7 momentos en los que Bowie lo cambió todo

Diego Rubio Méndez

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Recordamos a David Bowie en el aniversario de su muerte


El Camaleón del Rock hizo siempre de su vida una obra de arte, algo trascendental y, sobre todo, inspirador. Vanguardista y transgresor en todos los sentidos, David Bowie nos dejó exactamente hace dos años, precisamente dos días después de publicar el que acabaría siendo su último waltz y en el que hacía físicos y audibles los avatares de su marcha. Ahora sabemos que la estrella se enteró de que su cáncer era terminal apenas tres meses antes de morir, y que la idea de Blackstar y del videoclip de ‘Lazarus’ eran bastante previas, pero seguimos (sigo) pensando que él sentía de forma diferente.

Gracias por semejante legado. Hoy, que se cumplen dos años de su muerte, queremos recordar siete momentos en los que sentó cátedra, en los que se superó, en los que revolucionó el mundo de la música, pero también de la cultura popular y del arte. Siete momentos en los que David Bowie fue, más que nunca, David Bowie.


‘Space Oddity’ (1969)

https://www.youtube.com/watch?v=cYMCLz5PQVw

David Bowie tardó algo de tiempo en encontrar su lugar dentro de la música popular. Mientras buscaba a su personaje, el espejo en el que pudiera volcar todas sus transgresiones e ideas, había probado el teatro, la danza, la actuación… también la música. Y así, probando, Bowie consigue «anticiparse» al lanzamiento del Apolo 11 y publica el sencillo ‘Space Oddity’. 5 días antes; el 11 de julio de 1969. Había abierto todo un campo a futuros experimentos dentro del rock psicodélico y experimental que él mismo abandonaría, pero sobre todo había dado a luz una temática vinculada con la ciencia ficción sin la que hoy no entenderíamos a bandas como Pond. La historia estaba a punto de comenzar.


Ziggy Stardust (1972-1973)

El Bowie de principios de los 70 es un enorme artista pop que parece haber encontrado su sitio, que da pasos agigantados en el desarrollo de la performance (de la puesta en escena; no en vano había probado diferentes artes escénicas; no en vano seguiría sus pasos, admirado, Peter Gabriel con sus Genesis) y que busca en la androginia la forma de destacar. Con Mark Bolan de T-Rex estaba dando forma a todo un género que se acabaría conociendo como glam rock y que supondría la sofisticación de un estilo al que se habrían adherido elementos más característicos del pop.

Pero Bowie tenía que viajar a Nueva York. Tenía que conocer a Iggy Pop, a Andy Warhol y a Lou Reed. Ahí llegó la verdadera inspiración del británico, que en la síntesis de todos veía la estrella de rock defintiva, la que cambiaría para siempre el curso del género. Una estrella ficticia, rocambolesca, exótica, indefinida, frívola con el mundo al que soporta. Ziggy Stardust llegó del espacio exterior para darle al rock forma, duración y masas de pop, y se marchó consumido por su propia relevancia en un concierto mítico en el Hammersmith Odeon de Londres el 3 de julio de 1973. Llegó, vio, venció; era tiempo de mirar hacia delante.


La segunda transición (1975-1976)

Ya le dedicamos un artículo a este hito a raíz del fallecimiento de David Bowie. El momento en el que empieza a comprender que el mundo no va a aguantar a un personaje, que él mismo ha de coger las riendas de su carrera y aceptar el papel de protagonista. A estas alturas Bowie ya era una estrella y había conquistado el mercado norteamericano gracias a ‘Fame’ y a ‘Golden Years’, y si su Young Americans le reportó pingües logros al otro lado del charco, el periplo que acompañaría a Station To Station supondría la definitiva confirmación. David Bowie era una superestrella mundial.

Consumido por el éxito, por el exceso, por la fama, por la cocaína, por el esoterismo, por la paranoia y por el fanatismo, se refugió en la sobriedad del Duque Blanco, su último personaje, para dar los últimos pasos a la aceptación de su nombre. Todo mientras sentaba las bases del post punk, del dance punk e incluso del electro funk. Mientras incluía elementos motorik en sus funks improvisados y otorgaba todo el peso a la dinámica seca y áspera del ritmo estaba contribuyendo sin querer a que nacieran LCD Soundsystem.


Tríptico (1976-1979)

A finales de 1976 Bowie estaba completamente poseído por la cocaína. Había huido de Los Angeles a Ginebra en busca de refugio, de paz y de desintoxicación, se interesó en la fotografía y recuperó su afición por la pintura. Pero la soledad no era buena compañera y acabó recalando en un apartamento de Berlín, en Schöneberg, en busca de actividad y de nuevas ideas, en el que compartió piso con Iggy Pop mientras le producía The Idiot. Iba a ser el primer álbum que sintetizase lo que Bowie estaba aprendiendo de Neu! o Kraftwerk, ávido de la escena musical de cada lugar al que se acercaba.

En esos años empezaría a trabajar activamente en el Hansa Tonstudio de Kreuzberg, se dejaría ver habitualmente (acompañado de su celebre compañero de piso) por el SO36, el club de moda de la Berlín punk, y conocería al que sería uno de los grandes colaboradores que le acompañarían para el resto de su vida (a parte de Tony Visconti, con el que también volvió a trabajar en este momento): Brian Eno.

https://www.youtube.com/watch?v=PaS-qGKBcgk

El resultado de todo esto fueron tres discos (la Trilogía de Berlín o el Tríptico) experimentales y profundos, abstractos en la lírica y el contenido y minimalistas en el sonido, muy influidos por la forma expresionista alemana de ver la obra de arte. Discos fundamentales para el desarrollo del dream pop, del shoegaze y hasta del post rock. Discos que marcan un avance evidente en términos de procesamiento instrumental, con la guitarquitectura elevada a la máxima potencia y los muros de sonido envolventes y reverberados, pero también en términos creativos, con la implementación de las estrategias oblicuas desarrolladas junto a Peter Schmidt. Kate Bush o el primer Phil Collins, tan influyentes hoy, le deben la vida.


‘Scary Monsters (And Super Creeps)’ (1980)

Los ochenta vieron a Bowie crecer hasta desbordarse de popularidad. Los años pasados en Berlín le habían despejado la cabeza y volvía a Inglaterra como una persona completamente diferente. Lejos quedaban los personajes, la revolución del rock and roll y las adicciones; no así el acerbo musical obtenido. A lo largo de toda la década vivió quizás los años más ligeros de su carrera a nivel creativo, pero siempre se mantuvo abierto a la experimentación, profundizando en la guitarquitectura con Chuck Hammer y Robert Fripp. También influyó notoriamente en la síntesis de los elementos del kraut con composiciones de pop que estaban llevando a otros extremos grupos como New Order y construyó otro tipo de sexualidad en un mundo en el que también hormonaba Prince.

Pero nos quedamos con el principio de todo. En 1980, recién regresado a Londres y con Scary Monters (And Super Creeps) todavía caliente, se colaba en Blitz, el local de moda de los new romantic, y reclutaba a los asistentes para filmar el videoclip del tema homónimo (un hit, además, en el que da forma de hard rock directo y accesible a lo aprendido en Berlín). Con el tiempo iba a acabar resultando fundamental para una escena en la que despuntarían Duran Duran, Visage o Spandau Ballet.


Outside Tour (1995-1996)

Después de la sobresaturación en los ochenta, el relativo fracaso de Tin Machine y los problemas personales, Bowie decidió mudarse a Nueva York y tomarse un respiro de su carrera principal. Presagio de cosas buenas. Su regreso iba a estar vestido de electrónica y empezaba a acercarse al rock alternativo, el estilo que dominaba ya con puño de hierro la personalidad de los noventa.

En 1995 llegaría Outside de la mano de nuevo de Brian Eno y para presentarlo Bowie se embarcaba en un tour en el que contaba con la presencia de Trent Reznor, cuyos Nine Inch Nails ejercían de invitados. El de Pennsylvania (que acababa de publicar su obra maestra The Downward Spiral, influida fundamentalmente por el Low de Bowie) debió de llamar su atención por una fuerte personalidad que incluso le había llevado a romper relación con Flood, el histórico productor de U2, Depeche Mode o Sigur Rós. Una muestra más de que el que fuera Duque Blanco siempre se mantuvo alerta de la música que surgía a su alrededor y que sabía reconocer a aquellos que iban a seguir dando pasos en su línea cuando el ya no pudiera darlos más.

Celebraría su 50 cumpleaños con un concierto en el que le acompañarían en el escenario Robert Smith (de The Cure), Billy Corgan (de Smashing Pumpkins), Dave Grohl (de Nirvana y Foo Fighters), Black Francis (de Pixies), Lou Reed y Thurston Moore (de Sonic Youth). Como apadrinando la mejor música del mundo.


Fashion Rocks (2005)

Iba a seguir haciéndolo. Apadrinar, digo. En 2005, y tras haber sufrido un infarto durante un concierto en Alemania el año anterior que le retiraría de forma definitiva de los escenarios, se subía al del Radio City Music Hall y a otro en Central Park. Lo hacía acompañando a una jovencísima banda canadiense en el single que les impulsaría para siempre: el himno generacional ‘Wake Up’. Iban a ser dos de las últimas veces que lo hiciera.

Arcade Fire contaron desde el principio con el apoyo y la admiración de David Bowie, que también quedó prendado de la intensidad de Win Butler (pocos han heredado como él la técnica del salto de octava de Bowie para ganar dramatismo). Años después, el Camaleón ponía con un par de líneas la guinda en ‘Reflektor’, el sencillo principal del disco de mismo nombre de 2013. Su legado está en Arcade Fire, en Pixies, en Trent Reznor… y en tantas bandas que han seguido sus pasos. Su legado está en tantas personas que simplemente han querido alguna vez ser estrellas de rock.

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