Relaxer, el tercer disco de alt-J, les pone secantemente en su sitio, muy por debajo de las expectativas que despertaron con su debut
Hubo un tiempo en que nos vimos todos reconociendo en alt-J la quintaesencia de lo que debe ser un paso hacia el futuro. Todos o casi todos. Sin el poyo de Pitchfork, que sigue estando ciega y sorda ante el indiscutible valor, potencial y personalidad de estos chicos raros de Leeds, alt-J consiguieron con An Awesome Wave, su debut de 2012, lo que muy pocos, firmar uno de los álbumes más estimulantes y futuristas de su momento y ganarse de forma perenne un crédito como revolucionarios y vanguardistas, llegando a plantearse la posibilidad de estar ante la banda más definitiva y definitoria de los 2010. Yo, por ejemplo, que suelo resumir las décadas por sus mejores canciones bajo un título extraído de alguno de sus hitos más relevantes (la de los 90 se llama ‘Smells like teen spirit’; la de los 2000, ‘Sleeping is giving in’), bauticé provisionalmente a esta década que afronta su recta final como ‘An awesome wave’.
Quizá nos precipitamos. La decepción que supuso en 2015 This Is All Yours se nos pasó relativamente con temazos para el recuerdo como ‘Nara’ y ‘Bloodflood pt. II’ (curiosamente los que olvidaban las ideas más características del disco y iban descaradamente a continuar los mejores clichés de su debut) y gracias a una gira espectacular que nos permitió disfrutarlos en el Primavera Sound y en el NOS Alive. Pero ahora que el tiempo ha hecho mella, sí, y se han calmado las aguas, podemos ver el caso con mucho mayor perspectiva.
Porque alt-J son como ese delantero explosivo que subió fugaz de la cantera, que acabó entrando en el primer equipo y chuleando a jugadores experimentados y que en algún momento del camino, nunca supimos muy bien cuándo ni por qué, se desinfló, dejó de hacer ruido y vio sus sueños de súper estrella truncados por el implacable olvido, la condena a un cierto ostracismo. La presión y quizá la excesiva simplicidad de su concepto original han terminado por dejarles sin fuelle en un carrera que al final parecen estar ganando con holgura The xx, así que la apuesta ahora pasa por hacerlo relajado. Lo mismo, sí, pero mucho más relajado. Y, al quitarse las presiones y probablemente extremar el filtro de entrada compositiva hasta el límite de lo paranoide, han conseguido firmar un álbum decentísimo que sigue la línea del no hacer ruido pero que funciona como una pieza unificada y sólida.
Con solo ocho canciones (una de ellas una versión pobretona y apenas reconocible del eterno ‘House of The Rising Sun’ de The Animals) alt-J han puesto en Relaxer un resúmen acertadísimo de todo lo que ha significado su sonido pero dando por fin el paso de madurez que defina su personalidad más allá del golpe de suerte. La electrónica cobra mayor protagonismo en un disco que sin embargo suena mucho más folk, y es esa fusión lenta la que les vuelve a hacer destacar. Han puesto la mejor gota de cada cosa que dominan pero sin caer en el error de la repetición fácil.
Sigue habiendo paisajismo épico y cinematográfico, como en ‘Pleader’ o ‘Adeline’,(que regresa a esa especie de Pandora que recreaban con Nara), ahora decorado también de barroquismo orquestal y sinfónico; han encontrado mejor sonido rock que en todo su sofomoro con ‘Hit Me Like That Snare’, oscuridad punk con recuerdo a un Iggy Pop que no por casualidad narra el vídeo de ‘In Cold Blood’… y, sobre todo, siguen añadiendo joyas en forma de canción: la propia ‘In Cold Blood’ y ‘Deadcrush’, donde se adentran en su concepción poliédrica del ritmo. Y se mantienen firmes en dos de los ganchos más reconocibles que tienen, el engole nasal de John Newman y las exhalaciones dramáticas.
Y aún así parecen más conscientes que nunca de sus propios defectos, de las dificultades que supone mantenerse en la cresta de la ola. Lo que les hace estar más comedidos, dar mayor apariencia de seguridad dentro del amateurismo que a veces destila el álbum y presentarles, quizá por primera vez, en absoluto control de la dirección de su estilo. Fijándose en modos de hacer más tradicionales, en producciones clásicas, como los que conducen ‘Pleader’, que representa perfectamente la oscilación cambiante de un disco que, como la canción, puede irse al folk más radical y a la orquestación clásica de himnos imperiales.
Muy inteligente la participación de Maricka Hackman en ‘Last Year’ y la de Ellie Rowsell de Wolf Alice en ‘3WW’ (reducción aristotélica de los dos ‘Teardrop’, el electrónico original de Massive Attack y la versión folk desnuda de José González, con sus trampas pop en forma de estribillo y piano de nana), que aportan una belleza natural y sin los artificios del maquillaje invisible del que a veces abusan alt-J. Y la oscuridad con la que han enfrentado este Relaxer, mucho más denso y mucho menos chirriante que cualquiera de sus grabaciones anteriores.
No es un giro copernicano. No es, ni de lejos, la confirmación de un nuevo paradigma sonoro. Es más bien un ejercicio de autoconocimiento, de autocrítica y de madurez que, sin hacer ruido, les pone a punto de descubrir la humildad. Y esa es la mejor noticia (además de ‘In Cold Blood’): que el siguiente paso queda muy cerca de significar un nuevo comienzo. Press alt-J to reset.