Oficialmente, Elvis y los Beatles nunca existieron para la Unión Soviética. En la URSS, el rock’n’roll fue considerado una influencia perniciosa para la juventud, y se hizo todo lo posible por silenciarlo. Existían listas de bandas prohibidas por el Partido, similares al Índice de libros prohibidos de la Inquisición. Pero el rock se filtró por el telón de acero, y algunos autores rusos creen que fue decisivo para el cambio de mentalidad que acabó con el comunismo…
Hacia 1962, en plena crisis de los misiles, Estados Unidos y Rusia sólo estaban de acuerdo en una cosa: el rock’n’roll arruinaría a la juventud. Era una seria amenaza para la sociedad. A los americanos les preocupaban el sexo, las drogas y las relaciones entre blancos y negros. Mientras que los rusos estaban convencidos de que la nueva música haría a los jóvenes vagos e improductivos. La mejor solución: impedir su transmisión.
En la Unión Soviética de los 60 y 70, el rock era sólo uno de los muchos productos occidentales que se trataba de mantener a raya, junto con la comida, los coches y los televisores americanos. El rock no podía extenderse, porque tampoco podían comprarse los medios para reproducir la música. Hasta las cassettes vírgenes eran un producto prohibido, que sólo podía obtenerse de contrabando.
Pero como siempre ocurre en las dictaduras, la gente se las apañaba. Había muchas maneras de «colar» la música occidental. Los empleados de Aeroflot eran los principales traficantes de música y otros productos occidentales (Levi’s, teles en color…) El Berlín dividido era otro importante foco de «infección». Para vergüenza del Kremlin, los funcionarios de la KGB que viajaban al extranjero, también traían discos de rock para sus hijos y conocidos.
Una vez que entraba un disco, se esparcía de la misma manera que los chavales occidentales usábamos para intercambiar cintas en el cole. Primero, la gente compraba cassettes con discursos de Lenin o cualquier cosa autorizada por el régimen, y luego grababan sobre ellas canciones y álbumes piratas que les había pasado un amigo.
Los aficionados al rock sólo podían tocar escondidos en los sótanos, con amplis e instrumentos caseros. El Kremlin no habría visto con buenos ojos el éxito de un grupo de rock local. En cambio, promocionaba artistas folclóricos o de canción melódica, como el ahora mítico y difunto Eduard Khil, padre del Trololó.
Para hacernos una idea de la paranoia oficial contra el rock, nada como este documento: una circular interna del Partido Comunista con la lista de bandas prohibidas en 1985, traducida al inglés.
No sólo preocupaba el anarquismo e incitación a la violencia propios de los grupos punk. El erotismo parecía ser peligroso en la mente de los censores, que acusan de transmitir sexo, sin más, a Tina Turner. Lo más ridículo es que a Canned Heat se les tachaba de homosexualidad. Y otro detalle hilarante: Julio Iglesias estaba tachado por neofascismo. También lo estaban Kiss y AC DC, pero en su caso se debía a la presencia del rayo de las SS en sus logos.
Pero en 1985 el fin de la censura estaba muy cerca. Desde mediados de los 70, las autoridades sabían que el cambio era inevitable. Empezaron a tolerar los conciertos de heavy metal, siempre que fuera en locales pequeños, y sin desmadrarse ni lanzar mensajes políticos contra el régimen.
En los últimos años del comunismo se autorizaron, con cuentagotas, las giras de artistas occidentales. En 1979, Elton John actuó en Moscú. En los bises, decidió interpretar el ‘Back In The USSR’ de los Beatles, y la gente se volvió literalmente loca. Saltaba a la vista que era un himno para aquella gente. Pero cómo era posible, ¿si oficialmente los Beatles ni siquiera habían existido en la URSS?
Well the Ukraine girls really knock me out / They leave the West behind
Uno de los rumores más jugosos de la mitología beatlemana afirma que a mediados de los 60 los Beatles visitaron Rusia en secreto y dieron un concierto para los hijos de altos cargos del Partido. Los defensores de esta teoría afirmaban que la letra de ‘Back In The USSR’ era una referencia/homenaje por parte de Paul McCartney a este viaje. Quién sabe, quizá McCartney decía lo de «Ukraine girls really knock me out» con conocimiento de causa…
Lo cierto es que la influencia de los Beatles en la Unión Soviética fue mayor de lo que se había creído en un principio. Sergei Zhuk, autor del interesante libro Rock And Roll In The Rocket City, creció en Ucrania entre los años 60 y 70. Recuerda que la gente estaba «literalmente obsesionada con los Beatles y los Rolling Stones«. Y que hasta el Partido Comunista tuvo una postura contradictoria con respecto a los Beatles, los Stones y otros grupos, como Deep Purple, T-Rex o Sweet.
Los discos oficiales de los Beatles nunca se vendieron en la URSS, pero el propio Partido publicaba ediciones piratas de sus discos, sin nombrar en ningún lugar a la banda, ni los títulos de las canciones. Promocionaban las canciones más afines a su ideología. El régimen soviético comulgó con ‘Lady Madonna’ o ‘Can’t Buy Me Love’, por su mensaje anti capitalista. ‘Can’t Buy Me Love’ fue incluso la sintonía de un programa de la tele soviética dedicado a criticar hechos y actitudes del enemigo americano.
El mismo tratamiento recibió ‘Money’ de Pink Floyd (aunque después de su gira The Wall fueron incluidos en la lista de bandas indeseables). Pero si las autoridades pensaban que podían darle rock al pueblo, y esperar que sólo se contagiasen del mensaje, y no de la música, se equivocaban.
El rock no destruyó por sí sólo el socialismo, pero Zhuk afirma en su libro que ayudó a crear un estado de ánimo y unos nuevos valores que, a la larga, resquebrajaron al régimen. Y su principal argumento son las discotecas organizadas por las Juventudes del Partido Comunista, a lo largo de los años 70 y 80.
A priori, eran una simple forma de aprovecharse de la imparable pasión de los jóvenes por el rock. Antes de empezar la música, los jóvenes rusos tenían que tragarse una hora de charla sobre los ideales del socialismo. Luego, a bailar, beber y conocer chicas, como en cualquier discoteca occidental.
Pero los responsables de estas fiestas pronto se «olvidaron» de las conferencias, para alargar el tiempo de baile y consumición. Peor aun: para atraer a más jóvenes a sus fiestas, ponían discos de las bandas prohibidas por el aparato. El propio Serghei Zhuk fue DJ de una de estas discotecas en su ciudad. Dmitri Medvedev, actual presidente de Rusia, también lo fue.
Las nuevas generaciones del Partido estaban ya contaminadas por el rock, y por el espíritu capitalista. No había vuelta atrás. En 1988, Paul McCartney, siempre en contacto con sus fans de la Unión Soviética, publicó Back In The USSR, un álbum con versiones de clásicos del rock and roll, exclusivamente para el mercado ruso.
Acababa por fin la farsa, y el telón de acero se levantaba definitivamente para el rock. Gran lección para los que todavía creen que censurar sirve de algo.