran altura lírica.
44.
Nothing’s Real; SHURA
Lo de Shura es pura fascinación. Lleva enamorándonos desde 2015 con singles fantásticos en los que exploraba todas las posibilidades del dance pop, coqueteando a veces de cerca y a veces de lejos con la electrónica comercial. En su debut en largo, al final, vemos recogido todo ello, pero sobre todo vemos explotar a una artista que sigue la línea reverberada y groove de Haim o Haerts pero que a veces sorprende recordando a la primera Madonna.
43.
Teens Of Denial; CAR SEAT HEADREST
Que estamos asistiendo a un evidente relevo generacional a día de hoy ya no se atreve a dudarlo nadie. La «Generación Y», los millennials están dejando de ser personitas denostadas -por haberlo tenido todo demasiado fácil (¿?)- por el rencor de los adultos crecidos en la consolidación de la esclavizadora maquinaria neoliberal. Mentira. Tenerlo todo es cada vez más sinónimo de no tener nada. Pero sí tenemos al final una generación de jóvenes preparados, vividos, currados y viajados que conocen la crisis desde dentro y a todos los niveles -más material y de valores, filosófica, espiritual y conceptual- y que busca en las nuevas tecnologías la oportunidad de reformular su propia cosmogonía. Es en este contexto en que puede surgir la urgencia descarnada de Car Seat Headrest. El proyecto ya definitivo de Will Toledo arrancó de forma absolutamente independiente a través de Bandcamp y ganó relevancia gracias a las redes sociales. El pasado año firmaba con Matador y recopilaba su trabajo solitario, concebido bajo la ética del do it yourself, en Teens Of Style, regrabándolo y con banda. Ahora, Teens Of Denial representa el primer largo propiamente dicho del grupo como tal y reluce gracias a un sucio revestimiento de sus melodías y fórmulas pop. Un sonido lo-fi escacharrado, rabiosamente fresco y auténtico que puede acabar significando la enésima resurrección del rock que sirve de inspiración a una nueva generación. Escribir el nombre de Toledo tras los de Tom Verlaine, Kurt Cobain o Julian Casablancas podría ser no tan descabellado.
42.
Fixion; TRENTEMØLLER
Fixion es esencialmente un álbum bipolar que muestra las dos facetas de Trentemøller perfectamente entremezcladas: la de productor, electrónico, palpitante y abandonado a la pulsión opresiva del darkwave; y la de compositor, con temas vocales de marcado carácter post-punk y atmósferas densas y ruidistas heredadas del shoegaze y del post-rock (ahí está Jenny Beth reconvertida en diva; Trentemøller también ha participado en la segunda referencia de sus Savages). Todo se concentra para dar sucesión y ritmo a un conjunto totalmente paisajístico que transporta a gélidas tundras y a la soledad del azote del frío, que es capaz de recurrir a la ansiedad sintética de Oneohtrix Point Never y a la espiritualidad cósmica de Kiasmos y que convierte a su autor en uno de los referentes más sólidos de la nueva organicidad electrónica de los países nórdicos de Europa.
41.
III; MODERAT
La tercera entrega del milagro llamado Moderat da un paso adelante en introspección pero también en claridad, y presenta al trío berlinés de una forma mucho más accesible y orientada a la canción. Quizás no sea el terreno que mejor les sienta y echemos de menos los dejes más techno de los anteriores trabajos, pero sí han continuado en la línea oscura y profunda de II, han reforzado los densos paisajes sonoros, cada vez más heredados de la ambientación industrial sutil de Burial, y han vuelto a dar cuerpo a un álbum delicioso, reposado, inquietante, misterioso y preciso que si algo consigue poner de manifiesto es la capacidad de Moderat para atrapar la textura del sonido. Para atronarte con el roce del aire con la seda.
40.
Mangy Love; CASS McCOMBS
Cass McCombs realiza en su primer trabajo con Anti- un repaso a los recursos de toda su carrera, desde el folk lánguido a un rock más tradicional y coqueteando siempre con fórmulas pop más ensoñadoras. Pero lo más destacable es que lo hace sin perder demasiado el ritmo en ningún momento.
39.
Nattesferd; KVELERTAK
Kvelertak no son una banda de metal normal. Venidos de las profundidades de Noruega, pueden ser el acto heavy más interesante de la actualidad, con un estilo personalísimo que adquiere solidez y madurez en este nuevo trabajo. Velocidad y rebeldía punk, riffs de hard rock que recuerdan a Van Halen, decibelios a cascoporro y un machete de guitarras que refresca el género sintetizando lo mejor de sus mejores años. Entran ellos en la lista por el lado del metal, pero mención especial merecen también Gojira, con otro álbum arrollador.
38.
Boy King; WILD BEASTS
Wild Beasts continúan aquí la línea iniciada en 2014 hacia un pop menos barroco y más sintético y electrónico, pero esta vez le restan terciopelo y le aportan más músculo, en parte gracias a un mayor protagonismo de la guitarra. No es lo que esperábamos de ellos tras el superlativo Present Tense, pero sin duda es un buen disco, con buenas melodías y con un estilo que a veces se acerca a Muse y a veces a los últimos alt-J.
37.
Jumping The Shark; ALEX CAMERON
Alex Cameron llevaba peleando por darle salida a este Jumping The Shark desde hace un par de años pero solo el pasado consiguió atraer la mirada del sello Secretly Canadian, con el apoyo de los cuales ha logrado este el reconocimiento merecido. El músico australiano hace gala de una estética creepy y de una presencia extraña en el escenario, con solo él y su mejor amigo saxofonista sobre el escenario, pero su sonido maneja muy bien y siempre desde un ángulo minimalista y electrónico el equilibrio entre referencias tan gigantes y dispares como el Bruce Springsteen de Born In The USA, el Will Butler de ‘Anna’ y Moderat. Por el camino deja, además, hitazos como ‘Happy Ending’, ‘The Comeback’, ‘Take Care Of Business’ y, sobre todo, ‘She’s Mine’.
36.
Summer 08; METRONOMY
Josh Mount ha hecho este disco prácticamente por su cuenta. Funcionando como una segunda parte de Nights Out, recupera su sonido de cacharrería y el protagonismo de las líneas de bajo, pero lo envuelve todo del pastiche disco que heredan de Love Letters. Un chicle para los oídos.
35.
Preoccupations; PREOCCUPATIONS
Preoccupations pueden haber perdido su nombre (antes se llamaban Viet Cong; los recordarán si estuvieron en la Sala Apolo durante el Primavera Sound de 2015) pero ni un ápice de su intensidad. Atmósferas opresivas que beben del post-rock con un oscurantismo post-punk y un motorik marcado por la angustia y la ansiedad pero con una ligera brizna de pop alumbrada por los sintetizadores. Entre Swans e Interpol, unos infalibles.
34.
Close Eyes To Exit; KLANGSTOF
Su downtempo delicado recuerda a veces a alt-J y a veces a Radiohead. Y a veces a ninguno de los dos. Otras se acerca a terrenos más vinculados al vaporwave y al post-pop. El resultado es un disco excitante, brillante y onírico que se maneja perfectamente intercalando melodías y ritmos más concretos y pop con pasajes contemplativos. Uno de los debuts, de largo, más estimulantes del año.
33.
Moth; CHAIRLIFT
La fórmula de Chairlift parece más incisiva que la de, por ejemplo, Local Natives, por nombrar alguna de las bandas que se han venido a sumar a una oleada newwavera de revitalización del synthpop más brillante. Pero se queda a veces cortó en sus ideas, plástico de más y demasiado kitsch, alejándose de la intensidad melódica de Chvrches (que podrían actuar como referente). Brillan los teclados y las guitarras pero falta el definitivo paso de riesgo que termine de cumplir las expectativas puestas en el dúo de Brooklyn.
32.
Nonagon Infinity; KING GIZZARD AND THE LIZARD WIZARD
King Gizzard y compañía han hecho seguramente uno de los discos más locos del año. Pura psicodelia fuzzy y ruidosa que se va directa a los 70 tanto como se arranca por el multinstrumentalismo medieval. Así, logra una abstracción punkarra que nunca pasa de moda y que esta vez además incluye tintes western y fronterizos inspirados por Calexico. Todo un caleidoscopio que puede constituir el trabajo más accesible de los australianos y que se agradece a falta de un Ty Segall o de un disco verdaderamente consistente de Thee Oh Sees. Fijaos si están locos que han anunciado que el año que viene publicarán cuatro discos…
31.
Konnichiwa; SKEPTA
Da gusto ver de vuelta a Skepta. Sobre todo, da gusto ver que no ha perdido nada del rollo grime que ayudó a revitalizar hace unos 5 años, heredero de Dizzie Rascal. Sigue sonando fucking british y sigue zurrando a la autoridad, a la policía, al gobierno y a las redes sociales. Pero más, da gusto verle hacerlo con un disco más en onda de lo que parece, con secciones trap, dancehall y gospage, y con intentos que recuerdan a la melodiosidad cansada de Drake.
30.
Anti; RIHANNA
Rihanna puede ser la artista POP más avanzada de su clase. Todas las grandes divas acaban haciéndose hueco en las nuevas corrientes de moda en un intento de convertirlas en suyas a base de talonario y de escuchas en el aire. Pero Rihanna suele ser la primera. La primera en subirse al carro del EDM con Calvin Harris, la primera en seguir la estela de un nuevo RnB enlazándose a artistas como Drake. La primera en dar visibilidad masiva a un estilo underground que en este 2016 ya ha conseguido conquistarlo todo.
29.
Is The Is Are; DIIV
El pecado del segundo disco de DIIV es su descomunal extensión que, unida a la concreción estilística de la banda de Cole Smith, hacen de él un trayecto a veces demasiado tedioso. Una pena no haber tirado de tijera porque el disco tiene una sección de temas espectaculares en los los que continúan desarrollando todas las posibilidades de su dreampop de guitarras convirtiéndose quizá en la referencia más clara del género. Se expanden, se rodean de cascadas de notas brillantes y cantan con los ojos cerrados, como extasiados por la belleza de su propio sonido.
28.
The Bride; BAT FOR LASHES
Natasha Khan ha tratado de mantener siempre su música en conexión con otras expresiones más explícitas de arte, apostando por lo conceptual y trasladándola al directo en forma de performance. The Bride no es una excepción y orbita sobre la historia de una especie de novia a la fuga, con sus dudas, sus celos, su altar, su culebrón amoroso, etc, y aunque por todo ello el tono general del álbum es reflexivo, denso y profundo, está ligado con maestría y encierra pasajes tan apasionantes y musculares como ‘Sunday Love’.
27.
Untitled Unmastered; KENDRICK LAMAR
Quizá no sea un disco como tal. Untitled Unmastered recoge una serie de grabaciones realizadas durante los años de grabación y producción de To Pimp A Butterfly, esa obra maestra que se sacó el mejor rapero del mundo el año pasado para sentar cátedra sobre el hip hop que se avecinaba. Tampoco es un disco de caras B ni un disco de descartes. Son simplemente sermones espontáneos o reflexiones ligeramente elaboradas, ideas de canciones con dos vueltas en vez de treinta y dos y que muestran al Kendrick más rudo y sin procesar, demostrando que cualquier cosa que se le ocurra es susceptible de convertirse en ideología. Un ejercicio de metasinceridad.
26.
A Seat At The Table; SOLANGE
La sutileza de Solange, la hermanísima de Beyoncé, es quizá su mejor virtud, facturando un RnB reposado que se hace grande sobre su voz y su poderío melódico, rodeándose de pocos elementos en un estudiado minimalismo. Sobre esta base, la pequeña de las Knowles habla sobre reconquista intelectual, expone sus manías y las convierte en metáforas del racismo que puede llegar a soportar la gente negra (traducimos black people) en EEUU, dando como resultado un álbum profundo en fondo y forma, siempre político y a ratos vanguardista.
25.
Views; DRAKE
Drake ha sido uno de los personajes del año, y así se lo reconocimos nosotros concediéndole el top 1 en nuestra lista de canciones de este 2016. Además de mantener en alto el nivel alcanzado con ‘Hotline Bling’ y de haber publicado un disco que ha dormido en las listas de todo el mundo, se ha alzado con el título de artista más escuchado en Spotify y ha hecho de su alianza con Rihanna un negocio millonario. Él va de modesto para codearse con los reyes West y Lamar pero lo cierto es que está resultando tan influyente como ellos, hasta el punto de convertirse en la piedra angular de todo un movimiento, con su cándido dramatismo y su cannábica melodiosidad. El mensaje, además, va en consonancia con el resurgir ideológico de la nueva derecha norteamericana.
24.
The Wilderness; EXPLOSIONS IN THE SKY
Explosions In The Sky experimentan con las cajas de ritmos y con paisajes de programación electrónica para levantar su post-pop etéreo. También se rodean de cuerdas y de elementos que inspiran organicidad y apuntalan un sonido aéreo, escapista, suave, relajante y onírico, casi cercano al chillwave. Interesantísimo paso adelante.
23.
Tired Of Tomorrow; NOTHING
No me imagino a Nothing compartiendo cartel con cualquier compañero de su sello de metal extremo (RELAPSE)… ¿o sí? Etiquetarlos como noise o shoegaze es quedarse corto. Nothing son mucho más, intensidad guitarrera, sufrimiento y depresión, contundencia, melodía en medio de toda esa distorsión y base machacona. Suenan a Life Of Agony, a los Deftones más experimentales, pero también a The Pains Of Being Pure At Heart y a My Bloody Valentine…Mucho más melódicos y accesibles que en su anterior Guilty Of Everything. Discazo de este 2016 para escuchar sin prejuicios.
22.
Blue Wave; OPERATORS
Operators debutan con un largo en el que los sintetizadores son el arma principal y que rezuma 80s por todos lados. Asentados en una especie de new wave histriónica, facturan un dream pop melódico cargado de singles potenciales y que nunca termina de dejar fijos los pies en el suelo, expandiéndose con la seguridad propia de una banda que tendrá mucho que decir.
21.
Starboy; THE WEEKND
Abel Tesfaye ha demostrado tener un peligroso gusto por trabajar bajo presión y tener muy claro lo que quiere. Son dos de las razones que hacen grande este tercer trabajo, pero hay alguna más, empezando por venir tan precipitadamente tras el éxito de Beauty Behind The Madness el pasado año (que podría haberse estirado bastante más) y terminando por el hecho de quitarse con tanta elegancia el marrón de renovar el RnB que le colocaron a The Weeknd tras ‘Trilogy’ y que parece que no le hacía mucha gracia. Quedando esa responsabilidad en manos de gente como Miguel o Frank Ocean, Tesfaye se asesina a si mismo, renueva su piel y su imagen (sobre todo su corte de pelo) y se lanza a hacer un disco de pop sin excesos (salvo esperpentos puntuales como ‘False Alarm’) y que le muestra de forma honesta artísticamente. Pero lo más importante de todo, que renuncia a los hits (si no es un hit ya ‘Starboy’) pero mantiene un tono general más elevado que puede convertirlo en el intento más concreto y directo de The Weeknd.
20.
Coloring Book; CHANCE THE RAPPER
Vaya por delante que es fácil que Coloring Book pase ya a la historia por ser la primera mixtape y no álbum como tal que ha entrado en la pelea por los Grammy, y porque incluso es posible que se lleve algún premio gordo. Desde luego, lo vale. Surgido en pleno éxtasis creativo del género, Coloring Book se aparta del compromiso político y trascendental de otros iguales para hacer de lo cotidiano lo verdaderamente relevante, acercándose a la emocionante introspección de Frank Ocean. También recoge toda la espiritualidad de Kanye West, amigo y colaborador, a través de la inclusión de elementos clásicos, de raíces gospel y de una sincera exaltación de la fe, pero sobre todo le reverencia reconstruyendo todo su universo musical. Coloring Book no viene para cambiar las cosas ni para servir de estandarte a revolución alguna pero sí aprovecha todas las virtudes del momento que atraviesa el género para narrar de una manera única e irresistible.
19.
Puberty 2; MITSKI
Lo más apasionante de Mitski es que es capaz de tontear con la electrónica para engañarte completamente. Realmente encierra un torrente de sonido con mala leche que llega a estallar con intensidad punk en algunos momentos, en un noise destartalado y brutal. La voz hace equilibrios entre Angel Olsen y Sharon Van Etten, y el conjunto general parece tan auténtico como una especie de moderno In The Aeroplane Over The Sea (alabados sean Neutral Milk Hotel).
18.
Light Upon The Lake; WHITNEY
Los californianos Whitney suponen un soplo de aire fresco para el tan manidísimo indie pop. Su sonido suave y aterciopelado, tan cheesy, tan jazzy y tan chill, se ha convertido en uno de los principales hitos del pop internacional, con reminiscencias de los Beach Boys y una victoria en el Primavera Club en su palmarés. Sus fundaderos no son del todo desconocidos: Max Kakacek, ex guitarrista de Smith Westerns, y Julien Ehrlich, batería de Unknown Mortal Orchestra.
17.
Pool; PORCHES
El que esté mínimamente familiarizado con el debut independiente de Aaron Mine como Porches se sorprenderá notablemente con este Pool que supone su entrada en una major como Domino. Del folk de autor de entonces al vaporwave de ahora hay un abismo, el mismo que se nota en la depuración de la forma y el concepto. Pool se comporta como un conjunto reposado de bailable melancolía apoyado en sintetizadores oscuritos y un inteligente minimalismo que deja todo el protagonismo en las sutiles líneas de bajo. Una atmósfera acuosa, vaporosa y etérea rodea un álbum que se mantiene siempre suspendido con delicadeza, flotando ingrávido a merced de las corrientes que lo impulsan.
16.
Blond; FRANK OCEAN
Que la enorme lista de productores de relumbrón que abrazan el esperadísimo regreso del pródigo Frank Ocean no lleve nunca a engaño. Ninguno llega a deslucir un ápice de su estilo y personalidad, lo que es a todas luces un logro destacable. En este Blond —Blond(e) o Blonde—, el rapero sigue la estela de grandes estrellas como Drake y Kanye West pero obviando cualquier excentricidad, tópico o vulgaridad. Ocean se abre en canal a través de letras reales y contundentes que hablan de amor, de presión, de familia, de ego, de objetivos, de drogas, de inspiración, de éxito y de fracaso y que exploran los recovecos de su alma envueltos en un hip-hop adelantado y en un RnB delicado y latente que se pone al servicio del descarne general.
15.
Not To Dissapear; DAUGHTER
Una de las grandes noticias que vienen con Not To Dissapear, el sofomoro de Daughter, es que los de Londres siguen sonando a sí mismos, y siguen por tanto haciendo gala de una escalofriante sensibilidad y de una propuesta 100% reconocible. La otra es que con la caja hecha con el debut han arriesgado y profesionalizado su sonido, apuntalándolo con varias capas y situándose en el epicentro de un triángulo formado entre las tensiones de The xx, Sigur Rós y The National. La voz de Elena Tonra sobrevuela en sutil suspensión unos paisajes cada vez más vastos y fríos, yermos, construidos con la naturalidad orgánica y vibrante de los islandeses y que se expanden al calor de unas guitarras abrasivas y escapistas que beben de los hermanos Dessner. Pero también incluyen profundas y oscuras programaciones electrónicas que golpean con la intensidad del latido de la propia naturaleza, del rumor de las honduras del alma. Nada se ha perdido además de la lírica devastadora ni de los elaborados fraseos, que juegan con las palabras en un baile emocionante.
14.
My Woman; ANGEL OLSEN
Angel Olsen se gradúa definitivamente en esto de la música a la segunda con un My Woman en el que sobre todo explora y ensalza su condición de mujer a través de un rock sincero y visceral apoyado en una lírica cruda y emocionante. La portada, desde luego, no es casual. Su voz suena mucho más madura y consistente que en Burn Your Fire For No Witness, y sobresale ahora por ocupar su lugar entre la quebradiza sutileza de Sharon Van Etten y la aspereza rock de Stevie Nicks o PJ Harvey, manteniendo siempre una ruda y sensual feminidad heredada de Dolly Parton.
13.
Skin; FLUME
El joven DJ y productor australiano se convirtió en uno de los adalides de los nuevos tiempos con un primer trabajo que, utilizando su propia estética como metáfora, le presentaba como el comandante de una nave hexagonal en la que estaban contenidos todos los sonidos marca de la casa, los que al final le caracterizan con tanta personalidad. Ahora, con Skin, esa nave toma tierra y expande sus tentáculos por toda la superficie de un nuevo planeta extraño y fantástico. Bienvenidos al universo de Flume, que se presenta lleno de organicidad y dibujando una naturaleza de acero. Pequeños insectos de metal cortan el aire con su férreo aleteo, serpientes de hierro reptan entre las hojas de cuchillo, las flores consiguen crecer y contorsionarse pese a estar hechas de módulos retráctiles de titanio. La belleza de articular de forma natural todo un engendro robótico y electrónico.
12.
Love & Hate; MICHAEL KIWANUKA
Kiwanuka se ha convertido por derecho propio en la última revelación del soul británico gracias a su voz cercana a Otis Redding. Con su sofomoro escapa de los clichés estilísticos de su productor, Danger Mouse, y los utiliza en su beneficio, generando una atmósfera incendiaria y psicodélica que enlaza a los últimos Pink Floyd con los últimos Black Keys.
11.
Blackstar; DAVID BOWIE
David Bowie dejó conscientemente este testamento pocos días antes de morir. En él reflexiona sobre la muerte y su significado, sobre la brevedad de la eternidad de las cosas de la vida. Sobre la fama, sobre el reconocimiento, sobre la familia y sobre el amor. Sobre todo lo que importa. Sobre finales. Y todo ello deambulando sobre una música de corte expresionista, casi jazzística, expresiva y simbólica. Una vez más el Duque Blanco hermana su carrera con el arte de vanguardia y una vez más deja un álbum digno de estudio por todas las aristas de su significado. El Camaleón se marcha haciendo de su propia partida la obra de arte. Enorme despedida del que ha sido, probablemente, el último gran artista de todos los tiempos.
10.
You Want It Darker; LEONARD COHEN
El que al final ha acabado convertido en el testamento involuntario de Leonard Cohen es una prueba más del magnífico momento creativo que atravesaba el forastero canadiense antes de dejarnos, firmando algunos de los momentos álgidos de su carrera. Aquí se rodea de un clasicismo emocionante para firmar un trayecto oscuro, reflexivo y compungido, incendiado por una orquesta sinfónica y con poco espacio para la luz. No lo queríamos tan oscuro, maestro.
9.
Sirens; NICOLAS JAAR
Nicolas Jaar se enfrenta en su segundo verdadero largo de estudio con su propia sombra. Sigue haciendo crecer su estilo oscuro y crepitante, sus atmósferas densas y profundas y su ambientación psicodélica, pero también recurre a elementos más dance, como en ‘No’, donde además canta en castellano recordando a todos su origen chileno y proclamando la influencia de Arca. Tambien recrea como pocos, he aquí ‘The Governor’, el sonido de una Berlín del futuro, entre el techno y la danza intelectiva. Una obra de arte que hace viajar al cerebro por cada músculo del cuerpo pero que, sobre todo, está asentada sobre una música que parte de lugares concretos para irse a terrenos oníricos inexplorados, siempre nublados por una tormenta de electricidad.
8.
Singing Saw; KEVIN MORBY
Kevin Morby me recuerda mucho al Destroyer de 2015. Puede que porque tenga en Singing Saw una canción así titulada, o porque ambos representen escapadas en solitario de músicos en bandas reputadas, o porque ambos vengan respaldados por el sello Dead Oceans. El caso es que Kevin Morby, ex bajista de Woods, está empezando a dar en el clavo de lo que pretende musicalmente: un rock inspirado en los 70 y que se acerca a las raíces folk de Bob Dylan y a la oscuridad narrativa de Leonard Cohen, como queriendo emular a los grandes trovadores, pero que se incendia en pop barroco, engolándose con vientos y recordando a otras bandas de la escena canadiense como Arcade Fire o (¡vaya!) The New Pornographers, la banda en que milita Destroyer… por eso me recordará.
7.
Adore Life; SAVAGES
Savages han mejorado si cabe el trabajo de su debut con un Adore Life que consiste en una melancólica y agónica exaltación de la vida y del amor. Siempre desde el punto de vista invasivo y rabioso que defienden las británicas. Desde un noise pesado y agresivo y una marcialidad kraut y post-punk que las conectan con Joy Division o Siouxsie & The Bansees. Jenny Beth lidera el conjunto con gravedad, con desgarro, con aires vocales de Patti Smith y dotando al conjunto de la urgencia necesaria para convertirlas en un gancho directo a la mandíbula.
6.
The Colour In Anything; JAMES BLAKE
El sonido de James Blake adquirió en 2013 la condición de hito. Se convirtió de pronto en historia de la música gracias a un disco avanzado a su tiempo y a un single tan demoledor como ‘Retrograde’. Entonces hablábamos de una revolución, de un cambio de paradigma. Hoy el tiempo nos da la razón, o mejor se la da a James Blake (y a Justin Vernon o Kanye West, búsquenles más abajo) y tenemos a cientos de artistas rodeándose de la densidad trap que envuelve el soul de James Blake. The Colour In Anything ya no adelanta nada, pero sí asienta el vanguardismo de Overgrown y lo convierte en realidad. James Blake no es una carambola del azar.
5.
Skeleton Tree; NICK CAVE & THE BAD SEEDS
Nick Cave exorciza en este trabajo los demonios de la muerte de su hijo. Con dolor, con abatimiento, con serena filosofía enfrenta Cave este traumático suceso, ennegreciendo aún más su sonido. Y lo hace frente a unos Bad Seeds minimizados que solo aparecen por fragmentos rodeando el piano del cantante maldito con sonidos intensos, desgarradores, invasivos. Unos sintetizadores inflamables, unos violines que arañan, un bajo pesado, unos coros funerales. Nick Cave y sus Bad Seeds le han dado forma al sufrimento.
4.
22, A Million; BON IVER
Justin Vernon sale de su enésima depresión repitiendo el mantra «it might be over soon«. Todo se acaba, lo bueno y lo malo, y en torno a esa idea de dualidad sobre el concepto de fin se estructura este trabajo adelantado a su tiempo que conecta al hombre con el espíritu de la naturaleza y de la máquina, con su propia identidad. 22, A Million es un disco hecho de principio a fin para ensalzar los valores de la música y de sus capacidades empáticas, éticas y patéticas. Es un carillón que encierra en sus cilindros al gato de Schrödinger y lo despliega en un universo infinito de probabilidades. Son apenas 40 minutos de bosques, de lagunas, de montañas, de pájaros y de nubes mirándose en el reflejo del sol. Es Vernon volviendo a salir de su eterna depresión de luz y color y atacando al alma por los cuatro costados: “esto se acabará pronto”… la vida, el dolor, todo es susceptible de acabarse, y en el propio concepto de final está su ambivalencia. Es Vernon recogiendo la ansiedad de la conciencia colectiva. Haciendo del amor por la vida y cada brizna de aire que nos rodea el verdadero sentido de estar todos juntos aquí, compartiendo cada lágrima de lluvia: “22” es la metáfora de la eterna dualidad.
3.
A Moon Shaped Pool; RADIOHEAD
Radiohead han tirado de archivo para este trabajo, es cierto, pero la masterización de los temas es absolutamente novedosa y presenta a los de Yorke meditando sobre si mismos para reconstruirse, extrayendo la mejor versión actual del estudio de todas sus versiones previas. Espectacular. Además, han reforzado su relevancia apoyándose en una extensa gira mundial que aún continuará en 2017 (liderarán Glastonbury entre otras cosas) y que ha puesto de manifiesto que por pocos pasa el tiempo tan imperceptible como por Radiohead tanto como el descomunal estado de forma de la banda de Oxfordshire.
2.
The Life Of Pablo; KANYE WEST
The Life Of Pablo es un disco personal. Reflexivo e introspectivo, mucho más después de la expansividad de Yeezus. En él, Kanye se presenta como San Pablo, como un pecador reconvertido, como un vocero de Dios, más humano que cuando directamente le suplantaba. West es ahora, más que nunca, el más poderoso de los mortales. Con él queda claro que EEUU demuestra tener una sensibilidad especial para la música, convirtiéndola de verdad en una de las artes más socialmente significativas, con importancia contextual e histórica. El mensaje encerrado en The Life Of Pablo trasciende lo personal, lo meramente artístico, lo intelectual o lo estilístico y adquiere una dimensión sub specie aeternitatis. Kanye difunde las ideas de una revisión religiosa porque, como San Pablo, ha visto la luz, y se convierte (y cada vez menos parece algo hecho de acuerdo a su voluntad -«Padre, hágase tu voluntad», que dijo uno-) en el Mesías que el mundo estaba esperando. En el que el mundo tenía fe. Ahí está ‘Ultralight Beam’. Kanye como pastor de la fe, con una mesianidad nada impostada y amparada en una magnética y genial aura de personalidad.
1.
Hopelessness; ANOHNI
Anthony Hegarthy ha ido superando sus conflictos de identidad sexual respaldado por The Johnsons y recreándose en un estilo clásico, emocionante y sutil engrandecido por lo espectacular de su voz. Pero ha sido ahora cuando, empujado por el hecho de haber aceptado definitiva y formalmente su condición sexual y cambiado de sexo, ha dado el salto en solitario con su nuevo nombre, Anohni. Para ello se acompaña a la producción de la épica electrónica de Hudson Mohawke y de la pulsión intelectiva y oscura de Oneothrix Point Never, facturando un producto denso y ampuloso que sin embargo puede que encierre el intento más accesible del genio británico.
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