Mi teoría de que Matt Bellamy es un vampiro va cada vez mejor encaminada.
Entre que no le he visto moreno nunca, que tiene problemas para socializarse con el común de los mortales, que hace bandas sonoras para los de su especie y que chupa sangre tan descaradamente, pues… Parece que todo encaja perfectamente.
Pero mire usted, si lo hace tan bien, lo de ser un vampiro, lo de chupar la sangre, que la chupe.
Todo en la construcción de Muse ha sido una constante vampirización. Desde la de Radiohead a la de U2, pasando por las de Queen, Depeche Mode, la electrónica y el metal. Como un mosquito, como un dron en su sentido más biológico. Un murciélago musical.
Con muchos rostros. Demasiados. Tantos que lo convierten en un ente indefinible con una masa de fans tan indefinible como ellos. Si Muse hace pop, les gusta el pop; si Bellamy se deja melenas, ellos se las dejan; si les mola el dubstep, ahora el dubstep mola y el heavy ya no es de macarras, si los de Matt Bellamy hacen heavy.
Y ante este panorama de presión (nótese el juego de palabras), tras unas críticas de The 2nd Law divididas entre la alabanza y el escarnio público y con la mutabilidad por bandera, los Muse responden pasando de todo con Drones, apartándose de corrientes y modas y dejando de lado referencias de actualidad.
Drones será mejor o peor, habrá para todas las opiniones, pero ante todo los termina de solidificar y los convierte en una piedra inamovible de la historia del rock. Porque, después de 20 años y 7 discos, por fin encontramos a Muse buceando en Muse y, a base de relacionar, podemos separar toda la paja, toda la sangre ajena, y toparnos de frente con lo que son de verdad.
Siguen vampirizando, pero es que ese es uno de sus sellos: ‘Reapers’ podría ser una carrera a muerte entre AC/DC y Metallica; ‘Aftermath’ empieza en Scorpions y termina en Queen, que están presentes en toda ‘Revolt’; el solo de ‘Defector’ parece sacado de un disco de Steve Vai y ‘Dead Inside’ se proyecta a la manera de U2.
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Sí. Pero parte de ‘Map Of The Problematiquè’, igual que ‘Psycho’ lo hace de una outro en directo de ‘Stockholm Syndrome’ que está recogida en H.A.A.R.P. ‘Mercy’ suena como si sacas un tema de The 2nd Law (¿‘Follow Me’?) y lo normalizas, le restas las bases electrónicas y lo arreglas con un riff de rock.
El final de ‘Aftermath’ recuerda a ‘Invincible’ y conecta sinfónicamente con una ‘The Globalist’ que – obviando el guiño a la épica spaguetti-western de Ennio Morricone con la que ya coquetearon en Black Holes and Revelations – se acerca a los excesos casi operísticos de The Resistance.
¿Qué es Muse? ¿Y tú me lo preguntas? Muse eres tú.
No, en serio. Son una gran banda que no sabe hacer malos discos y que puede presumir sin tener que avergonzarse de su megalomanía y su multipolaridad.
Son exceso, son melodía, son pegada, son subidones y épica desatada, son progresivos, son sinfónicos y son espaciales. Y Bellamy está muy mal de la cabeza. Mal-bien, a ver si me explico.
Vaya, que lo escuches. Tú, sí, tú, que les has criticado cuarenta veces. Que es un buen disco. Que son Muse, ¿cómo no va ser un buen disco? Estoy hablando con un espejo, no os preocupéis. Pues eso.
Nota bandálica: 7