Dentro del panorama nacional, pocos grupos causan tanta confrontación entre seguidores y detractores como Vetusta Morla. Entre los detractores, parece irrefrenable la necesidad de proclamar a los cuatro vientos su fervoroso odio hacia los madrileños.
Después del éxito de Un día en el mundo (2008), Vetusta Morla se tomaron tres años para editar su siguiente disco, extenso lapso de tiempo invertido en giras eternas y la composición de Mapas (2011).
Otros tres años después, La Deriva reabrirá nuevamente el eterno debate sobre la calidad de Pucho y compañía.
El disco se abre con el single homónimo. Ritmo de batería en bucle (recuerda al de ‘No Cars Go’ de Arcade Fire) al que en seguida se une la inconfundible voz de Pucho y unas crípticas letras aderezadas con una interesante conversación entre dos guitarras. Sonido puro y clásico Vetusta (¡qué buena pareja hace con ‘Sálvese quien pueda’!) para firmar la mejor canción del disco.
Le sigue ‘Golpe maestro’, canción con más ritmo que todo Mapas entero y que nos hará saltar a todos en sus directos. En ella, la tímida crítica social que se venía asomando durante toda su discografía, se desata. Hay garra y rabia y eso se palpa durante los cuatro minutos que dura, poniendo voz al sentimiento de muchos.
Con ‘La mosca en la pared’, los madrileños vuelven a sumergirse en el críptico y oscuro submundo de Mapas, donde la aparente calma se ve desbordada por una instrumentación cuidada al milímetro que otorga la fuerza necesaria para que Pucho se luzca, una vez más, con su portentosa voz.
Misma tendencia se aprecia en ‘Fuego, ¡Alto!’ (recuerda a ‘Maldita dulzura’) y ‘Las salas de espera’, que mantienen la tendencia sobria, desinflando por otro lado y poco a poco, la euforia del inicio del disco.
‘Fiesta Mayor’ aporta algo más de ritmo (aunque aún muy contenido); cambio de tendencia que se corrobora con ‘La grieta’ (uno de los temas más inspirados), que recuerda a los primeros sonidos de la banda, pirómanos y de una efectividad simplista, recuperando la esencia de las dos primeras canciones de La Deriva.
La última parte del disco se abre con ‘Las salas de espera’, que pronto remonta de un insulso inicio para cargarse poco a poco (gesto ya marca de la casa), hasta construir una de las canciones más enigmáticas de la banda. Le sigue ‘Cuarteles de invierno’, una de mis canciones favoritas del disco, que ejemplifica a la perfección la filosofía compositiva de la banda.
Así como he hablado bien de todo el disco, he de admitir que ‘Tour de Francia’ no me gusta. No sé si será la línea de bajo, esa especie de clavicémbalo que aparece de vez en cuando o qué, pero no me termina de convencer el resultado final, que por otro lado, a estas alturas del disco suena demasiado previsible.
Finalmente, La Deriva se cierra con ‘Una sonata fantasma’, último regalo casi acústico de los madrileños que avanza cogiendo fuerza hasta brindarnos un final dulce y más que notable. Gran cierre.
Tras escuchar varias veces el disco me invade el mismo miedo que hace tres años. Vetusta Morla sigue sin editar el disco que cierre las bocas más críticas que, por desgracia, tendrán una nueva oportunidad para cebarse con el grupo madrileño.
La Deriva es un buen disco, no se me malinterprete. La composición es exquisita; las letras profundas y a la vez cercanas y hay buena alternancia entre ritmos. A sus incondicionales, entre los que me inscribo, nos encanta tener doce nuevas canciones para vibrar y dejarnos llevar.
Sin embargo, es cierto que se aprecia poca evolución a lo largo de los años. El avance hacia un sonido más propio que se percibía en Mapas no toma una nueva dirección clara, limitándose a presentar doce canciones que bien podrían haber sido incluidas en sus anteriores discos.
Por otro lado, sí es reseñable la fuerza y la crítica clara en todas y cada una de sus canciones, fruto de las situaciones sociales que se han vivido en este país con la crisis. Se nota en la urgencia de los ritmos y la agresividad de las canciones en un disco que en directo será una auténtica explosión de fuerza y garra.
Una vez comentado lo positivo y negativo del disco, una reflexión a modo de conclusión: no voy a entrar a valorar las acusaciones de plagio que desde su salto a la fama se han vertido sobre Vetusta Morla, que están ahí, como también están las de Led Zeppelin a Willie Dixon o Jake Holmes, de las cuales no se habla tanto.
Así es la música, un constante refrito cuyos verdaderos inventores son casi anónimos y jamás tendrán su nombre en el paseo del rock o les costará horrores conseguirlo (o sino que se lo digan al demonio Robert Johnson, sin el cual no habría estilo musical al que hacerle un paseo de la fama, y no fue incluido en él hasta 1986).
Así que dejémonos de orgullo barato y dediquémonos a disfrutar de eso tan bonito llamado música, que, por cierto, a Vetusta Morla se le da bastante bien componer. Y ya que estamos, librémonos de ese odio inherente a cualquier producto patrio, ya sea cine, literatura o música, pues, partiendo de la premisa de que es en Estados Unidos y Gran Bretaña donde se maneja el cotarro, también hay mucho talento de los Pirineos hacia abajo. Si quieren pruebas, “hay esperanza en la deriva”.
Nota bandálica: 7.5
Buena crítica! Mi opinión es muy similar. Tampoco me acaba de convencer Tour de Francia, que para mí no pega con el resto de canciones. Las letras de este disco son impresionantes. Es su disco con más arreglos y efectos sonoros y se agradece! No se cual será la evolución pero de momento quiero disfrutar de esta etapa! Sin duda son de lo mejor si no lo mejor que hay y que ha habido en España.