Aunque no queramos reconocerlo, quien más quien menos odia ‘Human’. Algunos desde la primera escucha, otros desde el momento en que ya sonaba en todas partes, hasta en MáximaFM o el hilo musical del Opencor. Representa mejor que ninguna otra canción ese momento en el que «perdemos» a un grupo salido de las oscuras trincheras independientes y asciende a la liga de bandas que pueden salir en el telediario. Hay un antes y un después de ‘Human’: antes la prensa musical no se paraba con motivo de un nuevo lanzamiento de The Killers; ahora sí.
Ha ayudado el parón de 3 años entre Day&Age y Battle Born, incluso aunque haya habido disco anodino en solitario de Brandon Flowers entre medias. The Killers han tenido tiempo para repensar su trayectoria, y la prensa ha hecho lo mismo.
Porque, vamos a ver, ¿qué ha pasado para que una banda que en el 2004 no actuaba más que en salas de segunda, ahora quizá sea la mayor llena-estadios en activo de América? Pues han pasado un puñado de grandes canciones, de esas que los cronistas llaman himnos, que se cantan en los bares aun equivocando la letra. Grandes canciones, que no discos. Hubo uno bueno, el primero (Hot Fuss), y tampoco era del todo redondo.
Desde entonces The Killers han mostrado por partida doble los problemas que tienen para facturar discos memorables, y no sólo canciones. El colmo fue, sí, Day&Age y su ‘Human’. Su reto, pues, era cuajar un buen cuarto disco, un heredero digno de Hot Fuss o al menos de Sam’s Town, del que ahora se echa menos su «espíritu».
Y los de Brandon Flowers han vuelto a tropezar en la misma piedra. Como álbum, Battle Born es irregular, recargado en lo formal y muy poco sustancial en el fondo. No tiene frescura y sólo logra un par de momentos brillantes, a la altura de la expectación creada.
Había la esperanza (equivocada) por parte de muchos de que Battle Born sería un regreso a la sencillez rock inicial, pero hay tantas guitarras como sintetizadores en Battle Born, que no se decide ni por lo uno ni por lo otro. La única evolución ha sido el paso al frente de Brandon Flowers. Como reconoce en la entrevista realizada por Julián Ruiz (que roza el esperpento), Flowers ha tomado clases de canto durante este tiempo para llegar a notas más agudas. ¿Canta mejor el mormón? No lo sé, pero sí sé que en este álbum intenta lucirse. El material, plagado de baladas, es el que más le beneficia, a él y a su personaje: el rebelde sonriente, buen chico pero con un ligero punto macarra, que al final siempre se lleva a la chica.
En la misma entrevista reconoce que como vocalista idolatra a Bono, pero Battle Born revela que se mira tanto en el irlandés como en Bruce Springsteen. Lo que pasa es que, al igual que en los directos, le falta fuerza y mala leche. Sus letras son una versión simplificada y edulcorada de los primeros himnos del Boss, y al final lo que nos queda es una insulsa mezcla entre Bon Jovi y Springsteen (que nunca deberían aparecer juntos en la misma frase).
Hablaba de grandes canciones en medio de sus discos. Para mí, Battle Born tiene una, ‘Flesh and Bone’, que probablemente sea su nuevo ‘Human’. El primer single, ‘Runaway’ se lleva el aprobado, aunque es demasiado obvio, y también rescato ‘The Rising Tide’, muy Springsteen. ‘Battle Born’ podría estar bien, si no se pasase de épica a lo Boston / Scorpions. El resto me parece, francamente, un tostón, y creo que ya lo he escuchado antes.
Pero nada de esto importa mucho, porque The Killers han llegado ya ese estátus de gran banda que está por encima de sus discos. Son casos excepcionales en los que el espectáculo de sus actuaciones, o el halo que rodea a la banda (en este caso a su líder) pesa más que lo que entreguen en su último álbum. Un concierto suyo, como el último en el madrileño Dcode, es una liturgia en la que los fans van a tararear sus éxitos y a admirar el carisma de Brandon Flowers sí o sí, y no a calibrar el estado de forma de la banda, o a decidir si los últimos temas suenan en directo a la misma altura que sus clásicos.
Eso no quiere decir que The Killers no lo hayan intentado. De hecho, quizá lo han intentado demasiado. Prácticamente ninguna otra banda pasa tanto tiempo trabajando en un disco, y desde luego ninguna en su sano juicio emplea 5 productores distintos. El resultado, ya se ha apuntado, es una falta de frescura, que no le va a importar a casi nadie. No sabemos si Flowers estará contento con el resultado, pero sí que van a vender muchos discos y sobre todo entradas de su nueva gira mundial. No porque el disco lo valga, sino porque son The Killers.
Podemos reirnos de la estética impostada, del afán por imitar a sus ídolos, de su mística del desierto y sus letras simplonas, pero los de Nevada han conectado con esas tres o cuatro cosas fundamentales que siempre ha tenido el rock de masas.
Nota bandálica: 5,5.
Cual es el rock que no es de masas?