¿Hay ganas o no hay ganas del nuevo disco de Florence + The Machine? Las mitigamos recordando sus 20 mejores canciones
Tres discos impecables, giras y conciertos contados por éxitos, un sonido personalísimo. Una banda comprometida y sólida como el acero comandada por la voz más arrolladora de su generación y una de las que más resuenan y resonarán por los ecos de la historia de la música. Una estética única y coherente consigo misma. Son algunas de las razones que han convertido a Florence + The Machine en una de las bandas más necesarias de los últimos 10 años, una de esas que a mi me gusta llamar baldosas amarillas. Una que dejará huella para siempre, que es principio y fin en si misma, llamada a definir el rumor de su edad y a ponerle banda sonora. Ese eco victoriano de Ofelia de Shakespeare, ese embrujo de bosque y de ninfa que entrelaza con gracilidad la poesía, lo barroco, lo sinfónico y lo acústico. Lo teatral y lo áspero. El agua… Esa intensidad, esa épica construida desde la desnudez.
Florence Welch y los suyos regresan este año con uno de los discos más esperados de 2018, el que será su cuarto trabajo y que vendrá a suceder al maravilloso How big, How Blue, How Beautiful. Parece que ya sabemos algunos detalles (la publicación del primer sencillo, la fecha de publicación del álbum y su título), pero como la espera se nos está haciendo eterna, hemos querido recordar por qué son tan grandes y seleccionar las que a nuestro parecer son sus 20 mejores canciones. Son tan buenos que no encontraréis aquí el estribillo perfecto de ‘Breaking Down’ ni la deliciosa simplicidad de ‘Delilah’ o de ‘Ship To Wreck’. Empezamos…
20. Howl
Empezamos suavecito con una canción que recoge varias de las ideas que luego van a verse magnificadas en otras canciones de su debut y en otros discos. La percusión nerviosa, el soul y esa lírica de cuento maldito, aquí escenificando un amor tóxico que empieza en ternura y acaba en obsesión, en aullido.
19. Seven Devils
Para Ceremonials Florence quería un sonido mucho más gordo que en su debut, más oscuro, más profundo, ritualístico y ceremonial. Pocos mejores ejemplos de oscuridad en su discografía que este exorcismo ritual de sangre y sufrimiento en el que Welch maldice como una bruja, sobre esos arreglos de cuerdas vibrantes y sin concierto, pura tensión, y el piano diabólico de Isabella Summers. Tus gritos son música para sus oídos…
18. Lover To Lover
La canción más soulful de Florence + The Machine, un crescendo negrísimo magistralmente diseñado por Paul Epworth en el que Welch se arrepiente, se emborracha, va «de cama en cama y de amante en amante», sin salvación… pero todo está bien y todo da igual. Florence ha reconocido en varias entrevistas que hay veces que necesita escribir canciones para ella, para sanarse a sí misma, y esta es sin duda una de ellas.
17. Strangeness And Kindness
Un tema sobre los quarks, las partículas más pequeñas en las que se puede subdividir el átomo. «Solo sabes que existen por los efectos que producen, una gran metáfora de lo que para nosotros es el cariño o la emoción», diría al respecto Florence Welch. Es una de las primeras canciones que Paul Epworth y ella escribieron para Ceremonials y de hecho entró en el disco, pero nos quedamos con la versión en directo que debutaron previamente, durante la gira de Lungs, porque entonces pasaba por ser uno de los temas más rockeros y explosivos de The Machine y por ese final febril, cósmico y precioso.
16. Long & Lost
Y del nervio a la calma, a la reflexión. A la madurez que supone How Big, How Blue, How Beautiful, el tercer disco de Florence + The Machine y la última referencia de la que disponemos a expensas del disco que lanzarán este mismo año. Un disco crudo que afronta la evasión con permanencia, con estoicismo; un disco sobre aprender a manejar el timón en la tormenta de la vida. ‘Long & Lost’ sigue en el tracklist al arrebato histérico de ‘Delilah’ y refleja una calmada vuelta a casa, un sutil perdón, un «¿es demasiado tarde para regresar a casa?». Pero es más interesante la instrumentación comedida, el bajo redondo y gravísimo, la guitarra acuosa, la madera crujiendo, cada segundo para tomar aire, cada respiración, las voces ancestrales, la sensación de desolación sincera, de penitencia. De desahucio y de humildad.
15. Never Let Me Go
Una coro celestial (con Jessie Ware, entre otras, en sus filas) alentado por una sutil programación electrónica y una performance vocal escalofriante, este baladón de Ceremonials encarna la épica catedralicia que hace al segundo disco de los británicos tan ominoso, tan flemático y tan emocional. Y además cuenta con una de las letras más perfectas de Welch, una alegoría sobre la redención y el adiós construida con un bosquejo de metáforas y dibujada a través de la propia Florence hundiéndose en el agua, tranquila y perdonada, en paz, hasta que se da cuenta de lo que pierde y algo inconsciente, por muy convencida que esté, la empuja a querer seguir viviendo («never let me go»). Pelos de punta.
14. Spectrum
Remezclada por Calvin Harris como ‘Spectrum (Say My Name)’ se convirtió en el primer número 1 de Florence+ The Machine en Reino Unido, pero nos quedamos con la versión original porque no le hacía falta nada más. Y tampoco mucho más hace con ella el todopoderoso dj, aparte del favorazo de poner el nombre y multiplicar la difusión de una banda que, en cualquier caso, lo hubiera conseguido de váyase usted a saber qué otra manera; talento les sobra. El tema es sencillo, una canción sobre el poder del amor para romper barreras y prejuicios, pero utiliza una metáfora interesantísima con el espectro lumínico y con cómo nos manchamos de colores en cuanto salimos al mundo, asumiendo el espectro de toda una sociedad, hasta que el amor nos redime: «di mi nombre y todos los colores se iluminan / di mi nombre y no tendremos miedo nunca más». Y esos sutiles crashes electrónicos, esa percusión galopante, ese arreglo sinfónico de manta de terciopelo…
13. What Kind Of Man
La madurez también vino con la mala leche. Lo pasas mal y te das cuenta de que tienes que afrontarlo, salir al paso y seguir adelante. Pero primero hay que desahogarse, y es lo que hace Welch en este que es el primer sencillo de How Big… Probablemente la canción más sorprendente de su discografía, un tema medidamente descontrolado que pone a Florence en pleno reproche, borracha de ira. Tanto que ni conoce, como quiere transmitir ese efecto delay deformado de la voz en la primera estrofa, entre escenas de paradoja y frustración. Y de pensarlo, de darle vueltas a la cabeza, estalla en la rabia de una guitarra de rock estacada y orgánica que se enlaza con un coro de gospel y con vientos militares en uno de esos arreglos de rabiosa épica en los que Markus Dravs demuestra poderes sobrenaturales. Aquí ya hemos empezado a entrar en materia de la buena.
12. No Light, No Light
Hay algo religioso en esta canción, algo especialmente espiritual. Igual que en toda la discografía de Florence + The Machine, pero especialmente en esta espectacular canción en la que la voz de Welch danza a veces con ternura, a veces con violencia y rotundidad; otras redentora, otras trémula, tímida y titilante en una espiral de arpas y baterías como latidos de corazón. Una súplica, una explicación, un no puedo más ni quiero menos. Joder, una apelación perfecta que casi duele, que se electrifica y que toma por puente un bajo procesado y apocalíptico y que forma una colisión atronadora entre el bien y el mal, lo bello y lo bestia, lo delicado y lo atroz. «Nunca había imaginado que la luz del día pudiera ser tan violenta», pero en esta canción la salvación parece verdaderamente posible. Florence ha contado que empezaron la idea de la canción borrachos en el bus de gira conduciendo hacia Amsterdam en torno a las 4 de la mañana, y que cuando llegaron a la ciudad buscaron un bar que les sirviera Midori hasta que no hubiera mañana para dejarla terminada. No será la primera vez que del desenfreno surjan las mejores canciones de Florence + The Machine.
11. Rabbit Heart (Raise It Up)
La intención era hacer una canción más brillante pero Florence confiesa que acabó hablando de cuchillos y corderos, que a veces no puede evitarlo. El caso es que Island Records le pidió que la compusiera con un coro final con más pegada para venderla como sencillo y ella, rebelde pero sumisa (o inteligente, mejor), en lugar de negarse o pasar por el aro sin rechistar, precisamente se fue a los cuchillos y corderos en un estribillo en el que hablaba del sacrificio: «este regalo viene con un precio», el regalo de estar en el mundo del la música, de poder alcanzar repercusión internacional. «Midas es rey y me aprieta tan fuerte que me convierte en oro a la luz del sol».
10. Queen Of Peace
Una especie de poema épico sobre dos reyes que vencen en la batalla pero pierden a su hijo en el fragor. Florence aparece desolada como una princesa de hielo, amarga pero poderosa, y Markus Dravs se encarga de darle a su flamabilidad una nueva desnudez, sustituyendo las piruetas barrocas sinfónicas de discos anteriores con un entramado de cuerdas sutiles y esas trompetas que se lo llevan todo por los aires. Una maravilla.
9. Drumming Song
Otra ceremonia, pero esta vez de «desintoxicación». Florence se arrastra hacia un templo de agua del bosque buscando librarse de ese ruido insoportable que inunda su cabeza, que la aúlla y la histeriza. Que la pone de los nervios ante la presencia del ser amado. Y una canción cambiante y ominosa, rugiente y encolerizada que muestra esa ambivalencia monstruosa de la que son capaces de hacer gala Florence + The Machine. Cómo Welch entona su canción hirviente y evapora las aguas de cualquier océano para crear un volcán en erupción. Y un pequeño homenaje a una de las pasiones de Welch, la batería. La toca ella en la versión de estudio de ‘Drumming Song’, y Florence siempre ha reconocido que sentada a las baquetas disfruta tanto como cantando, que hay algo liberador detrás de aporrear una batería.
8. What The Water Gave Me
Florence Welch tiene algo de Ofelia. Un poco la locura, un poco la sombra pendiente de la muerte, el abrazo del agua. El sacrificio del agua… Como también lo tiene, en este caso más reconocido, de Virginia Woolf, cuyo suicidio (ahogada en un río cerca de su casa; la nota que le dejó a su marido es emocionante y escalofriante a partes iguales) inspira en parte esta canción y toda la discografía de Florence + The Machine. «Recuéstame, deja que solo el sonido sea el agua que me sumerja, las piedras de mis bolsillos», suplica Florence siempre serena, también de algún modo aceptando sus cargas y cómo ha de manejarlas suspendida en la flotabilidad de las profundidades. De esas mismas honduras emergen las tremendistas pero dóciles programaciones electrónicas que hacen del tema una solemne excepción de la tónica general más teatral de The Machine. «Ella (el agua) es una dama cruel y el pacto debe ser sellado, pero, amor mío, no me abandones cuando deje que el agua me lleve».
7. Cosmic Love
La balada suplicante definitiva de Florence + The Machine y una de sus canciones más arrebatadoramente bellas. Una canción de amor espacial, con esas chiribitas que explotan por los aires y esos arpegios de bailarina del arpa. La culpable de que Welch quisiese para Ceremonials a Paul Epworth como único productor, y es que se enamoró especialmente del resultado de esta preciosidad que dejó para Lungs, de cómo el maestro británico orquestó los arreglos corales, la épica de las baterías y esos órganos que se convertirían en la artillería pesada de su sucesor. Y otro ejemplo más de que con Florence + The Machine algunas de las mejores ideas vienen de borrachera. Según ella misma la escribió en el estudio totalmente pedo con Isabella Summers en apenas diez minutos. Yo también quiero entrar en trance como Florence.
6. Only If For A Night
La solemnidad hecha canción. Contaba Florence que Epworth le envío ese sonido de campanas de iglesia y que rápidamente la retrotrajeron al funeral de su abuela, así que escribió ‘Only If For A Night’ pensando en ella y situándola como encarnación de la sabiduría ancestral, encomendándose a ella sin reparos. Pero, temática aparte, esta canción demuestra la pureza desnuda de la mejor voz del siglo XXI. Venga a demostrarlo esta actuación para el MTV Unplugged que dista poco de la original de Ceremonials y esa actuación vocal majestuosa salvo porque la mejora con giros vocales impecables. Esa bajada en el «dancing on tiptoes» de la segunda estrofa… ese requiebro iracundo y poderoso del «but she came over me like some holy rite» del segundo estribillo… una locura.
5. How Big, How Blue, How Beautiful
El paradigma de la desnudez a la que se someten Florence + The Machine en el disco del mismo nombre y una nueva forma de entender lo que hacen, entre vientos más que entre arreglos orquestales y con las guitarras más encendidas. Con más pulso de rock y menos de ceremonia en el bosque. Más en forma de odisea por los mares bravíos y su inmensidad que por lo etéreo de los cuentos de hadas. Más crudo, más real. Contundente y autoritario pero igualmente bello, en un control descontrolado y en el ojo del huracán. Los trombones conducen al cielo el tema, mientras las flautas silban como pajarillos y Florence permanece impasible contemplando la belleza de cuanto ha creado. Tan grande como el amor, tan azul como la tristeza, tan bello como el sufrimiento.
4. Heavy In Your Arms
Una excepción por lo oscuro y por lo electrónico, y por pertenecer a la banda sonora de la famosa saga Crepúsculo. Y un trayazo maléfico con Isabella otra vez poseída por un espíritu diabólico y Welch disfrazada de bruja negra, de Stevie Nicks maldita, atacando una declaración de amor siniestra y obsesiva con un torrente de voz arrollador que se lleva por delante cualquier tempestad. La tormenta que genera la colisión de los cuatro elementos en forma de mujer.
3. Dog Days Are Over
El primer single, el primer éxito reseñable, la primera canción del debut… aún hoy el clímax de sus directos. La simplicidad hecha orgasmo instrumental, hecha éxtasis de coros y explosiones. Todo parte de un tímido ukelele y un chorreo de arpa, pero sigue con esas percusiones orgánicas machaconas y los aplausos tum-tupam-pam y por ese salir corriendo sin control hacia quién-sabe-dónde.
2. You’ve Got The Love
Hay algo en las raíces del soul que está conectado casi mágicamente con ese clic empático de la música moderna, de la emoción en estado puro. Hay algo ahí que no entiende de lenguas ni de colores, que no entiende de edades o cualquier aspecto superficial y que ataca a una especie de fibra universal. El house traslada esa conexión con el espíritu hacia el cuerpo, hacia el implacable terreno de lo físico, y vuelve a entablar una sinapsis perfecta e inexplicable con todo lo que podríamos considerar primario. Ese lugar del que sale la canción pop perfecta es el lago helado en el que Florence Welch se ahoga todos los días. Al que está presa. ‘You’ve Got The Love’ es una versión, sí (de Candi Station), pero también es la manera que tiene la bruja del agua de tragarse el soul y el house e invocar su propia canción. Son las profundidades de su bosque las que adoptan en su abrazo una canción tan universal como pueden serlo los góspeles de iglesia, los villancicos o los leitmotivs cantaditos en los clubes, o los lo-lo-lós de los rockeros en los estadios, si se quiere, y le dan una vida completamente nueva, destinada a la eternidad. No hay sino eternidad en ese pese a todo puedo contar contigo, no hay sino todo el sentido universal resumido en una frase como «cuando falta la comida tú eres mi pan de cada día». Cantada como nunca, o como siempre, por una voz legendaria venida para proclamar el amor. Florence coge un diamante en bruto de tres acordes y lo convierte en la canción definitiva, y surfea por la melodía como le da la gana, entre berridos y gorgoritos, emocionalmente descontrolada pero atrozmente cabal. Los directos de este tema son la prueba, todos cambiantes, y aunque la versión de estudio es arrolladora, me parece justo y necesario recordar esta actuación en Letterman en la que dibuja como nunca el último coro, con el soul corriéndole desbocado por las venas.
1. Shake It Out
La catarsis de toda la carrera de Florence + The Machine está aquí, en ‘Shake It Out’. La cura para ella misma y para cualquiera que la escucha. Surgida de otra borrachera, Florence la compuso casi como una forma de liberación, dispuesta a beber de esa pócima mágica anti resacas, y terminó convirtiéndose en una declaración de intenciones y en su canción más descomunalmente real. Una canción desencadenada y emocional que late como un corazón henchido de orgullo, que se llena de amor propio y de autoconvencimiento, que aporta toda la fuerza que a veces cede Welch a sus fantasmas, a sus demonios, a sus miedos, a sus desengaños. Ahí siempre estará ‘Shake It Out’, después de todo. Siempre habrá un amanecer, siempre pasaremos de largo las tormentas. Siempre hay esperanza, y Florence, cuando la alcanza, se empapa de ella y se regodea en su verdor. Se desquita para temas y temas dramáticos y catastróficos y se baña, entera y desnuda, en el agua de la fuerza, de la seguridad. Y entierra los caballos y toma las riendas, y se dispara en la garganta y se acepta tal y como es. Y entra a formar parte del panteón de la historia.