Repasamos las 10 mejores canciones de Coldplay con motivo de su inminente doble visita al Estadio Olímpico de Barcelona
El recorrido de Coldplay es ya extenso y se distribuye a lo largo de dos discos enormes, tres bastante buenos y dos intrascendentes y testimoniales, pero sobre todo a lo largo de ya 20 años de carrera recorridos por temazos incontestables y por noches épicas y legendarias que pasarán a la historia de la música y que se codean en la élite de los directos, como las grandes noches de Muse o de U2.
Hay muchas bandas que siguen la peligrosa estela de la banda de Bono y The Edge. A finales de los 90, cuando Nirvana, Radiohead, Oasis y Blur ostentaban el cetro de mejores bandas del planeta, prácticamente nadie se atrevía siquiera a desafiar la pirotécnica presentación de U2. Tendríamos que esperar a Muse y a Coldplay, que rápidamente se decantarían por la masificación, por la pompa, por los estadios y por los grandes conciertos de antaño. ¿Que las circunstancias del sector han cambiado? Pues las recambiamos nosotros, debieron de pensar. Gracias a Coldplay se pueden ver en Europa espectáculos inundados de luz y aforos de más de 50.000 personas. Nadie olvidará nunca el llenazo de Glastonbury; mucho menos la noche del Stade de France, en septiembre de 2012. Nadie puede olvidar que ahora han acabado las entradas de dos Olímpicos en Barcelona —la primera vez que el Lluís Companys de Montjuic verá repetirse un concierto— congregando por tanto a unas 120.000 personas. Que son históricos ya no puede discutirlo nadie.
Las cifras les abalan; también venden discos como churros. Dejan de valer ya consideraciones sobre calidad, sobre aciertos y errores, incluso sobre gustos y pareceres. Al final, Coldplay han superado y trascendido su propia sombra a base de un buen hacer musical que sigue vigente pese a la autocontemplación, el estancamiento creativo y la escasa combatividad estilística de sus integrantes. Se conforman. Sí, pero se conforman con llenar —reventar— estadios, con haber hecho un disco como Viva La Vida y con seguir sonando en todas las fiestas de entendidillos con las canciones del primer trabajo. No es poco, oiga. Seguir pidiéndoles avidez artística es loable pero inútil. Con lo que han hecho les vale, les vale a ellos y les vale a su público, que ya es prácticamente todo el público en general. Otra baldosa amarilla.
Tras haber pasado la hiperlumínica gira de Mylo Xyloto solo por la Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid, privándonos de verles en emplaces masivos, por fin volvemos a tener la oportunidad de disfrutarles en estadio. Esta vez multiplicados por dos. Seguro que será histórico. Para calentar motores, seleccionamos las 10 mejores canciones de Coldplay. Tranquilos, he obviado los dos últimos discos. Pero no es mal momento para recordar que lo que son ahora es producto de lo que fueron entonces, de lo que han sido siempre.
10. ‘Speed Of Sound’
A Chris Martin no le gusta pero a nosotros sí. ‘Speed Of Life’ se construye, como mucho de lo primero de Coldplay, sobre un sutilísimo pero pegadizo riff de piano sobre el que se descarga una preciosista tormenta de ruido guitarrero que encuentra en el muro sónico de Brian Eno y en algunos actos de dream-pop de los 90 su principal inspiración. Y sí, ellos mismos lo han reconocido varias veces y hasta se han avergonzado de ello: está asentada sobre la escala, sobre la profundidad, sobre la progresión armónica y sobre las baterías del ‘Running Up That Hill’ de Kate Bush. Buen tema para empezar a familiarizarse con la mejor versión de la banda de Londres.
9. ‘Trouble’
La primera gran balada de Coldplay, sostenida sobre un piano y una guitarra acústica y con un estribillo inundado en la ensoñación de un dream pop sin nada de noise. Lo que define la primera etapa de Coldplay, cascadas de sonido delicado y romanticismo exacerbado; pura sencillez y una melodía deliciosa. Y la voz de Chris Martin explotando su sinceridad en una letra minimalista en la que pide disculpas a un amor herido.
8. ‘Lost!’
Markus Dravs —ya hemos hablado muchas veces de él— había estado trabajando con Arcade Fire en la iglesia de Montreal de la que salió el apocalíptico Neon Bible. Mientras tanto, Coldplay negociaba con Brian Eno la producción de su cuarto álbum, por entonces Prospekt y luego Viva La Vida Or Death And All His Friends; se acercaba el invierno de 2006. Cuando el proceso de grabación de la troupé canadiense recaló en Londres, Dravs terminó siendo reclutado por Eno para embarcarse en el revolucionario proyecto de la banda de Chris Martin, enamorado del sonido que había conseguido con Arcade Fire —y quizá con algún espoleo por parte de David Bowie—. ‘Lost’ es la ejemplificación perfecta de este extraño pero maravilloso cruce de caminos: el wall of sound del legendario productor levantado con los órganos que Dravs había desarrollado con la familia Butler. Coldplay vinieron a hacer la revolución de la guerrilla urbana esgrimiendo los estandartes de la luz, la paz y el amor. Perdidos pero encontrados.
7. ‘Hurts Like Heaven’
La canción más groovy de Coldplay, un cañón directazo en el que las notas de piano y guitarra se entrelazan volando como pequeñas mariposillas y dibujan un estallido de color que contrasta con la voz introvertida de Martin y su melancolía brillante y positivista, que hace recordar rápidamente a Robert Smith de los Cure y al Bruce Springsteen de ‘Dancing In The Dark’. También a ‘All My Friends’, temazo de LCD Soundsystem. Los solos de guitarra son, además, de los ejercicios técnicos más virtuosos de la banda londinense. Abrió todos sus directos en la gira de Mylo Xyloto, y esperamos que no la olviden. Infalible.
6. ‘Paradise’
También de Mylo Xyloto, un álbum a veces injustamente vilipendiado —tiene cosas reprobables, sí, pero un sonido acojonante en general—, ‘Paradise’ representa a los Coldplay de la expansividad y de la liberación, los que cerraban el ciclo iniciado con Viva La Vida… pasando a una épica más programada, más sobreproducida y más común con el paso que Arcade Fire dieron en The Suburbs. Los «whoa-oa» del estribillo, los violines, el subidón progresivo y el colapso sintético que desata la explosión. Un incendio, los sintes saturados y el upbeat electrónico. Incontestable hit para reunir todas las virtudes de los Coldplay más comerciales.
5. ‘Viva La Vida’
Coldplay se reinventaron para su cuarto trabajo colaborando con Brian Eno. Quisieron alcanzar los estadios, y qué mejor manera de hacerlo que de la mano del productor que entregó la llave del mundo a U2. Eno les trajo el fuego, como hizo Mowgli con el Rey Louie; Markus Dravs, que andaba por ahí, les enseño a utilizarlo. El paquete venía con violines, con coros y con un espíritu revolucionario de guerrilla urbana inspirado en el siglo XIX, en las Gloriosas, en la Revolución Francesa del 48 y hasta en la rebelión de Riego y el Dos de Mayo. Como si hubieran visto demasiadas veces a la María Antonieta punky de Sofía Coppola. Llenos de luz, mensajeros de la paz y del amor, copian a Arcade Fire —aquí hay un artículo: no se entiende la evolución de Coldplay sin la banda canadiense— hasta en el concepto mesiánico. Pero los de Martin no pretenden destruir la posmodernidad ni levantar nuevas iglesias, sino hacer de la sangre brotes de rosas. ‘Viva La Vida’… si estaba dicho en el título. ¿Hay qué decir algo más?
4. ‘The Scientist’
Una canción sobre arrepentirse, sobre volver al principio, sobre rebobinar y enmendar los errores apoyada por un videoclip bastante dramático en el que Chris Martin va hacia atrás hasta el accidente en el que se mata con su pareja. La mejor balada de Coldplay, simple, sencilla, desnuda. Un lamento y una melodía que se mete a fuego bajo la piel y en la garganta, que corean cada noche en silencio amantes dormidos y que lloran corazones rotos. Con la segunda estrofa entra la batería, y los pelos se ponen de punta, y te abandonas a los falsetes. La fuerza contenida del tema lo convierte en uno de los mejores de su década, una verdadera obra de arte.
3. ‘Clocks’
Coldplay escucharon a Muse y debieron flipar; surgieron a la vez y compartieron orígenes, salieron de la escena alternativa británica de finales de los 90 y se nutrieron entre sí a base de distanciamiento. ‘Clocks’ está entre las influencias de The Resistance, igual que está inspirada en la melodía en ostinato y los pianos de Bellamy. Su riff central de piano en Mi mixolidio, en su día cabecera de TVE y uno de los más reconocibles de la historia, se desliza como un leitmotiv y sobre él se va construyendo un preciosista paisaje sonoro a base de guitarras y falsetes. No hace falta ni terminar lo que se dice, como ocurre en el estribillo, cuando Martin canta simplemente «You… are…» en bucle y henchido de amor. Ya está la canción para decirlo todo, y una imagen, en este caso un sonido, vale más que mil palabras. ‘Clocks’ es la mejor canción del mejor disco de los de Londres, un A Rush Of Blood To The Head que perfeccionaba el sonido del debut con escapistas paisajes de luz, de guitarras perdidas hacia el fondo y de espirales de un ruido blanco y aterciopelado, y que hacía pensar en una banda adorada por Chris Martin: Echo And The Bunnymen. Y no es la mejor canción de Coldplay porque, a veces, la lógica no puede imponerse; las que la anticipan en este podio son ya himnos de la historia de la música.
2. ‘Fix You’
Después de A Rush Of Blood…, X&Y resulta un disco introspectivo y continuista que no aporta grandes novedades y que termina suponiendo el estancamiento estilístico de una banda que buscó para sucederlo una reinvención casi total y sobre todo un cambio de enfoque. Por el camino dejaron ‘Fix You’, una balada perfecta que empieza en aguas reposadas, que se embarca en un mar bravío y que estalla desde dentro en una marea con la rabia de una guitarra incendiada y el mamporreo de las baterías. Pura épica, pura luminosidad, puro sentido ascendente y pura verdad emotiva. Un pequeña Odisea en la que Chris Martin se recrea en el regreso a su Ítaca y que en directo es tan arrolladora como un tifón. «Lights will guide you home, and ignite your bones, and I will try to fix you«. Un 10.
1. ‘Yellow’
Boyhood narra la historia de un chaval durante su crecimiento adolescente; un chaval que representa a cualquiera que haya nacido en los 90, un jovencito que ha crecido escuchando, entre otros, a Coldplay. Y ‘Yellow’ abre la película en una metáfora perfecta de cómo hizo lo propio la banda de Martin con el milenio. Esta es la primera gran canción emergida en la nueva generación perdida, la generación Y, esa que algunos llaman de los millennials. Por eso es tan grande, por su valor histórico. ‘Yellow’ es, además, probablemente uno de los actos de rock más destacables de Coldplay. Lo tiene todo: una gran introducción, una melodía cantable, una armonía brillante, un falsete cálido y un onírico crescendo que respira y vuelve a desatarse en la furia de una guitarra que ha dado razones de existir desde a Kings Of Leon a Band Of Horses, pasando por Mumford & Sons. La canción se ensueña en sí misma y en su lluvia de gotas amarillas; ahoga, moja. Y nunca deja de llover. La mejor canción de Coldplay, una verdadera maravilla y un delicioso regalo. «¡Eh!… mira a las estrellas. Están brillando por ti, y por cada cosilla que haces… están todas amarillas«.
Si has crecido en los 2000 les has visto nacer… les has visto triunfar, les has visto mutar, les has visto destruirse y reconvertirse de nuevo, les has visto arder y les has visto resurgir de entre cenizas, les has visto hacer y deshacer, les has visto transitar por el río a contracorriente de la música… y les has escuchado acariciar a la melodía como quien acaricia a una odalisca. Y sí. La música goza en su salón cada vez que en un altavoz retumba Coldplay, se deshace de gusto. La música celebra todos los días que Coldplay hayan venido a hacerla el amor durante ya más de 7000 noches.